Hilos cortados [Pasado]
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Capítulo I - La Leona y su cachorro

Varios años en el pasado, antes del descenso de "Dios" a la tierra, varias familias vivían con relativa tranquilidad en la ciudad ahora en ruinas del País del Viento. Calles animadas, guardias vigilando el cumplimiento de la ley... El sol y la arena eran el mayor problema a tener en cuenta para los ciudadanos de este país, que poco imaginaban el drástico cambio que darían sus vidas en el futuro, cuando aquel lugar sencillamente dejara de existir.
 
Entre los miles de viviendas de la capital del viento, en una de ellas, una sin nada demasiado en particular, un joven sin importancia se había escabullido a través del pasillo de su hogar para adentrarse en una habitación en la que normalmente tenía prohibida la entrada. Podría parecer que, en parte por la norma impuesta por su madre, el muchacho había tomado el mal hábito de intentar pasar más tiempo dentro del salón prohibido que en ningún otro lugar de su hogar; sin embargo, había algo más que rebeldía impulsando sus infiltraciones constantes; y es que, tras su primera intrusión, el joven había quedado completamente fascinado.
 
El cerrojo no le supuso ningún problema. Los primeros días ni si quiera había logrado pasar de la puerta, debido al extraño sistema que la cerraba, pero tras observar desde lejos a su madre, había conseguido discernir como ella parecía tirar de una especie de hilo; es así como, pese a no saber de dónde sacaba la ninja exactamente aquellos hilos, el chico, con algunos hilos sacados de los bajos de un pantalón antiguo, había logrado abrir el cerrojo, metiendo el hilo por el agujero central del pomo y jugueteando en su interior hasta lograr realizar un sencillo recorrido, el cual abría el portón cuando se tiraba ligeramente del hilo. Y lo que antes le suponían varios minutos de esfuerzo, ahora lograba resolverlo en solo unos segundos.
 
Una vez superada la puerta, solo tenía que deslizarse al interior de la habitación en silencio y cerrar la puerta a sus espaldas con todo el cuidado del mundo. Y así, finalmente, se encontraba dentro de la "habitación prohibida".
 
El chico se frotó los ojos ligeramente, intentando forzarlos a acostumbrarse al pronunciado cambio de iluminación que existía entre el resto de la casa y aquella habitación, que se encontraba casi siempre en constante penumbra. Una vez sus pupilas ya eran lo suficientemente grandes como para permitirle ver sin encender ninguna luz, una marcada sonrisa iluminaría su rostro mientras observaba lo que tenía ante él.
 
La habitación era en realidad algo tétrica para cualquiera que no supiera lo que estaba viendo (y por qué negarlo, también para muchos que si lo supieran), pues decenas de brazos, manos, piernas y cabezas se encontraban colgando en las paredes o abiertas encima de una gran mesa de trabajo, equipada con sierras, taladros... Por supuesto se trataban de partes de madera, porcelana y metal que, aunque artística y anatómicamente correctas, nunca habían estado vivas... Pero la sorpresa producida por la primera impresión de aquella habitación en penumbra, había producido un grito ahogado en el chico varios meses atrás; y sin embargo ahora no había más que fascinarse ante aquella visión.
 
Samuru se sentó en una banqueta que había pegada a la mesa de trabajo y aproximo uno de los modelos anatómicos hacia él, con el mismo cuidado y sutileza de quien manipula una esfera de cristal agrietada. La curiosidad le podía más que el miedo, pero mientras jugueteaba con aquel brazo de madera y metal, un cosquilleo le se deslizó a través de la pálida cicatriz que recorría su mano derecha, demasiado reciente como para haberse curado del todo; aquella había sido su primera lección sobre la verdadera naturaleza de aquellos trabajos de artesanía, una lección violenta y sangrienta, impartida por un implacable profesor en forma de un mecanismo oculto que, mientras el joven jugueteaba con un brazo, se accionaría para (Gracias a la suerte del muchacho) únicamente rajarle parte de la mano. Evidentemente, aquel incidente supuso que sus padres se enteraran de sus escapadas a la habitación secreta.
 
- ¿Otra vez aquí? - Aquellas palabras fueron pronunciadas en un susurro, tan suave como tenebroso, a espaldas del joven, que se giró con el corazón en un puño para encontrarse a su madre justo detrás de él - Creía que ya habíamos hablado de esto... ¿Es que quieres volver a hacerte daño?
 
