Momentos fuera de rutina [Pasado]
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Hace no mucho había regresado a la aldea tras una misión. Fue compleja, resultó herido, pero pudo completarla. Se tomó unos cuantos días de descanso y recuperación, también para cambiar sus vendajes. Un especialista en el combate cuerpo a cuerpo como él siempre debe estar resguardado en ese tipo de sentido. Puños, articulaciones, cuidar su propio cuerpo era fundamental. En cuanto a la aldea, esta se mantenía igual que cuando se fue. Afortunadamente, con el paso del tiempo se ha ido viendo menos el abuso de poder por parte del sector imperial. Durante sus salidas y viajes ha podido ser testigo que en otros sitios no han tenido tanta suerte y sufren maltratos en su día a día.

Respecto al panorama de hoy, no hay nada planeado en concreto. A priori, se reunirá con uno o más compañeros de la aldea. Aunque muchos ninjas le desagraden por pertenecer a las filas de ideología diferente a la suya, con el tiempo fue capaz de conocer individuos que no fueran de ese bando. Obviamente, no conoce a todos. Es más, hasta existe la posibilidad de que hoy se tope solo con desconocidos y ninguno de sus conocidos aparezca. Estos pudieron morir mientras él estaba ausente, en un mundo ninja todo es capaz.

Mientras caminaba por las calles, miraba a su alrededor. Si era sincero, no le gustaba. El salir de la aldea le servía para ver panoramas mucho más agradables, que le animaban un poco y así no mostraba esa actitud tan seria la mayoría del tiempo. Sus pasos le llevaron a una zona algo alejada del público civil. Si tendría que esperar a que alguien más llegue, prefería un sitio tranquilo, aunque tampoco se quedaría sin hacer nada. Desde pequeño tiene un lugar predilecto para entrenar. Los árboles en el País de la Tierra no eran los más bonitos, pero al menos tenían su utilidad.

Ahí fue cuando Katsuya enseñó el vendaje que tenían sus puños y comenzó a golpear con fuerza el tronco de un árbol. Este vibraba y se tambaleaba un poco, provocando que las poquísimas hojas que tenía cayeran al piso. Podía parecer una práctica rudimentaria, pero a veces lo simple termina siendo lo más efectivo. Aunque ha aprendido formas de mejorar más avanzadas o contemporáneas, él prefiere siempre seguir sus propios métodos. Su camino lo escribe él e incluso él decide el lápiz o la tinta que se usará.

Me pregunto si es muy temprano. — Ni tanto, los relojes ya marcaban las 09:00.
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— Amigo, con esa cantidad de puntos en fuerza, seguro que partirías ese árbol en cuestión de segundos — exclamó el flamante rubio mientras seguía los pasos de Katsuya, quien había pasado muy cerca de la tienda de dumplings donde él estaba comprando. — ¿Sabes? Muchos te llaman la "momia de Iwagakure" — añadió con una sonrisa, apenas pudiendo contener la comida en su boca.

Renji avanzó un poco más allá de la posición de Katsuya y se volvió para observar a su amigo. — ¡Oye! No te preocupes, no pasa nada. A mi me llaman "loco"— dijo mientras le ofrecía un dumpling, pero rápidamente se retractó al ver que un pequeño ratón salía de la manga de su haori para comerse lo que quedaba del bocadillo. —... Vaya, no recordaba que estuviera ahí. — se encogió de hombros y lanzó el dumpling para alejar a la rata.

El joven de cabellos rubios chupó cada uno de sus dedos y sacudió las migajas que reposaban en toda su ropa, para luego tomar asiento en una de las ramas de un árbol cercano a donde se encontraba su amigo, especialista en Taijutsu. — ¿Y qué hay del resto? — preguntó Renji, finalizando su pregunta con un eructo proveniente de lo más profundo de su ser. — Wow, eso venía desde muy adentro. — Golpeó su pecho un par de veces para asegurarse de que fuese todo por eructar, sin embargo, no hacia más que esperar las respuestas por parte de su amigo.
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Se trataba de nada más que seguir la rutina. Aquel día, un viejo amigo que tenía dentro de las filas de Iwa se reuniría con él y otros conocidos a las afueras de la villa. Allí, en un paraje con algunos secos y autóctonos árboles, Katsuya le daba de golpes a un tronco mientras Renji Tanaka lo animaba.

