Maestro Ofidio
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Era un día normal. La gente seguía sus vidas en las aldeas de abajo, en las faldas de la montaña, ignorando la batalla por las bases abandonadas del País del Rayo en las cordilleras de su propio país.

Cientos o miles de bandidos habían muerto esos años, y yo había contribuido con unas decenas, todo para defender mi laboratorio.

Un lugar amplio, abandonado pero con una única entrada tan angosta y protegida, era perfecta para defender. Aún conservaba algunos bandidos, sobre todo para realizar experimentos, reemplazando extremidades y órganos.

Estaba en medio de una cirugía, cuando un extraño ser se me acercó. Era una chica de piel tan blanca como la mía, con cabello amarrado en la coleta y un grandes ojos de serpiente. Llevaba una tiara sobre su frente y vestía un kimono blanco. No tenía piernas, sino una larga cola de serpiente blanca.

La miré sobre mi hombro, dejando mi bisturí en la mesa.

La chica se veía agradable y, de hecho, se mostraba bastante curiosa respecto a lo que hacía.

-¿Que es esto? ¿y esto?¿y esto?¿y eso?- hacía muchas preguntas. Entre palabras, solía sisear.

Intuí quién era la chica.

-¿Eres enviada del sabio serpiente?- le cuestioné.

-¿Eh?- respondió, mientras jugaba con una piel, usándola como máscara- ah, si. Mi nombre es Kaorihime, y el sabio serpiente ha decidido que eres digno de llevar su pergamino-dijo la chica.

Alcé una ceja y me le quedé viendo. La chica, sonreía y me extendía un rollo pergamino mientras me veía fijamente. 

Me acerqué y tomé el rollo, pero no me dejó quedármelo al principio. Tras un poco de esfuerzo, se lo quité. Al hacerlo, noté que ya no me encontraba en mi laboratorio, sino en la cueva Ryuchi. Frente a mí, estaba el sabio de la serpiente blanca.

-Así que, Nakai, el científico loco... que recuerdos de un antiguo maestro de pacto... eres quien llevará consigo el rollo y deberás poner pruebas a quienes quieran realizar el pacto con las serpientes ¿crees poder?- dijo el sabio.

Asentí con la cabeza.

-Acepto el encargo que se me está dando-le dije al sabio con seriedad y firmeza.

-Bien, tu sangre ya está en el pergamino y tu nombre también. Regresa a tu fortaleza y cuida de tus responsabilidades- me dijo el sabio. Tras esto, hubo un "puff" y fuí desinvocado desde su ciudad de invocación hasta mi fortaleza, nuevamente.

Sería interesante llevar a cabo ese rol de maestro, quizás me permitiría conocer gente interesante.
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