Sam tenía el corazón en un puño, principalmente por el sobresalto que le había producido escuchar una voz justo a su espalda en una habitación en la que en principio no había nadie más aparte de el. Pese a haber crecido bajo la tutela de su madre, nunca se había acostumbrado a la facilidad que presentaba para aparecer de la nada y en completo silencio... Algo que esta solía hacer cuando su hijo estaba haciendo lo que no debía, como un claro castigo a su rebeldía que, en opinión del niño, no podía ser sano para su corazón.
 
Lo siento - acompañando a sus palabras movió con lentitud las manos, para volver a dejar el brazo de la marioneta sobre la mesa - Solo quería ver si había alguna pieza nueva, y como no me dej...
 
- ¿Decidiste que lo mejor era colarte como una comadreja del desierto en mi taller? - La dureza de las palabras maternas cortaron la explicación del chico, que solamente pudo mirar al suelo con vergüenza, consciente, de su falta de respeto.
 
Lo siento... - Volvió a repetir una vez más, esta vez con un tono aún más arrepentido.
 
La mujer emitió un suspiro pesado, justo antes de colocar su diestra sobre la cabeza del pequeño, que acarició con una ternura que en ella solo podía ser vista mientras trataba con su hijo. No era la primera vez que lo atrapaba en el taller, de ahí su prominente enfado, pero incluso ella sabía que pese a la sentida disculpa del pequeño, tampoco iba a ser la última si no cambiaban las cosas; y estaba claro que el cerrojo no era una solución válida. Así que quizás era hora de abordar las cosas de otra manera.
 
Siéntate recto Skuld Samuru - Su tono había cambiado completamente, a uno mucho más sereno, aunque aún conservaba la dureza de la anterior regañina.
 
El chico alzó la cabeza, sin terminar de comprender la nueva orden ¿En qué parte del esperado castigo encajaba que se sentara apropiadamente? No terminaba de entenderlo, pero en realidad tampoco importaba, dado que lo último que tenía que hacer tras su incapacidad para seguir órdenes era no hacer caso; así que en un momento ya se había sentado con la espalda completamente recta, esperando la siguiente orden de su madre. La siguiente acción de la kunoichi fue girar la banqueta hasta encarar al chico con la mesa, antes de rodearlo con sus brazos hasta que sus manos estuvieron a una altura completamente visible ante el chico.
 
Presta atención y no hagas preguntas. Necesito demasiada concentración como para resolver tus dudas, así que guárdatelas para cuando haya terminado.
 
Pese al tono cortante de su madre, el chico no podía estar más entusiasmado ante la escena que se acababa de desarrollar ante sus ojos. Por alguna razón que su mente infantil no terminaba de entender, su madre había cambiado de opinión con respecto al completo aislamiento de la habitación y ahora había empezado a trabajar con el brazo de la marioneta directamente ante sus ojos, manipulando las piezas, lijando la madera y engrasando las tuercas con una habilidad que para Samuru resultaba tan fascinante que, llevado por las inestables emociones de un infante demasiado mimado, no pudo evitar que de sus ojos salieran un par de lágrimas de emoción. Hara, viendo las lágrimas del pequeño, pararía de trabajar al tiempo que suspiraba con dulzura, tomando un trapo limpio de la mesa para secar el rostro de su hijo, el cual irónicamente se sintió molesto consigo mismo por haber hecho que su madre parara de trabajar nada más empezar. La frustración del niño en el rostro haría sonreír a la marionetista, que dejando el trapo a un lado volvería manos a la obra, pasando la siguiente hora completamente sumergida en su proyecto. 
 
...
 
Está lista - Esas serían las primeras palabras que Hara pronunciaría tras una hora de trabajo, rompiendo el hechizo en el que Samuru se había visto atrapado durante la anterior hora - ¿Quieres ver cómo funciona? 
 
El chico asintió efusivamente ante la pregunta, manteniendo sus ojos sobre el mecanismo para no perderse detalle alguno... Pero lo que ocurriría después lo tomaría completamente por sorpresa.
 
Sin aviso alguno, el brazo empezó a flotar, bailando por el aire hasta el centro de la sala, a donde el chico lo seguiría con la mirada fija y la boca abierta, para ver cómo el mismo se juntaba con otras piezas de la habitación, hasta formar con aparente facilidad una marioneta de rasgos y dimensiones humanas, que parecía flotar sostenida por hilos invisibles.
 
