"El hombre ha nacido libre y por doquiera se encuentra sujeto con cadenas."
Cercanías del Pueblo Ryuushi
Atardecer
Atardecer
.-¿Lo has visto, no? ¿Pudiste observarlo con tus propios ojos?.- Aquella era una voz siniestra, aquel era un tono intenso... Era una especia de grito contenido, una forma un tanto obsesiva de preguntar por algo, o en este caso "alguien" .-Y-yo... N-n-no pude... Yo.- Y aquella era una voz temerosa, en todo sentido asustada, juvenil e inexperta. Una voz perteneciente a una mujer adolescente, probablemente iniciando su descubrimiento del mundo, una chica que por más que estuviera dispuesta a aprender del mundo, este irónicamente la había encadenado a un encuentro fatal .-Tú, debiste... Sí, ¡debiste verle!.- El tono cada vez era más obsesivo e impulsivo, a todas luces aquella era una persona cuya paciencia era la mínima .-¡Ellos lo dijeron!.- Observó entonces aquel extraño hombre a una figura sombría y poco definida al otro lado de la pequeña calle donde se encontraban. Aquel era un pueblo pequeño, es cierto, pero bien constituido, un par de calles que recorrían distintas casas muy humildes, un lugar que muchas veces abastecía a Ryuushi con alimentos, animales o bien trabajadores .-P-pero... Y-yo no s-s-sé nada... señor.- Ella temblaba como si aquella fuese la noche más fría de su vida, aunque en cierto sentido lo era, si bien su mirada se centraba en la figura que tenía en frente, por momentos sus ojos viajaban hacia aquel bulto informe que yacía en la calle y al que anteriormente él se había dirigido .-¿Eran tus amigos? Sí, lo eran ¿verdad?.-Dijo dejando escapar una pequeña risa para sí mismo .-Tranquila, tranquila, les he dado el descanso que necesitaban de esta vida tan cruel.- Sonrió como si estuviese aliviado, como si el informar de lo que claramente eran asesinatos le provocase un alivio cercano al placer .-Esas son las enseñanzas del "Maestro" ¿no? Ese es el camino de la libertad y tú lo sabes...- Ya no era un misterio, aquellos no eran más que cuerpos desperdigados por el lugar, hombres y mujeres sin vida que eran ocultados por las sombras haciéndolos parecer una misma "cosa" .-Ahora son uno con la muerte, no tienen necesidades, no experimentarán la guerra, han encontrado la paz...- Entonces aquel extraño hombre se relamió y acercó su rostro al de la joven que tenía en frente .-¿No sientes el impulso de unirte a ellos? Puedo darte la paz que siempre has merecido...- Aquella era una pesadilla, una experiencia de terror .-S-Sólo...-Lágrimas recorrían sus mejillas .-Déjame en paz... Por favor...- Aquel extraño entonces cerró sus ojos un momento y suspiró .-Supongo que realmente no tuviste oportunidad de ver al "Maestro", es una pena, espero tus pasos alguna vez se crucen con los tuyos.-
Las cadenas que recorrían sus brazos fueron lo único que en ese instante emitió un sonido... Los eslabones chocaban unos con otros a medida que aquel alto hombre de ropas blancas decidía perderse entre las casas de aquella pequeña villa, probablemente buscando más rastros, reanudando su búsqueda, intentando encontrar verdaderamente su propósito.
Su nombre era Jukeisha (受刑者 - "Convicto") puesto que ya habían pasado muchos años para que él mismo pudiese recordar su verdadero nominativo. La historia de aquel sujeto era antigua y al mismo tiempo reciente, hacia ya 15 años no era más que un criminal de poca monta encarcelado por el contrabando de minerales desde las minas de Nueva Iwagakure, pero fue una noche de descontrol lo que cambiaría absolutamente todo en él.
Hacia ya más de 15 años, un antiguo shinobi de la aldea había decidido irrumpir en ella tras haber renegado con el simple objetivo de recuperar a una Jinchuuriki de nombre Chiase. Según los informes que aun se conservaban, aquella noche se había vivido una de las más grandes e importantes fugas de criminales desde la cárcel de la aldea. El mismo renegado que había irrumpido en la aldea, al ver frustrados sus planes había tomado la decisión de liberar a todos los criminales para, en su infinito egoísmo, entregarles una nueva vida y misión, la capacidad de propagar la palabra de Rieki y toda la ideología que venía con ello... Aquel llamado fue escuchado por algunos e ignorado por otros cuantos, pero la figura de aquel hombre misterioso se había clavado en la mente de "Jukeisha" para toda la vida. Aquel discurso que trataba sobre liberación y descanso, sobre muerte y salvación, se había convertido en un lema de "no-vida" para este criminal, quien poco a poco comenzaría a adoptar comportamientos mucho más radicales en cuanto a la consecución de sus ideales. Había visto en aquel enmascarado una figura de líder, de mesías que había tenido el poder suficiente como para entregar libertad a quien él deseara, un hombre que iba más allá de su propia carne y que finalmente había despertado su corazón. "Te seguiré más allá de la muerte, Maestro".
