Llegada, 1 de Octubre 14 D.K.
Llegada al Valle del Fin
A medida que me adentraba en el Valle, los susurros de los antiguos bosques envolvían mi ser, los árboles se alzaban de forma majestuosa, formando un verde que filtraba la luz del sol y proyectaba sombras danzantes en el suelo cubierto de hojas caídas, cada paso que daba resonaba en armonía con la melodía natural que llenaba el aire, la serenidad del lugar era interrumpida por los restos de las antiguas estructuras que se alzaban entre los árboles como monumentos silenciosos, unas grandes columnas de piedra erosionadas por el paso de los siglos, arcos derruidos y muros desmoronados, todo testigo de un pasado lleno de batallas y leyendas, estos vestigios del pasado parecían contar historias susurradas por el viento.Continué mi camino, explorando cada rincón del valle, entre los árboles, descubrí antiguos altares cubiertos de musgo, donde se rendía tributo a dioses y espíritus olvidados, me detuve ante ellos, maravillado por la energía que todavía vibraba en esos lugares sagrados, el aura de misterio y poder era palpable, y me recordaba la importancia de respetar las fuerzas invisibles que gobernaban el mundo shinobi.
Los bosques del Valle parecían estar vivos, con una vida propia que se manifestaba en sus hojas que susurraban al viento y en la danza de la luz entre las ramas, a cada paso, me sentía más conectado con la naturaleza y más consciente de la grandeza y la fragilidad de todo lo que me rodeaba.
En mi llegada al Valle del Fin, comprendí que aquel lugar no era solo un campo de batalla, sino un santuario de la naturaleza y la historia, Los bosques y los restos de las antiguas estructuras me abrazaban, invitándome a ser parte de su legado eterno, acepté su llamado con humildad, sabiendo que este lugar me enseñaría lecciones valiosas y moldearía mi camino como shinobi en formas que aún no podía imaginar.
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