- ¡¿Que...?! ¡¿C-cómo?! ¿mamá? ¿¡Mamá!? ¡Está vivo!
 
El chico, que hasta ese momento había mantenido por completo el silencio y la tranquilidad que su madre le había ordenado, había perdido completamente la compostura, y ahora balbuceaba una y otra vez las mismas palabras de incredulidad, sin entender absolutamente nada de lo que pasaba. Pero su madre no estaba molesta, esperaba algún tipo de reacción, y de hecho la obtenida le resultaba bastante graciosa de lo que había esperado en un primer momento.
 
Este es el secreto de nuestra familia cariño... - Hara acompañó a sus palabras con un suave movimiento de su mano izquierda ante los ojos de su hijo, de manera que este pudiera verla; al mismo tiempo, y como guiada por una fuerza invisible que la conectaba con su mano, la marioneta empezó a girar sobre su eje - Estas marionetas son más que esculturas o juguetes... Como ya pudiste comprobar por las malas, son también nuestras armas, y unas bastante eficaces en las manos adecuadas, pero no podemos verlas sólo como armas.  
 
Deteniendo la mano de golpe, la marioneta pararía de girar, y con unos suaves movimientos de sus dedos corazón e índice, caminaría con lentitud hasta colocarse al lado de ella y de Sam. Colocado su mano sobre la mejilla de su hijo, para hacerle comprender que todo estaba bien, Hara giraría con rapidez el meñique de su otra mano, haciendo que la marioneta levantara su propia mano con suavidad y la dejara sobre la otra mejilla del muchacho, quien estaba demasiado entusiasmado como para que esta acción le pareciera mínimamente inquietante.
 
Pero también son parte de nosotros, de nuestra esencia y nuestro legado... Si quieres que te deje entrar en este taller, si quieres que te enseñe - Acompañando a sus palabras, la mano humana y la de madera acariciaban con amor maternal las mejillas del niño - Tienes que entender que debes tratarlas con el respeto que se merecen, pues muchos de los nuestros han acabado prematuramente su historia por no tener en consideración su alma.
 
Un nuevo movimiento de su mano izquierda alejaría a la marioneta de vuelta al centro de la sala, para después desmontarla con un rápido giro de muñeca, devolviendo cada pieza al lugar original del que habían sido tomadas. Crujiría suavemente los nudillos de la mano izquierda y caminaría hasta quedar frente a su hijo, mirándolo con casi tanta seriedad como cariño, dispuesta a hacerle la pregunta final, la que resultaría en enseñare el arte de su familia o, por otra parte, dejarle seguir una vida más tranquila y segura. 
 
Un repentino abrazo por parte del pequeño la cortaría antes de poder hacer pregunta alguna - Quiero aprender - Aquellas palabras la llenarían de gran orgullo y tenue preocupación ante los posibles peligros de su elección.
 
Entonces yo te enseñaré... – Rio con suavidad, acompañando su veredicto final con un abrazo en respuesta a la misma acción de su Samuru - Pero primero voy a tener que hablar con tu padre. Está empeñado en que cuando crezcas serás un miembro irremplazable del consejo.
 
La única respuesta del niño a las últimas palabras de su madre apareció en forma de una completa cara de incredulidad y desidia, como si acabara de tragarse un bicho, recalcando la completa falta de interés del muchacho en cuanto a seguir los pasos de su padre. Al ver su cara, Hara no pudo evitar que se la escapara una carcajada, divertida por la despiadada sinceridad del rostro de su hijo con respecto a las ideas de su padre.
 
Si cariño, yo opino lo mismo... ¿Pero sabes? No te vendría mal aprender un poco de él, especialmente en lo referido a que tu preciosa cara no le diga a todo el mundo lo que estás pensando en cada momento.
 
Algo avergonzado, consciente de que su expresión había dicho mucho más de lo que él tenía intención, ocultando su rostro avergonzado en el pecho de su madre, manteniéndose unos segundos más abrazado a ella... Años más tarde, el ya crecido marionetista se arrepentiría de no haber pasado aún más tiempo en ese abrazo.
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Última modificación: 26-04-2023, 09:29 PM por Skuld Samuru.
Capítulo II - La Danse Macabre

Un silencio casi sepulcral flota en el interior de la sala de marionetas, donde tres figuras reciben las decenas de miradas de aquel templo de los titiriteros... Rostros sin vida, pero cuya mirada parece tener alma; decenas de manos, piernas, torsos y cabezas tallados en metal, madera y porcelana... Y en donde antes era solo un artista, ahora son dos: Maestra, alumno y su creación.