La admiración era peligrosa, mucho en tanto esta invade corazones susceptibles, probablemente aquel hombre enmascarado tenía un sueño bastante radical para la época y, en ningún momento, había llegado a dimensionar la calidad de monstruos que había desperdigado en el mundo... O quizás sí había considerado aquello, lo que lo transformaba en un monstruo aun más grande que los demás. Cualquiera fuera el caso, sus pasos se habían perdido en el tiempo, luego de los eventos de Yugata aquella figura tan misteriosa y típica del País de la Tierra se había perdido sin dejar rastro siquiera, su nombre se había convertido en una historia casi infantil, un cuento destinado a asustar a los niños que se portasen mal o bien una historia para que los borrachos volviesen a casa con extremo cuidado. La figura de aquel hombre se había transformado en un relato de tinieblas, pero todo había cambiado hacia ya un par de meses: Por primera vez en años se le había visto deambular por los alrededores de Iwagakure, otros le habían visto en una fortaleza del País del Agua y, de manera más reciente, se le adjudicaba el asesinato a sangre fría de la líder del clan Ashira... Claramente todas esas noticias habían llegado a los peores oídos, un fiel seguidor se había despertado nuevamente y, de momento, motivado por la búsqueda de aquel hombre, no dudaba en entregar descanso de muerte a todos aquellos que se topaba por el camino, un grave problema para la seguridad de la aldea y, también del país.
Lo único que se sabía con seguridad era que este misterioso hombre vestía con ropajes blancos y siempre llevaba consigo una Kusarigama que acompañaba sus pasos con tétricos sonidos metálicos, además de ello se sabía que su procedencia correspondía al clan Konjiki, pero todo lo demás resultaba borroso. Ya un par de shinobis habían sido encargados en su búsqueda pero, no habían vuelto durante días. ¿Quién podría devolver la paz a las aldeas menores?.
Hacia ya más de 15 años, un antiguo shinobi de la aldea había decidido irrumpir en ella tras haber renegado con el simple objetivo de recuperar a una Jinchuuriki de nombre Chiase. Según los informes que aun se conservaban, aquella noche se había vivido una de las más grandes e importantes fugas de criminales desde la cárcel de la aldea. El mismo renegado que había irrumpido en la aldea, al ver frustrados sus planes había tomado la decisión de liberar a todos los criminales para, en su infinito egoísmo, entregarles una nueva vida y misión, la capacidad de propagar la palabra de Rieki y toda la ideología que venía con ello... Aquel llamado fue escuchado por algunos e ignorado por otros cuantos, pero la figura de aquel hombre misterioso se había clavado en la mente de "Jukeisha" para toda la vida. Aquel discurso que trataba sobre liberación y descanso, sobre muerte y salvación, se había convertido en un lema de "no-vida" para este criminal, quien poco a poco comenzaría a adoptar comportamientos mucho más radicales en cuanto a la consecución de sus ideales. Había visto en aquel enmascarado una figura de líder, de mesías que había tenido el poder suficiente como para entregar libertad a quien él deseara, un hombre que iba más allá de su propia carne y que finalmente había despertado su corazón. "Te seguiré más allá de la muerte, Maestro".
La admiración era peligrosa, mucho en tanto esta invade corazones susceptibles, probablemente aquel hombre enmascarado tenía un sueño bastante radical para la época y, en ningún momento, había llegado a dimensionar la calidad de monstruos que había desperdigado en el mundo... O quizás sí había considerado aquello, lo que lo transformaba en un monstruo aun más grande que los demás. Cualquiera fuera el caso, sus pasos se habían perdido en el tiempo, luego de los eventos de Yugata aquella figura tan misteriosa y típica del País de la Tierra se había perdido sin dejar rastro siquiera, su nombre se había convertido en una historia casi infantil, un cuento destinado a asustar a los niños que se portasen mal o bien una historia para que los borrachos volviesen a casa con extremo cuidado. La figura de aquel hombre se había transformado en un relato de tinieblas, pero todo había cambiado hacia ya un par de meses: Por primera vez en años se le había visto deambular por los alrededores de Iwagakure, otros le habían visto en una fortaleza del País del Agua y, de manera más reciente, se le adjudicaba el asesinato a sangre fría de la líder del clan Ashira... Claramente todas esas noticias habían llegado a los peores oídos, un fiel seguidor se había despertado nuevamente y, de momento, motivado por la búsqueda de aquel hombre, no dudaba en entregar descanso de muerte a todos aquellos que se topaba por el camino, un grave problema para la seguridad de la aldea y, también del país.
Lo único que se sabía con seguridad era que este misterioso hombre vestía con ropajes blancos y siempre llevaba consigo una Kusarigama que acompañaba sus pasos con tétricos sonidos metálicos, además de ello se sabía que su procedencia correspondía al clan Konjiki, pero todo lo demás resultaba borroso. Ya un par de shinobis habían sido encargados en su búsqueda pero, no habían vuelto durante días. ¿Quién podría devolver la paz a las aldeas menores?.