"Renji Tanaka. Quién mierda sabe cómo llego a convertirse en un Jounin. Hacía tiempo que no lo veía, creí que ya había decidido seguir sus impulsos e irse a la mierda de este agujero". Naoya tomó un cigarrillo de su caja y lo colocó entre sus labios, dándole fuego mientras se acercaba al dúo. "De todos modos es un buen tipo, al menos no es facho y parece ser más revolucionario. Sin dudas su talento está a años luz del mío". Tras dar una calada a su cigarrillo, se anunció, por si nadie lo había notado allí. — Ey. Buen eructo. — Negó un par de veces con una sonrisa. — ¿Qué se cuentan aquí fuera? ¿Llegué a tiempo para la reunión de fenómenos? — El Shoku nunca había sido de los más integrados en la aldea, de hecho desde su tardía graduación por haber estado afiliado a la Rebelión y diversos problemas con la ley, jamás se había sentido parte de una Familia de la Tierra. 

— ¿Cómo te trató la misión, huh? — Preguntó a Katsuya, quien si hubiese tenido un buff de Fuerza mayor, seguro habría partido aquel árbol de cuestionable Resistencia. "Apuesto a que un maestro médico lo parte", pensó. — Dicen que te hirieron. ¿Estás bien?
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Los últimos días de aquella semana habían sido un castigo en todo sentido para el peliazul. Se había tenido que forzar a pulso a terminar una montaña de papeleo de importancia escasa para poder estar libre en la fecha pactada. Si bien no era el más amigable de los referentes, no quería ni iba a desperdiciar una oportunidad de jugarle en contra al aburrimiento. Por fortuna, su último sprint metafórico había funcionado, encontrándose ya sin labores y de camino al encuentro con el resto. Y así lo haría, llegando al punto de encuentro aparentemente de último.

— Mejor salir herido que terminar enterrado entre el maldito papeleo. — Comentó a la última observación de Naoya, que fue lo único que alcanzó a escuchar mientras llegaba. — No le veía fin. — Dijo. Quizás el resto recordase o no, pero el ojicarmesí había sido castigado por insubordinación y llevaba una temporada ya sin misiones y obligado a centrarse en un trabajo de oficina.

Tras su anuncio buscaría un árbol bajo el que sentarse, uno distinto al que servía de asiento a Renji y el que servía de prop de entrenamiento a Katsuya. Se sentaría en el suelo, apoyando la espalda en el tronco seco, y con la mano izquierda haría girar un montoncito de arena que había salido de debajo de su ropa. Era un reflejo casi inconsciente, algo que hacía pasar el tiempo. — ¿Te quedan dumplings de esos? — Preguntaría a Renji, pero antes de recibir una respuesta volvería a alzar la voz, esta vez en general. — ¿Algo interesante que contar? — Y se le notaba el aburrimiento acumulado en cada palabra.
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Última modificación: 01-07-2023, 04:24 AM por Katsuya.
Los minutos en soledad fueron breves, puesto que rápidamente llegó el primero de los compañeritos que harían presencia hoy. Este era Renji, un tipo cuanto menos peculiar, pero que, a pesar de tener unos años menos que Katsuya, ha logrado que este último le tenga confianza. — Podría, pero tampoco es la idea quedarme sin árboles. — Además que eso podría traerle uno que otro problema. Acabar con la flora del mismo lugar en que se vive no una idea que él comparta. — ¿Ah, sí? Nunca he escuchado ese apodo. Supongo porque quienes lo dicen, temen a ser ellos las momias. — Un comentario amenazante, pero normal en él. Respecto al ofrecimiento de comida, ni estiró la mano. Jamás tuvo confianza en que eso sucediera. Como si fuera mala suerte, siempre sucedía algo inesperado cuando él ofrecía comida.

No tardó en aparecer otro tipo, este bastante más feo que los dos que llegaron primero, pero no por eso le podían impedir caminar en un lugar público de la aldea. — No podía empezar sin ti. No hagas preguntas cuya respuesta sabes. — Como aspecto común en él, el callarse lo que pensaba era lo que predominaba en su psicología. Si le dices algo, te responderá como se debe. No es de aquellos que prefiere guardarse lo que piensa. Por ahí, un mítico dijo que su opinión era suya y se la guardaba para él, Katsuya no seguía ese lineamiento.

Por supuesto que estoy bien. Llegar de una misión sin heridas significa que solo fuiste a pasear. — Desde hacía mucho que ascendió en la jerarquía ninja para que le fueran asignadas misiones más peligrosas en donde hay batallas en tierra, en el mar, con decapitaciones, desintegraciones y todo. Cuando se le pide realizar una tarea sencilla, no se le ve trabajando con buen ánimo.

