Shiva estaba durmiendo, era algo comprensible puesto el día tan ajetreado que habían tenido. Su descanso estaba siendo velado por Rudra, su hermana, la cual se encontraba en la habitación con un diario frente a ella, iluminado tan solo con la luz de una vela. Lo que habia pasado aquel día sin duda cambiaria la vida de ambas para siempre, de modo que decidió plasmar lo ocurrido en un diario. No era con el fin de transmitirle esa información a alguien, ni pretendía eventualmente escribir un libro. Tan solo era una forma de expresar lo que habia sentido durante aquel tiempo desde que regresaron a Iwagakure. Y sin más dilación comenzó a redactar con el pincel y la tinta...
Todo comenzó hace muchos años, las dos hermanas nos encontrábamos solas y desamparadas en el mundo tras la muerte de nuestros padres en Yugata. Evidentemente aquel lugar ya no era habitable y hacia falta buscar un nuevo hogar. Por suerte Shiva recordaba que pertenecíamos a un clan de Iwagakure, aunque nuestro padre estuvo muy desligado del clan dado que no se dedico al ninjutsu era lo único que tenían.
Ambas viajamos con otros supervivientes de Yugata que procedían de Iwa o el País de la Tierra en un origen. Muchos como nuestros padres fueron a viajar a esa nueva ciudad llena de sueños y promesas hará unos pocos meses cuando empezó a construirse. Y ahora todo eso se vio reducido a escombros y muerte. Se podía apreciar en aquella lúgubre comitiva, quienes habían perdido, quienes estaban rotos, los reflejos de las heridas de aquella batalla, un desfile de los condenados.
Finalmente ambas llegamos a Iwagakure donde tuvimos una audiencia con el líder del clan Ashira Kozaburo. Sin duda la situación no era fácil, no tanto por culpa de nosotras, sino más bien por la de nuestro padre. Al parecer él se decidió apartar del clan y sus costumbres, en especial cuando decidió de ir a vivir a Yugata. Pero como el líder, que ya tenia cierta edad, resalto esas fueron decisiones de su tonto hermano menor, no de nosotras. Seria injusto castigarnos por una decisión que no estaba ni en nuestras manos y más cuando habíamos regresado. Pero habia una condición por parte del líder. Ambas teníamos que abrazar las costumbres del clan que nuestro padre decidió dejar de lado, es decir, volvernos ninjas del noble linaje de Ashira.
En la sala no solo estábamos presentes nosotros con Kozaburo, también se encontraban en el lugar un par de ancianos más del clan que representaban otras ramas secundarias del linaje. El que más protesto era Ashira Kiyoshiro, negando que se dejara retornar al clan a hijas de un desertor y recalcando que portaban sangre maldita, una deshonra para el linaje del clan por culpa del capricho de su padre. De eso nos enteraríamos más adelante, pero no me importa explicarlo en este punto como un anticipo.
Nuestro padre se enamoro de una extranjera, no era de la aldea, probablemente no era ni siquiera del país de la Tierra, aunque en ella no se habia manifestado pertenecía a un linaje muy extraño y remoto que se le tiene en algunos lares como maldito. Algo que en verdad es comprensible, a todas luces parecía como una maldición nuestra condición, aunque nunca lo quisimos ver como tal. Eso probablemente fue uno de los motivos que llevo a nuestro padre a dejar la villa y buscar una nueva vida.
Pero volviendo a la reunión el líder Kozaburo decidió ignorar aquella condición, como las manos de Shiva demostraban en su sangre corría el linaje de los Ashira, a diferencia de las mías. Pero no habia opción de tomar a una sin la otra, así que gracias a Shiva pudimos quedarnos en el clan bajo el amparo del líder Kozaburo, en cierto modo se debía sentir responsable por nosotras al ser nuestro tío. Aunque en verdad no tenia porque, lo cual habla muy bien de él.
El tiempo fue pasando y ambas éramos entrenadas como ninjas, Shiva era la talentosa de las dos, a parte que era quien tenia las capacidades del clan heredadas algo con lo que yo nunca podría contar. No negare que en esa época me sabia muy mal ser tan diferente, ser tan inútil, saber que si no fuera por mi hermana nunca habría sido aceptada; de hecho aceptada como tal no lo fui. Yo era quien menos salía, Kiyoshiro tenia varios seguidores que compartían su visión y me señalaban como un error, como una maldición, el trato era claramente vejatorio. Trato que tambien recibía Shiva por culpa de estar conmigo. Llegue a pensar que tal vez estaría mejor sin mi; pero incluso pensando eso nunca fui capaz de quitarme la vida.
Siempre buscamos de conseguir el dinero por nuestra cuenta. No queríamos importunar a Kozaburo encima que nos acogió. A él no le importaba, es más nos empezaba a tratar con el tiempo como sus propias hijas. Debo resaltar que tardamos un poco en averiguar que el señor Kozaburo tenia un hijo y un nieto que habían fallecido en Yugata como nuestros padres. Ahí entendimos mejor como el hombre no quería perdernos aun siendo solos sus sobrinas, perdió a su hijo, nieto y hermano, todo en la misma noche, éramos lo único que quedaba de su linaje.
Pero volviendo a nuestra vida. Nos ganábamos el pan con pequeños hurtos, algunas estafas y apostando. Lo cierto es que nos ganamos muchas broncas por eso, pero nunca cruzamos la línea lo suficiente como para ser algo imperdonable. Por lo menos fue así hasta que con 18 años Shiva comenzó a frecuentar el coliseo del país del viento.