Tras unos pocos segundos más de silencio contemplativo, finalmente vuelve a escucharse el ruido uniforme de lija perfilando la madera. Un sonido constante y pausado, que surge del suave rostro de una pequeña cabeza de madera que el aprendiz sostiene con sumo cuidado con su izquierda, pues la derecha está ocupada con el artífice del único sonido de aquella sala.

Una nueva pausa contemplativa lleva al muchacho a acercar la cabeza de la muñeca a la luz del candil que se encuentra apoyado sobre la mesa, dando toda la iluminación que su maestra ha decidido concederle "Cuando sepas fijarte en los detalles podrás trabajar con una iluminación perfecta, mientras tanto aprenderás a aprovechar toda brizna luz para recorrer cada centímetro de tu obra." Las palabras de su madre y mentora resuenan en la cabeza de Sam mientras se esfuerza en escrutar con toda su capacidad el rostro de la muñeca, en busca de algún desperfecto minúsculo que haya podido haber pasado por alto... Y una sonrisa se dibuja en el rostro cuando finalmente, y tras varias horas invertidas solo en la cara, parece que su primera muñeca está terminada.

- Madre. Creo que he terminado - El chico gira la cabeza en busca de su madre, pero no logra terminar de situar su rostro a causa del notorio contraste que separa a la mesa de la posición de su maestra.

- ¿Solo lo crees? - Contesta Hara con un tono burlón. Es una pregunta que adora remarcarle a su hijo, haciendo mella en la inseguridad ante su propio trabajo que el pequeño siempre parece mostrar.

- Yo... - La duda recorre la mente del aprendiz, que ya no sabe si su mentora únicamente está respondiendo a sus propias dudas o realmente hay algo que se le haya pasado por alto. Pero finalmente se decide - He terminado.

Se escucha un chasquido de dedos y, producto de la manipulación de los hilos de la maestra, las cortinas de la estancia se abren de golpe, cegando completamente al muchacho, que tarda varios segundos en empezar a ser capaz de volver a ver lo que tiene delante "¿Cuánto tiempo llevamos a oscuras?". Se frota los ojos ligeramente para tratar de acelerar el proceso y abre sus párpados de nuevo para comprobar que, efectivamente, vuelve a poder ver a Hara. Una sonrisa orgullosa se dibuja en el rostro de su madre y el corazón del chico se acelera vertiginosamente, consciente de que eso solo puede significar que está complacida con el resultado final. Sin dudarlo un solo segundo más, se gira hacia su muñeca, para ver el resultado final.

El corazón del pequeño Samuru se salta dos latidos cuando ve lo que tiene ante él. Una muñeca de proporciones alteradas y nada simétricas le devuelve la mirada, en lo que para el chico, después de varios días trabajando en ella, resulta una escena completamente descorazonadora. Es cierto que su rostro está libre de imperfecciones, al igual que el resto de su cuerpo, pero... Su mejilla izquierda es más ancha que la derecha; la barbilla parece estar ligeramente desplazada a la izquierda; aunque alineados horizontalmente, el ojo derecho es más grande que el izquierdo; la mano derecha es demasiado grande, al igual que la pierna izquierda; y el torso, aunque bien definido, parece haberse "desarrollado" a distintas velocidades. Ante el muchacho solo queda un evidente fallo, y la sonrisa de su madre, aún presente, ha pasado de entregarle felicidad a retorcer el puñal que siente clavado en su alma.

- ¿Qué ocurre Sam? - Hara pregunta con su tono más correcto, como si verdaderamente no entendiera por qué el rostro de su hijo está completamente descuadrado, casi al borde del llanto.

- Si me hubieras dejado hacerlo con la luz encendida - La voz del aprendiz parece estar apunto de quebrarse - No habría acabado así.

Hara sonríe con dulzura a su hijo y se acerca a él, acariciándole el rostro con ternura. Al principio el muchacho sopesa la opción de apartarse violentamente de aquel gesto, nada cómodo con la complacencia que muestra su madre ¿Le está denigrando? ¿O esperaba tan poco de él después de meses aprendiendo y semanas dedicadas en su primer proyecto que esto la complace? Ninguna de las dos ideas le resulta agradable; pero está demasiado confuso como para ejecutar su rabieta y alejarse de aquella muestra de afecto.