En medio de toda la conversación hizo aparición la última persona del grupo, si es que se le podía llamar así. Fuera de los cuatro, cualquier otra llegada sería muy sorpresiva y no bien recibida. Aunque claro, también entre los presentes podía haber alguno no del todo querido y así lo haría saber Katsuya.

¿Algo interesante, dices? Pues yo tengo una pregunta. — Para terminar su entrenamiento de golpes, dio uno potente a aquel en donde Renji estaba sentado, derribándolo. Una vez hecho eso, apuntó con el índice derecho hacia Naoya de forma incriminatoria. — Por lo que sé, a ninguno de nosotros nos cae bien ese tipo. Entonces, ¿qué se supone que hace aquí? — Nuevamente atacó su impulso de ser abierto con las palabras que pasaban por su mente.
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— Sí que tienes un sentido del humor difícil — resopló Renji, notándose abatido al no lograr sacarle una sonrisa al chico con múltiples vendas. Nuestro audaz héroe tenía algo en la punta de la lengua, pero la llegada del resto de compañeros obstruyó el comentario que, en su cabeza, hubiese sido excelente...

— ¡Naoya! — exclamó Renji emocionado al ver al pelinegro. — ¿Cómo va la familia? — Renji no pudo contener su estómago y sacó una bolsa de papas que también había comprado de camino al punto de encuentro. — Justo a tiempo, amigo mío. — Sonrió mientras se llevaba un puñado de papas a la boca. — Este nuevo sabor es espectacular... — pensó en voz alta mientras revisaba el reverso de la bolsa.

Por último, pero no menos importante, estaba Arata, quien había estado detrás de cuatro paredes después de una temporada de insubordinación. — Creo que tengo uno por aquí... — Renji rebuscó en sus ropajes y, efectivamente, encontró un dumpling, o al menos lo que quedaba de él, ya que aquel pequeño ratón había vuelto a atacar su comida. — Maldita sea, chefcito. — Sacudió al animal y le ofreció el dumpling a Arata. — ¿No? Bueno, si en todo caso no lo aceptas, me lo comeré yo. Es más para mí.

— Eh... — Renji quedó ligeramente pasmado ante el comentario de Katsuya y no vio otra opción más que intervenir. — A ver, hay diferencias, pero no sería tan extremista. — Añadió el rubio intentando aligerar el asunto.
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— ¡Renji! — Respondió de la misma manera al saludo del eufórico chico planta, que andaba ya revisando las especificaciones nutricionales de unas papas fritas de dudosa procedencia bromatológica. Cualquiera diría que un shinobi no podía mantenerse en forma comiendo tanto, pero el domador de ratas, el Maestro Splinter, era una clara muestra de lo contrario. — Bien. Gerou y Kuza siguen entrenando, como de costumbre. Llevan un mes en el templo. — Comentó en referencia a sus dos hermanos menores, ante la pregunta del Tanaka.

Antes de que Katsuya siquiera responda su pregunta, Arata hizo acto de aparición. También había sido un tiempo sin verlo en acción luego del castigo. — Ey. Qué hay. Que asco el papeleo, de verdad. — Negó un par de veces. — Quizá por cosas como esas nadie respeta a los shinobis de Iwa. — Hacía clara alusión a la legitimidad que tenían las fuerzas imperiales, que frente a la oposición rebelde, perdían terreno día a día, y sobre todo credibilidad de los ciudadanos.

Entonces Katsuya lo acusó directamente. Bah, no muy directamente, pues pese a que lo señaló, no le habló directamente a él sino que comentó al resto sobre su presencia. ¿Es que acaso no era capaz de decírselo de frente? — ¿Y si en lugar de buscar cómplices lo dices de frente? — Naoya estaba apoyado sobre un árbol exactamente opuesto a aquel donde reposaba Arata. — Pregúntame a mí. ¿O no acostumbran a hacer eso con tus amigos los soldaditos del Inari? — Lo desafió. Si bien no tenía ningún tipo de bronca con ninguno de ellos, y de hecho jamás había confrontado con nadie por ser funcional al régimen imperialista, a Naoya le quedaba la espina de ser el único de ellos que no servía directamente como un shinobi imperial. De hecho, él estaba más apegado a la Hangyaku no Kitsune allí, y solía frecuentar los lugares donde estos se reunían. Probablemente hasta daba mal aspecto que alguien como él se juntase con 3 shinobis de, mínimamente, rango Chuunin, siendo el Shoku un sujeto con reiteradas detenciones por hechos menores y mal visto por la administración de la villa.