Rudra dejaría su pincel al lado del diario levantándose por unos momentos, estaba cansada, llevaba mucho rato escribiendo y tenia un poco de hambre. Había sido un día largo y hasta Shiva estaba hambrienta aunque siguiera dormida. Era un buen momento para un descanso.
Todo comenzó hace muchos años, las dos hermanas nos encontrábamos solas y desamparadas en el mundo tras la muerte de nuestros padres en Yugata. Evidentemente aquel lugar ya no era habitable y hacia falta buscar un nuevo hogar. Por suerte Shiva recordaba que pertenecíamos a un clan de Iwagakure, aunque nuestro padre estuvo muy desligado del clan dado que no se dedico al ninjutsu era lo único que tenían.
Ambas viajamos con otros supervivientes de Yugata que procedían de Iwa o el País de la Tierra en un origen. Muchos como nuestros padres fueron a viajar a esa nueva ciudad llena de sueños y promesas hará unos pocos meses cuando empezó a construirse. Y ahora todo eso se vio reducido a escombros y muerte. Se podía apreciar en aquella lúgubre comitiva, quienes habían perdido, quienes estaban rotos, los reflejos de las heridas de aquella batalla, un desfile de los condenados.
Finalmente ambas llegamos a Iwagakure donde tuvimos una audiencia con el líder del clan Ashira Kozaburo. Sin duda la situación no era fácil, no tanto por culpa de nosotras, sino más bien por la de nuestro padre. Al parecer él se decidió apartar del clan y sus costumbres, en especial cuando decidió de ir a vivir a Yugata. Pero como el líder, que ya tenia cierta edad, resalto esas fueron decisiones de su tonto hermano menor, no de nosotras. Seria injusto castigarnos por una decisión que no estaba ni en nuestras manos y más cuando habíamos regresado. Pero habia una condición por parte del líder. Ambas teníamos que abrazar las costumbres del clan que nuestro padre decidió dejar de lado, es decir, volvernos ninjas del noble linaje de Ashira.
En la sala no solo estábamos presentes nosotros con Kozaburo, también se encontraban en el lugar un par de ancianos más del clan que representaban otras ramas secundarias del linaje. El que más protesto era Ashira Kiyoshiro, negando que se dejara retornar al clan a hijas de un desertor y recalcando que portaban sangre maldita, una deshonra para el linaje del clan por culpa del capricho de su padre. De eso nos enteraríamos más adelante, pero no me importa explicarlo en este punto como un anticipo.
Nuestro padre se enamoro de una extranjera, no era de la aldea, probablemente no era ni siquiera del país de la Tierra, aunque en ella no se habia manifestado pertenecía a un linaje muy extraño y remoto que se le tiene en algunos lares como maldito. Algo que en verdad es comprensible, a todas luces parecía como una maldición nuestra condición, aunque nunca lo quisimos ver como tal. Eso probablemente fue uno de los motivos que llevo a nuestro padre a dejar la villa y buscar una nueva vida.
Pero volviendo a la reunión el líder Kozaburo decidió ignorar aquella condición, como las manos de Shiva demostraban en su sangre corría el linaje de los Ashira, a diferencia de las mías. Pero no habia opción de tomar a una sin la otra, así que gracias a Shiva pudimos quedarnos en el clan bajo el amparo del líder Kozaburo, en cierto modo se debía sentir responsable por nosotras al ser nuestro tío. Aunque en verdad no tenia porque, lo cual habla muy bien de él.
El tiempo fue pasando y ambas éramos entrenadas como ninjas, Shiva era la talentosa de las dos, a parte que era quien tenia las capacidades del clan heredadas algo con lo que yo nunca podría contar. No negare que en esa época me sabia muy mal ser tan diferente, ser tan inútil, saber que si no fuera por mi hermana nunca habría sido aceptada; de hecho aceptada como tal no lo fui. Yo era quien menos salía, Kiyoshiro tenia varios seguidores que compartían su visión y me señalaban como un error, como una maldición, el trato era claramente vejatorio. Trato que tambien recibía Shiva por culpa de estar conmigo. Llegue a pensar que tal vez estaría mejor sin mi; pero incluso pensando eso nunca fui capaz de quitarme la vida.
Siempre buscamos de conseguir el dinero por nuestra cuenta. No queríamos importunar a Kozaburo encima que nos acogió. A él no le importaba, es más nos empezaba a tratar con el tiempo como sus propias hijas. Debo resaltar que tardamos un poco en averiguar que el señor Kozaburo tenia un hijo y un nieto que habían fallecido en Yugata como nuestros padres. Ahí entendimos mejor como el hombre no quería perdernos aun siendo solos sus sobrinas, perdió a su hijo, nieto y hermano, todo en la misma noche, éramos lo único que quedaba de su linaje.
Pero volviendo a nuestra vida. Nos ganábamos el pan con pequeños hurtos, algunas estafas y apostando. Lo cierto es que nos ganamos muchas broncas por eso, pero nunca cruzamos la línea lo suficiente como para ser algo imperdonable. Por lo menos fue así hasta que con 18 años Shiva comenzó a frecuentar el coliseo del país del viento.
Rudra dejaría su pincel al lado del diario levantándose por unos momentos, estaba cansada, llevaba mucho rato escribiendo y tenia un poco de hambre. Había sido un día largo y hasta Shiva estaba hambrienta aunque siguiera dormida. Era un buen momento para un descanso.