- Mírala más de cerca... Mírala de verdad.

Sam no entiende las palabras de su maestra, pero en parte porque aún conserva esperanzas de que todas esas horas no hayan servido de nada, se inclina sobre la mesa para "mirar más de cerca a la muñeca". Las piezas de madera están bien pulidas, y los engranajes y tornillería encajan a la perfección en su lugar, sin un solo milímetro de margen. Pero incluso a esa distancia es imposible no ver la disparidad de los detalles en todo el cuerpo.

- No te quedes en el esquema global - Como si leyera su mente, Hara se inclina sobre ellos y desencaja los brazos de la muñeca, para ponerlos bajo la lupa del taller - Mira - Realizando los ajustes correctos, las manos pueden verse en todo su esplendor, pero acrecentados por el zoom, la diferencia de tamaño entre ambas es aún más notoria.

- Olvídate de la diferencia de tamaño - Anota Hara - Cada uno de los dedos por separado, la palma, muñeca antebrazo e incluso codos están perfectamente detallados, pulidos y montados... Sí, son de distinto tamaño, pero analizados por separado o dentro del conjunto del miembro total, has hecho un trabajo que causaría la envidia de muchos maestros. Tienes talento cariño, mucho talento.

Volviendo al emplazamiento original, encaja de nuevo los brazos en el cuerpo principal. Tras esto, eleva la mano y, en lo que para Sam ya es un ritual completamente conocido, la muñeca toma vida de improviso, poniéndose en pie y elevándose ligeramente de la mesa. Primero mueve una pierna, luego la otra... Un brazo, otro brazo; gira su cabeza, abre y cierra la boca, y empieza a bailar en el aire.

- Es una danza macabra... - Comenta el estudiante sin terminar de creerse que deba estar orgulloso de ese trabajo.

- Pero es una danza - Puntualiza su maestra - Verás cariño... Cualquier simio con años de práctica, buenas herramientas y una buena iluminación es capaz de crear una obra relativamente simétrica. Para algo tenemos instrumentos de medida y perfilado. Pero a la hora de la verdad... - Moviendo con violencia su mano, hace que la muñeca salte de golpe sobre la mesa, tomando con velocidad y movimientos inhumanos un punzón y lanzándolo con violencia contra un tablón de madera, en donde queda clavado como si se tratara de una pequeña lanza - Nosotros hacemos armas. La estética simetría es importante, indudablemente. Pero lo que más necesitas es que se muevan con fluidez; que no traqueteen al volar por el aire como si fueran unas maracas, alertando a todos de su posición; necesitamos que el pulido, ranuras y encaje sea perfecto, o sus mecanismos se trabarán al usarlos; y ante todo, que sean eficaces.

Un nuevo movimiento de mano por parte de la maestra hace que la muñeca vuelva una vez más al punto de origen, tomándose de una pierna como si fuera una bailarina de ballet, manteniéndose completamente estática.

- ¿Qué ves? - Pregunta Hara nuevamente.

Samuru frunce el ceño y mira a la muñeca, perfectamente estática sobre su pierna. - Puedo arreglarla... No, no está rota. Pero puedo mejorarla - La determinación arde en sus ojos.

La sorpresa aparece de golpe en el rostro de Hara, que esperaba una respuesta mucho más sencilla; algo más en la línea de "Es bonita", o quizás la aceptación de que ha hecho un buen trabajo para el tiempo que llevan aprendiendo. Pero en lugar de eso su hijo le ha respondido que "puede mejorarla". Ha aceptado que no ha fallado, ha entendido el por qué y su respuesta inmediata ha sido decidir que sencillamente puede hacer mejor el trabajo, que hacerlo bien no es suficiente. Además, sin necesidad de instruirle en ello, ha comprendido una lección que ella misma tardó un tiempo en comprender: Si algo no cumple tus expectativas, debes mejorarlo, darle una vuelta de tuerca y lograr que encaje con tu primera idea; de los errores se aprende únicamente si te esfuerzas en corregirlos.