Pese a todo, la política de no-ejecuciones ni trabajos forzados, llevaron a que, a lo sumo, su mayor castigo hayan sido unas noches en prisión y algún trabajo no-remunerado en las minas de Iwa. Todo en pos de ver crecer el régimen capitalista de la Tierra.
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Alzando la mirada para encontrarse con lo que el peculiar rubio del grupo ofrecía. Efectivamente, tenía un dumpling más, o lo que quedaba de uno. El pequeño roedor que había estado comiéndoselo le miraba con recelo ahora que entraba en la competición por el último bocado, o eso juraría Arata. Con un gesto con las manos el puñado de arena con el que jugaba volaría hasta la mano del rubio y le arrebataría el dumpling. Flotando por el aire en una escena particular y extraña la arena volvería al alcance del ojicarmesí, sosteniendo el dumpling. Otro gesto con los dedos haría que cada uno de los granos de arena se alejaran de la comida, y se la comería.

— Gracias pa, a la próxima guardame uno con menos mugre. — Dijo. Arata no era de los que recularían ante un poco de suciedad, y mucho menos cuando se trataba de comida gratis. Bastante hambre había pasado en años anteriores para ponerse exquisito ahora.

A los comentarios de Naoya no pudo sino suspirar en respuesta. El chico, a ojos de Arata, era uno de esos revolucionarios extraños que siempre estaban en contra del status quo. El Jiki no entendía cómo alguien como él no había caído en los mismos castigos de insubordinación. Definitivamente el imperio trabajaba de maneras extrañas.

Cuando iba a responder, sin embargo, Katsuya lanzó el puñal verbal al aire, dirigiéndolo prácticamente con telepatía tras señalar al Shoku. En dos segundos se había armado la tensión y una sonrisa desafiante escapó del rostro del ojicarmesí. — Ooh, pareces particularmente molesto. — Dirigiéndose a Katsuya. — ¿Qué ha hecho ahora? ¿Te ha robado algo? De donde vengo es común ejecutar a los ladrones. — Diría, en tono de burla.
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El ambiente de un momento a otro se volvió tenso. El comentario de Katsuya no caló bien y era de esperar. De todos modos, fue sincero. Había actitudes o actitudes que le parecían sospechosas por parte de ese individuo. Le molestó además que Renji haya querido zafar de inmediato con sus palabras, cosas que el experto en cuerpo a cuerpo no permitiría. — No cambies de opinión ahora. La última vez que hablamos me dijiste que te parecía muy intenso a veces. — Obviamente lo mandó al frente de una. Arata se salvó ya que fue más apañador en su comentario y no intentó quedar como el buena gente en frente de todos.

En frente de mí nunca ha pasado eso que dices. Esos soldados jamás hacen nada conmigo presente. Ustedes saben bien que yo no permito injusticias en mi presencia. — Y eso no se podía negar. Aunque trabaje oficialmente como un ninja, jamás ha temido el enfrentarse a los imperiales si hacen algo con lo que él no está de acuerdo. Sus valores e ideales siempre los ha defendido contra todos y conta todos y, claramente, nadie lo podía poner en duda.

Si la situación ya había dejado de ser una humilde conversación en la aldea con el pequeño lío que se formó, Arata generó ideas divertidas en la mente de Katsuya, quien quiso responder pronto al pequeño desafío indirecto que le lanzó Naoya. — Tienes razón. Creo que lo que robó fue… — De un segundo a otro la tensión se apoderó del ambiente y en el taijutser se notó un instinto agresivo que, para reaccionar, quizás ya era muy tarde. Si parpadeas, perdiste, es así de simple el juego. Fue como si hubiera desaparecido de su posición, pero realmente fue solo un desplazamiento. Sin que Naoya se diera cuenta, Katsuya ya estaba bajo su guardia listo para atacarlo con una patada.

Kage Buyō


Pero, afortunadamente quizás, la violencia no fue la ganadora, al menos por ahora. La amenaza de Katsuya terminó solo en eso, una humilde advertencia. Quiso dejarle claro que otro de esos comentarios no lo soportaría. Sabido era por él que no simpatizaba con los imperiales, por lo que querer relacionarlo a ellos era casi como un insulto. Sumado a que aún no hay confianza entre ellos para decirse eso en señal de broma, tuvo que aclararle las ideas.

