Misiones de novato
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Correr sobre los tejados, saltar de casa en casa y avanzar por el manto negro de la noche era algo liberador. Las hazañas que podría realizar, todo era meramente especulativo, pues rara vez podía luchar. 
Patrullar una zona en búsqueda de ladrones y causa pleitos en las zonas comercial y residencial. El cielo estaba nublado y el viento frío, pero era una buena noche, pues sólo las luces de la ciudad alumbraban.

Quizás era una buena oportunidad para demostrar mi valía, mis habilidades. Me adentré en las zonas bajas de la zona comercial, cerca de la zona de barrios bajos, donde las casas eran casi cabañas de madera con paredes de papel, aunque casi siempre toda la casa era una sola habitación.

Un grito se escuchó a lo lejos. Arañé mi mano, causándome un sangrado, activando con ello mi poder ocular. Observé la sangre de mis alrededores, mientras me dirigía hacia la zona del grito. Se veían unas manchas en el piso, cerca de una "trabajadora nocturna" que había sido atacada. Seguí el rastro de la bola de sangre.

La velocidad del sujeto era alta, por lo que tuve que hacer uso de mis habilidades para rastrear las escasas gotas de sangre que se alejaban. La oscuridad me impedía ver detalles del lugar, pero al activar mi capacidad de audición mejorada, pude seguir el sonido de los pasos corriendo, huyendo del lugar.

Las pisadas cesaron y terminaron en una casa abandonada. Llegué hasta la casa, saltando hacia la pared para caer de "pie" sobre la misma, caminando en vertical. Ya con calma, me acerqué para examinar mejor.

Un sujeto con capa negra y sombrero de copa ancha quería esconderse en la oscuridad, pero desde su escondite logró ver mis ojos rojos asomándose hacia adentro de la casa.

De pronto, se sintió cansado, como si no hubiera desayunado ni comido ese día. Su fuerza y velocidad disminuyó en ese momento. Lanzó unos cuchillos que tenía ocultos bajo su capa, volviendo a esconderme al quitarme de la ventana. 

-Habrá tormenta en tu funeral-dije con la voz más seria y calma que pude. El sujeto ya no sólo se sentía débil, sino también comenzó a sentir miedo. Sabía que algo estaba mal, y que no debía seguir ahí más tiempo ¿acaso el cazador estaba siendo cazado? ¿era un giro del destino, del karma, por haber asesinado prostitutas?

Lanzó una bola de humo y bajó rápidamente las escaleras. Se escondió detrás de una puerta, sosteniéndola para que no pudiera abrirla.

Escuchó mis pisadas en la madera vieja, y la sombra de mis pies pasar por delante de la puerta. El sujeto tragó saliva y trató de contener la respiración lo más posible. Por debajo de la puerta, comenzó a manar un gas verdoso, inundando la habitación en donde aquel hombre se guarecía.

El gas comenzó a roer sus zapatos, causándole un intenso ardor en los pies. Tras inhalarlo, comenzó a sufrir ardor en las vías respiratorias. En su desesperación, saltó por la ventana, rompiendo los cristales. 

Corrió aunque ya no a tanta velocidad, viendo cómo esos ojos rojos le seguían. Un chorro de "agua" le empujó desde la espalda, derribándolo. Al levantarse, se observó la ropa, notando que estaba empapado en sangre. Su rostro de horror, el cual antes gustaba de empaparse de la sangre de sus víctimas, ahora se mostraba confuso y asustado.

Sacó la daga con la que solía atacar a sus víctimas, y encaró los ojos rojos que venían a por él.

-¿Que quieres de mí?- gritó el sujeto, manchado de sangre-¿que es lo que quieres de mí? ¿acaso puedes juzgarme por lo que he hecho? No temo a la muerte.

-Habrá tormenta en tu funeral-le volví a decir, volviendo a hacerle sentir miedo. Al girarse, observó una tumba en medio del camino. Estaba atrapado entre la tumba y los ojos rojos. Retrocedió conforme los ojos se acercaban, pero tenía mucho miedo de ver lo que había en la tumba. Sin otra opción, tuvo que voltear a ver la tumba, la cual tenía escrita su nombre. 

Su mano temblaba y no encontraba forma de articular palabras. No tenía fuerzas para continuar y su cabeza dolía.

-¿Que quieres de mí?- gritó finalmente el sujeto, corriendo hacia los ojos rojos. Sin embargo, al acercarse a los ojos rojos, se topó de nuevo con su tumba, con el ataúd abierto y su propio cuerpo viéndolo, sonriendo mientras los gusanos escurrían por sus cuencas oculares, cayendo sobre su piel verdosa.

...

Al día siguiente, las fuerzas del orden encontraron dos cuerpos. El de aquella mujer apuñalada en medio de la oscuridad por aquel sujeto, y el de aquel sujeto, quién lucía con un rostro de terror y agonía, con su cuerpo tieso y sus ojos mirando a lo lejos.

-Murió de un infarto. Su cuchillo coincide con el de la herida de la prostituta y, de hecho, con la herida de las otras encontradas en las noches. Cometió su último crimen y algo le hizo morir- dijo un médico forense.

-Um, karma. Será mejor sacarlo de aquí. De cualquier modo, este monstruo se metió con la persona equivocada-dijo un oficial, dando la orden para que el equipo forense levantara el cuerpo. 

Mientras tanto, yo lo veía todo desde lejos, como cualquier otro curioso. Yo sabía lo que había ocurrido y eso era suficiente.
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