- Sam... - Con un ademán elegante, Hara deja que la muñeca vuelva a sentarse sobre la mesa y salta hacia su aprendiz, abrazándolo con fuerza empalagosa mientras besa su mejilla - ¡Tengo a un aprendiz casi tan adorable como mi niño! Ya verás cuando se lo cuente a tu padre. Se va a morir por no haberlo visto el mismo.

De golpe y causado por el frenético cambio de actitud de su madre, Sam no puede evitar horrorizarse de la vergüenza, incluso pese a que o haya nadie más en la habitación con ellos - ¡Pe... Pero soy... ¿Soy las dos cosas no?! ¡Ah! ¡Suéltame! ¡¡Socorro!! - El pobre niño no entiende nada más a parte del hecho de que necesita escapar de aquel abrazo agobiante.

...........

Varias semanas más tarde Samuru se encuentra a solas en el taller. Tiene toda la luz de la que puede disponer, y trabaja con cuidado sobre su muñeca, ahora muy distinta a la de aquel entonces.

Con detalles de similar o incluso mejor precisión, ahora va acompañada de un vestido holgado pero elegante, pensado para ocultar los mecanismos armamentísticos que, por su naturaleza, no pueden ser normalmente escondidos a simple vista, aunque por supuesto aún no tiene arma alguna, a fin de cuentas, se trata solo de un prototipo. La ha adornado con cabellos de color plata y ha pintado toda su piel de un azul tan claro que casi parece marfil. Dos piernas perfectamente simétricas y cuatro brazos que resaltan extrañamente sobre el resto de su sofisticada figura. Su maqueta prototipo de Karasu está terminada.

- Tengo que enseñársela a mamá cuando vuelva.

Muñeca | Marioneta
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Capítulo III - El origen de Skuld

En el centro del taller, un joven Samuru y su madre se encuentran entretenidos, concentrados en hacer que el títere finalmente terminado del pequeño se mueva poco a poco... Es el comienzo del entrenamiento del joven en cuanto a la creación y manipulación de hilos de chakra, un ejercicio que han podido comenzar únicamente después de varios días de esfuerzo intensivo en enseñar al pequeño a modelar el chakra hasta un nivel que le permitiera crear al menos un par de estos finos hilos de chakra.

- Justo así - Menciona la titiritera mientras guía las manos de su hijo con, curiosamente, otros diez hilos con los que corrige con sutileza los movimientos del niño - Debes hacer que se mueva con naturalidad. Una marioneta que muestre movimientos toscos solo tiene cabida en caso de intentar incomodar a la gente, de hacer sus movimientos erráticos y tétricos... El estilo Skuld se centra en usar tus hilos como si fueran un vínculo vital con nuestras creaciones, darlas vida, personalidad y guiarlas al futuro.

El chico duda por un momento y finalmente detiene a la marioneta en el suelo, sentada en una perfecta posición de damisela, mientras gira la cabeza para mirar a su madre, con la duda reflejándose en el rostro. Es evidente que quiere preguntarla algo, pero las palabras parecen tener dificultades para salir.

- El resto de los niños tienen el apellido de sus padres... ¿Por qué yo tengo el tuyo? N-no es que me moleste, el apellido de papá es muy raro p-pero...

- Pero tienes curiosidad - Dice la mujer mientras acaricia el rostro de su hijo para tranquilizarlo - Es una buena pregunta, tranquilo, sabes que me encanta que preguntes por todo, la curiosidad es carbón para el fuego de un artista. En cuanto a la respuesta a tu pregunta... Le dije a tu padre que teníamos dos opciones, o bien accedía a ponerte mi apellido, o enviudaría en extrañas circunstancias; que podrían estar o no vinculadas con un envenenamiento presuntamente accidental. Esas cosas pasan cuando tienes un laboratorio de tóxicos en casa.

El rostro del pequeño es un poema. Su madre nunca le ha mentido al hacerla una pregunta sobre algo de lo que sienta curiosidad, nunca, ni si quiera era defensora de engañar a su hijo con las leyendas que implicaban seres mágicos y regalos; seguía entregándole los presentes al niño, pero no le aterrorizaba con historias de stalkers obesos vestidos de rojo que le espiaban en todo momento como auténticos pederastas; Solo regalos en fechas especiales. Así que eso implicaba que realmente SI había amenazado a su padre con la muerte.