De todos modos, no dudo que en el futuro puede que trabajemos juntos contra esos soldados. Por cómo va todo, probablemente no tarde mucho en que caigan definitivamente e Iwagakure se libre de ellos. — Su tono de voz ya no era amenazante ni agresivo, sino seguro, inspirando confianza.
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Naoya respondió con una gran euforia, y Renji se sintió parcialmente agradecido por la emoción en su respuesta. Asintió con la cabeza al escuchar sobre los hermanos de Naoya. Renji no se interpuso en los comentarios previos a la polémica, simplemente escuchó. Sin embargo, cuando Katsuya hizo un comentario explosivo, Renji decidió intervenir una vez más. Aunque antes de hacerlo, expresó su aprobación con un gesto leve hacia el comentario de Arata, quien parecía simpático hacia el rubio debido a su afinidad por la comida.

— ¿Me estoy perdiendo algo? — preguntó Renji, sintiéndose un poco desorientado con respecto a la situación. El joven rubio aún tenía una papa a medio comer en la boca y no estaba seguro si debía hablar o comer, así que decidió continuar comiendo. Renji masticó enérgicamente y añadió al comentario de Katsuya: — Todos son muy densos en mi opinión, les falta un poco más de "soltura". — El Jounin modificó ligeramente su tono de voz, expresando así su opinión personal sobre el resto de los integrantes de esa peculiar reunión...

Las cosas parecían estar empeorando, así que el Jounin decidió alejarse un poco y acercarse a Arata para ofrecerle papas de la bolsa. Su intuición le indicaba que probablemente se avecinaba un espectáculo pronto, aunque tal vez no sería tan magnífico como se esperaba. — Vaya... — soltó un comentario a medias y dejó escapar un silbido al finalizar la palabra. Por el momento, no diría nada más.
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— Robar no es mi estilo. No soy amante de lo ajeno, la verdad. No me verás en la trena por eso. — Naoya se refirió a las acusaciones de Arata, que no hizo más que añadir leña al fuego y cebar a Katsuya a intentar algo. La posición del Shoku era totalmente neutral, no se mostraba hostil ni a la defensiva, y sólo se había defendido de comentarios bastante desacertados y ambiguos de parte del pelinegro.

— No te he acusado de nada, tranquilo. Pero si te molesta algo podrías no dar vueltas y decirlo, ¿no? — El punto de Naoya no era acusar ni señalarlo como imperial, pero fue su defensa más efectiva ante un ataque que sintió muy personal. ¿Por qué no les caería bien? Cierto era que rompía con lo típico y solía ser reacio a acatar órdenes y directivas, además de plantear ideas de izquierda con frecuencia y defender a los más débiles con más ahínco que el resto. No era un ladrón, pero comprendía a aquellos que se ganaban la vida por vías alternas. ¿Molestaba a caso su ideología? Siempre pensó que, de los shinobis, ese trío era de lo más rebelde que se podía encontrar, o al menos no eran represores.

Y en unos segundos, haciendo gala de su gran talento y poder, Katsuya se plantó debajo de sus ojos listo para mandarlo a volar, pero conteniéndose. Era un mensaje, una advertencia, una manera de decirle lo insignificante que era a su lado. "Su velocidad está a años luz". Pero Naoya nunca reculaba. No se mostró agresivo ni intentó hacer nada, pero tampoco pestañeó. Reconocía la fuerza de Katsuya y no lo provocaría en vano, más cuando le daba una oportunidad para dejar todo en tensión y que no estalle.

Desde arriba, lo vería y ladearía la cabeza, como diciendo "de la que me estoy salvando". Ya había recibido golpes y había sido linchado en grupo por shinobis adeptos al imperio en más de una ocasión, así que no temía, pero tampoco quería chocarse contra una pared. Conocía sus límites. — Amén. Va siendo tiempo de que pateemos la mesa, ¿no? — Respondió al comentario de colaboración inminente que el chuunin soltó. — Desde el golpe de Estado que no estábamos tan cerca de lograrlo. Falta menos de lo que pensamos para al fin ser libres.
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Con una risa recortada y una expresión de interés mezclado con entusiasmo el ninja de la arena veía como la escena iba desenvolviéndose. Si bien su comentario no iba exactamente dirigido como dardo a la integridad del Shoku, no podía evitar buscar que la conversación fuese llevada a un punto más interesante. De lo contrario habría preferido quedarse enterrado en papeleo antes que perder el tiempo con una conversación insulsa.

