Riku Ashira se aventuró hacia el Pueblo Ryuushi, un lugar donde los contrastes entre opulencia y necesidad creaban un paisaje único. A medida que se adentraba, el Volcán Hai se erguía majestuoso en el horizonte, rodeando las pequeñas comunidades dispersas entre sus laderas. Este coloso, extinto hace décadas, ahora ofrecía un refugio tranquilo para las familias adineradas de Kōseki, que encontraban en este entorno el equilibrio entre el calor de las aguas termales y el frescor de la nieve.
Las haciendas, como joyas incrustadas en el paisaje volcánico, se alzaban con elegancia, cada una con su propio manantial termal, emitiendo vapores que se entrelazaban con el aire frío. Las familias afortunadas que habitaban allí disfrutaban del lujo y la comodidad, rodeados por el silencioso resplandor del volcán en reposo.
Las haciendas, como joyas incrustadas en el paisaje volcánico, se alzaban con elegancia, cada una con su propio manantial termal, emitiendo vapores que se entrelazaban con el aire frío. Las familias afortunadas que habitaban allí disfrutaban del lujo y la comodidad, rodeados por el silencioso resplandor del volcán en reposo.