- Claro que esa sería únicamente una de las razones, reamente no creo que hubiera hecho falta, pero... Soy muy protectora con nuestro título familiar - De nuevo, el joven no sabía cómo sentirse - La realidad es que a las Kunoichi se nos otorga prioridad de conservar nuestro apellido si tiene que ver con una línea sanguínea importante o arte oculta de la aldea. Así que te apellidas Skuld por nuestra historia familiar... Y un poquito por el veneno.

Aquella declaración resolvía las dudas del niño, pero generaba muchas más preguntas al respecto. Algunas de las dudas estaban referidas a la amenaza nada velada de su madre y si esta era también la razón de que su padre nunca hubiera intentado llevarla la contraria en nada... Pero la mayoría en cuanto al origen de su apellido. Hara, como si hubiera leído la mente de su hijo, sonrió y le indicó que se sentara a su lado, pasándole el brazo izquierdo alrededor de la cintura, mientras elevaba la mano derecha para empezar a controlar varias marionetas de la habitación, en lo que sería el inicio de su próxima historia.

- No siempre fuimos conocidos como "Skuld"; hace varias generaciones, nuestra familia formaba parte de una mucho más grande y que, nos guste o no, siempre ha tenido y tendrá más renombre... El clan chikamatsu, creado por el gran Monzaemon - Las marionetas caminaban y se estiraban, como si hubieran salido de un largo sueño - Todas las bases, ideas y posibilidades de las que hacemos uso, son únicamente gracias a estos, y por eso siempre debemos estar agradecidos a Monzaemon... Y, sin embargo, habían divisiones familiares.

Las marionetas parecían estar empezando a inquietarse, mostrando pequeños tics, andares extraños e incluso traqueteos. Todas a excepción del modelo creado por Samuru, que, a elección de su madre, continuaba moviéndose con completa soltura.

- Gran parte de los Chikamatsu de ese entonces opinaban que los títeres eran ante todo un método de combate. Herramientas ninja que usábamos para el bien de la aldea... En parte tenían razón, pero muchos otros opinábamos que, sin estética, sin personalidad, sin humanidad... No éramos más que artistas de poca monta. Pero a ellos no parecía importarles - Una vez más, la actitud de las marionetas pareció cambiar, tornándose más violenta hacia la muñeca central, la única que se seguía moviendo con soltura. Algunas de las marionetas sencillamente se alejaron, pero tres permanecieron en el lugar, sacando sus cuchillas - No les valía con tener una opinión distinta, con coincidir en no estar de acuerdo... Si ellos tenían razón, nosotros debíamos estar equivocados. El problema era que por aquel entonces los modelos de los artesanos de nuestra creencia eran superiores... Al centrarnos tanto en la persecución de la perfección, pese a saber y esperar nunca alcanzarla, las obras eran más firmes, duraderas y, por qué negarlo, mortales... Pero no éramos tan hábiles como ellos. Así que hicieron aquello en lo que eran mejor que nosotros... Atacaron.

De golpe, las tres marionetas saltaron sobre la muñeca central, que consiguió eludirlos por poco, huyendo claramente asustada. Empezaron a perseguirla, pero a causa de sus movimientos torpes no pudieron alcanzarla.

- Huimos. Y al sentirnos insultados por su trato, renunciamos al título Chikamatsu, pasamos a no tener nombre - La muñeca se escondió debajo de la mesa del taller, mientras el resto seguían buscándola por la habitación - En nuestros viajes aprendimos de distintas ramas artísticas: Pintura, escultura e incluso titiriteros comunes... Como resultado, mejoramos aún más la apariencia y movimiento de nuestros compañeros, pero seguimos escondidos, conscientes de que en un enfrentamiento directo nunca podríamos ganar, y de que la aldea respaldaría antes a unos guerreros capaces, pese a no tener razón para atacarnos, que a un grupo de artistas frustrados renegados. Pero el problema de pasar la vida huyendo y escondiéndote, es que solo necesitas cometer un error para ser atrapado.

De golpe, las marionetas habían rodeado a la títere solitaria bajo la mesa... Andando lentamente hacia ella, sacaron todas sus armas de golpe, mientras el tétrico sonido de sus mecanismos motorizados sonaba con cada vez más fuerza, pronóstico de un mal final.

- Por supuesto seguimos aquí... Y eso es gracias a la comprensión. - Una nueva marioneta salió de la nada, cayendo al lado de la muñeca; sus movimientos eran igual de toscos que los del resto, pero estaba claramente del lado de la primera - Algunos Chikamatsu, cansados de la persecución hacia quienes a fin de cuentas eran familia suya, se pusieron a nuestro lado para defendernos. Eran menos, y las tornas estaban en su contra... Pero no tardamos demasiado en darnos cuenta de una realidad innegable: si, éramos más débiles, pero nuestras marionetas y métodos no lo eran.