Cual el rubio se acercó a él ofreciéndole de aquello que estaba comiendo estiró la mano hacia la bolsa para tomar unas cuantas papas. No se atrevería a tomar más de la cuenta para evitar que el otro le cobrase, pero tampoco desperdiciaría la oportunidad de otra comida gratis. — ¿Te parece que falta soltura? — Preguntó de vuelta a Renji tras darle un par de mordidas al bocado que se había llevado a la boca.

Enseguida llegaría el amago de patada, y Arata acentuaría su interés, inclinándose por instinto para no perderse ningún detalle. — Así hace amigos. Estoy seguro de haber recibido alguna de esas en algún momento. — Refiriendose a la patada señalaría con el dedo hacia la ubicación donde el ninja buscaba patear el aire que respiraba Naoya.

Tras los comentarios de tintes políticos de ambos no pudo evitar recular un poco en cuanto al interés, volviendo a recostarse en el árbol. — Si vamos a actuar hay que ir pensando en hacerlo pronto. No creo que al imperio le guste la idea de perder el control de una aldea como esta, y no tardarán en mandar refuerzos. Imperiales o esos malditos criminales que pueblan el desierto, lo que esté más cerca. — De estos últimos sabía algo él, siendo oriundo de aquellas tierras.

Por lo demás continuaría expectante, esperando a que algo más sucediese o alguien más dijera algo interesante. Seguiría jugando con arena como siempre, mientras terminaba con las patatas que le había dado Renji.
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Ya habiendo pasado finalmente el pequeño momento de tensión, el tema de conversación puesto sobre la mesa era bastante interesante. Sabido era que, entre todas las grandes aldeas, la de la Tierra era la menos dominada por el imperio. El que se convierta en una nación rebelde o libre está más cerca de lo que se cree, pero este proceso tarda más de lo que debería. Se necesita que se dé el paso final, pero para eso alguien debe atreverse. ¿Acaso entre los presentes estará aquel que comande el resto a seguir adelante sin dudar? Quién sabe.

Arata tiene razón. Si ellos buscan concentrar poder para reprimirnos, no sé si estaremos a la altura de enfrentarlos. Esperar puede ser demasiado tarde. — Confiaba en su fuerza, pero subestimar el poder mundial del imperio era muy mala idea. En sus viajes ha podido observar de cerca la cantidad de ninjas que tienen en sus filas, sobre todo porque tienden a tener una mejor educación shinobi. Los que no creen en sus ideales han tenido que arreglárselas de distinta manera para formar su fuerza y experiencia.

Soltó un ligero suspiro y caminó unos cuantos en dirección a Renji, aunque sin acercarse demasiado. — De entre todos aquí, eres el único jounin. Debes tener información que pueda servirnos de guía. ¿Qué opinas de todo esto? Confío en que compartes bando con nosotros, pero necesitamos que aquellos que más acceso al conocimiento tengan den un paso al frente. — Aunque él fuera chuunin y conoció a uno que otro jefe, jamás ha podido estar en reuniones o mínimo establecer una charla con alguien importante. Sumado a la cantidad de veces que se ha metido en problemas con compañeros, menos oportunidad de que le tengan confianza hay.

Cuentas con mi fuerza si necesitas apoyo. Lo sabes. — ¿Qué respondería el de cabellos amarillos? Se caracterizaba por ser alguien tranquilo, pero un jounin no llega hasta ese rango siendo un pacifista. A Katsuya le causaba intriga saber qué pensaba, cómo creía que debía avanzar la historia.
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— Jum. — Posterior a su último comentario, el Rubio controlador de plantas se quedó bastante callado. No parecía tener interés en meter su cuchara en la sopa, al menos no hasta que las cosas tomaran otro camino y en efecto, fue el caso...

Le llamó la atención que Naoya no reculó ante la amenaza de Katsuya. Aparentemente, era su forma de socializar, un poco extraña, pero poco podía decir Renji, él iba ofreciendo comida a todos sin discriminación. — ¿No les preocupa las bajas de por medio? — Y allí cayó, nuevamente, nuestro glotón metía su cuchara en la sopa. — El yugo después del golpe de estado ha dejado un hueco muy grande en las fuerzas de la aldea. He escuchado historias extrañas, Shinobis que se enfocan más en deseos carnales que en otras labores realmente importantes. — Renji llevó su diestra hacia su mentón y sin querer, mancho parte de su rostro con los restos de aquello que había estado compartiendo con Arata. — Ha habido algún que otro rumor sobre hazañas, pero también, esos mismos rumores lo catalogan como un "Intento duro". — El jounin se notaba ligeramente preocupado por ese último detalle.

A partir de allí, no hizo más que esperar por una respuesta ante sus comentarios. Todos parecían estar en el mismo bando a pesar de las diferencias claras entre alguno de los integrantes de la reunión, pero estaba bastante seguro de que podrían sobrellevar las cosas si el fin en común era lo suficientemente importante. En todo caso, el Jounin volvería a ser un espectador más, no sin antes retirar una nueva bolsa de comida y ofrecerla nuevamente a su compañero más cercano, Arata.

— Estas son un sabor nuevo, tienes que probarlas. — Comentó en voz baja muy entusiasmado mientras extendía ligeramente la bolsa en dirección al Jiki quien se divertía con aquellas extrañas cosas de arena que solía llevar siempre consigo.
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Tanto Katsuya como Arata expusieron interesantes puntos sobre la posibilidad de asestar un golpe al Shodai Inari y el Imperio de la Tierra, antes de que Renji tomase la posta. Naoya compartía un poco sus opiniones, pero a él le importaba poco todo ello relacionado a daños colaterales. No temía por nada. La mención sobre "bajas de por medio" del chico-planta lo bajó de un hondazo de su nube ideológica y lo hizo reflexionar, por sus hermanos sobre todo. — Sí, a mí me preocupa. Pero igual creo que podemos ser efectivos. La última guerra la perdimos porque un hijo de puta traidor se cagó en la alianza con Taka no Ame y... — Apretó su puño en el aire, como teatralizando el estallido de un corazón. Sus palabras hacían referencia al asesinato a traición de Shoku Goru (su pariente lejano) hacia Taka no Ame. Le dolía compartir linaje con un traidor de esa calaña, pero la justicia divina lo había dejado bien muerto.

— Yo creo que no es descabellado que podamos ganar. La Hangyaku no Kitsune fácilmente vencería a las fuerzas de Iwa actuales, si ninguna otra aldea o nación interviene. El problema son las formas. — Se llevó la mano a la barbilla y luego formó una sonrisa. — En mi humilde opinión, lo mejor es bloquear la comunicación o intentar hacer un bloqueo de rutas. Explotar las vías del ferrocarril o provocar derrumbes en los pasos fronterizos. Así ningún enemigo podrá acercarse a Iwa, y desde dentro podemos hacer estallar al sistema. — Sus ideales anárquicos y revolucionarios afloraban a cada frase que lanzaba. No era de los que iban de a poco, él soñaba a lo grande y creía en las capacidades del pintoresco grupo. "Es hora de tomar las armas. Suficiente ya se han preparado. Mira la patada que me estuve por comer, es hora de que aplique esa fuerza al hijo de puta del Shodai Inari y sus súbditos". Sonrió por sus pensamientos y observó las papas que ahora ofrecía el Tanaka.
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Al final del día el Jiki se tomaba las cosas más a la ligera que sus compañeros de profesión. O al menos que la mayoría, porque Renji normalmente estaba en el extremo de la apatía siempre que pudiese conseguir paz en una bolsa de patatas. Curiosamente este último era quien ostentaba más rango de entre los presentes, cosa que Arata se cuestionaba de vez en cuando con un “¿Cómo lo hizo?” lleno de más dudas que cualquier otra cosa.

El mismo Jounin ahora le ofrecía patatas de un sabor nuevo, y, por supuesto, el ojicarmesí las aceptaría con gusto. — A ver… — Alcanzaría unas cuantas de la bolsa para comerlas mientras Naoya daba su speech anarquista digno de un adolescente malcriado. Trató de no soltar una carcajada al verlo desde aquella óptica, pues al contrario que el resto, prefería no herir susceptibilidades. Nunca estaba bien dañar relaciones con otros cuando aún se le podía sacar provecho a estas de una forma u otra, y eso lo tenía muy claro él, casi como un credo.

Pero se echó atrás, recostándose más en el suelo, y dejando salir un suspiro sonoro al tiempo que cruzaba los brazos detrás de su nuca. Ya se había comido la última patata que le había robado a Renji, y aunque el nuevo sabor no le encantaba; era comida grátis. — Recuerdo cuando mis preocupaciones más grandes eran explorar cuevas y limpiar mierda de murciélago. — Rememoraba sus primeras misiones. — Y ahora estamos hablando de explotar pasos fronterizos. — Volvería a conjurar -por llamarlo de alguna manera- un manojo de arena plateada con la que empezaría a hacer formas pequeñas a modo de entretenimiento.

— ¿Por qué no mejor vamos a hacernos con otra aldea? Ya estoy harto de estar encerrado aquí y hace tiempo que no viajo. — Su comentario era una media verdad, pero quería ahondar en las ideologías de sus coterráneos. ¿Los impulsaba el patriotismo? ¿O era simplemente aprovechar la zona de confort y rebelarse en terrenos conocidos?
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Renji no parecía del todo muy convencido de ir con una ofensiva total, aunque Katsuya era capaz de comprender la preocupación de las bajas que podía haber en medio de un conflicto bélico local. — Todos los ninjas debemos estar siempre listos para perder la vida. Si te refieres a civiles, estoy dispuesto a dar la mía para que ellos sobrevivan. — El hecho de que el de ojos carmesí sienta tanto desprecio hacia el bando imperial era por el abuso que ejercían sobre la sociedad, así que con tal de acabar esto, no tenía problemas en sacrificarse. Después de todo, su objetivo para entrenar y ser fuerte es ese, combatir contra los del bando enemigo.

Las ideas de Naoya y Arata podían complementarse entre sí. Conquistar otras naciones no es que sea de su interés, pero mantener contacto con ellas sí podía ser útil. Durante su viaje fue capaz de conocer que la rebelión no solo vive en el País de la Tierra, sino que en todas partes del mundo. — Podríamos crear alguna unión con otras aldeas para que ellos mismos eviten refuerzos que vengan a atacarlos luego de deshacernos del enemigo externo. — Curioso que él hable de alianzas cuando no es la mejor persona posible para ganarse a otras tras el don de la palabra. Obviamente, dejaría que alguien más se encargue de algo así. Él simple participa en aquellas labores donde sus puños podían ser los principales protagonistas.

De todas formas, necesitamos que las personas fuertes de la rebelión cuenten con nosotros para las tareas importantes. Incluso podrían mandarnos a otros países a trabajar. — Refiriéndose a la idea de Arata de querer viajar. — Pero si nos dejan fuera, estamos algo limitados en cuanto a nuestro movimiento. No es que yo pueda ir por mi cuenta al centro de la aldea y simplemente atacar a todos. — Un momento, eso suena exactamente a algo que haría alguien que disfruta combatir y, además, posee una técnica prohibida que le otorga un poder incomparable.

O…
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Naoya parecía tener una visión fuerte y a veces un tanto extrema de las cosas, lo que desconcertaba a Renji en algunas ocasiones. Sus pensamientos sobre cómo lidiar con el Imperio eran agobiantes y no parecían encajar con la idea de escape que había motivado la formación de su grupo. Renji suspiró ligeramente ante la primera parte del diálogo, decidiendo enfocarse en su comida en lugar de profundizar en el tema. Naoya continuó hablando, y Renji optó por callar y escuchar, dada la intensidad del tema.

— Puede ser, aunque tengo mis dudas. — Renji habló brevemente antes de llevar más comida a su boca, evitando expandirse en su opinión. Naoya no parecía haber terminado su intervención, por lo que era mejor dejarlo hablar y reflexionar mientras seguía comiendo. — Suena como una estrategia sólida, aunque podría tener implicaciones en la recuperación después de un ataque. — Señaló el Jounin mientras compartía la comida con Arata.

Las palabras de Jiki resonaron en Renji, y no pudo evitar sentirse identificado con el Chunin. Levantó su mano y ejecutó un ligero chasquido para señalarlo. — Totalmente de acuerdo, yo también provenía de una vida sencilla, lejos de todo esto. Y aquí estamos, en medio de todo este asunto, con un grupo de individuos sorprendentes. — Sonrió mientras bajaba la mirada y seguía disfrutando de la comida.

Por último, pero no menos importante, Katsuya intervino en la conversación, algo inusual pero que agregó una nueva dimensión al diálogo. — Tengo un viaje planeado pronto, hacia un país distante: el País del Té. Voy a investigar y ver qué podemos obtener por allá. — Hizo una pausa para pasarle la bolsa a Jiki y tomar otra para sí mismo. — Toma, quiero probar otras. — Renji inclinó la cabeza de un lado a otro antes de continuar. — Ah, sí, eso. Si están de acuerdo, podríamos considerar comenzar nuestra búsqueda en el País del Té. Les traeré lo que logre conseguir. — Renji concluyó su intervención como siempre, volviendo a centrarse en su comida.
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