De golpe, la marioneta aliada calló al suelo, volviendo a levantarse con lentitud; pero sus movimientos eran distintos, eran más fluidos, más humanos, idénticos a los de la marioneta principal.

- Enseñamos a nuestros defensores lo que habíamos aprendido y mejoramos sus títeres todo lo que pudimos con nuestros conocimientos. El resultado, fue lo que nos dio nuestro nombre... Con estas marionetas, a manos de un Chikamatsu especialmente talentoso y nuestras artes como arma, el inevitable conflicto acabó en una sola noche. Las leyendas dicen que en ese entonces las marionetas se movían independientes a su mano, como si tuvieran voluntad propia - Un movimiento fugaz y como si hubiera sido poseído por el mismísimo rayo, la marioneta cortó los hilos de todas sus enemigas con un solo movimiento. - Se llamaba Skuld Chikamatsu, "El hilandero de la vida". Se decía que el futuro ocurría tal y como el y sus hilos decidían y fue gracias a el que volvimos a ser aceptados en la aldea... Y sin embargo, pese a que había sido un Chikamatsu el que nos había ayudado, no encontramos apropiado volver a tomar su nombre. En lugar de eso tomamos el nombre de nuestro salvador, que irónicamente, como si fuera arte del destino, estaba relacionado con una leyenda extranjera cercana a nuestros ideales. Este hombre se convertiría en el patriarca de esta nueva rama, y pasaríamos a ser conocidos principalmente como artesanos; si bien nunca más volveríamos a descuidar nuestro entrenamiento en combate, conscientes al final de todo... De que nosotros también habíamos olvidado una parte importante de nuestro pasado, presente y futuro.

Tomadas de la mano, la damisela marioneta y el guerrero se marcharían caminando, hasta quedar dormidos en la mesa de arreglos de Hara; el silencio se haría en el taller mientras la mujer deshacía el abrazo que le estaba otorgando a su hijo y se levantaba, pasando recoger las marionetas para empezar a colgarlas de los lugares que les correspondían. Mientras tanto, el chico, que había permanecido todos aquellos minutos embelesado de la actuación de su madre, procedió a ponerse en pie y caminar hasta su títere, acariciándola mientras comprobaba si había sufrido algún daño durante la representación.

- No podía renunciar a nuestro título Sam... Puedo estar equivocada, pero juraría que somos los últimos herederos de Chikamatsu que conservamos este apellido en concreto. Y no me malinterpretes cariño, nunca te habría obligado a seguir mis pasos, pero en caso de que decidieras andar otro camino, esperaba que nuestro nombre al menos perdurara durante una, dos o quizás alguna generación más.

El niño sonrió al ver a su madre volver a acercarse a él, echándose a sus brazos en el camino mientras reía levemente, tratando de grabar a fuego la historia que le habían contado, aunque volvería a pedirle a Hara que se la contara más veces en el futuro. Pero su sonrisa desapareció con la misma rapidez que había sido mostrada.

- ¿Entonces si tuviera un hermano se apellidaría igual o...? Espera... ¿Por qué no tengo un hermano? ¿O una hermana? ... ¿De verdad... a los niños nos trae un pájaro volando?

El rostro de Hara se quebró con la misma velocidad y espectacularidad que un jarrón de porcelana impactando contra el suelo.

- Cariño... No voy a mentirte, así que... Eso te lo cuento otro día.
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Capítulo IV - Enterrado en la arena (Parte 1)


El País del viento había comenzado a desestabilizarse de forma precipitada tras varios ataques de naciones vecinas y el comienzo de un levantamiento social y político entre distintos grupos del Pais. La familia Skuld había decidido que, en última instancia, debían proteger a su hijo de cualquier repercusión que pudiera producir el estado actual de la nación; al final, y tras muchas discusiones al respecto de que podría ser lo mejor, optaron por huir de su tierra natal durante al menos unos meses, hasta que todo se hubiera calmado lo suficiente como para que la vida del muchacho no estuviera en peligro.

En aquel día, Hara había tomado sus bienes más importantes y preciados y los había guardado en varios pergaminos de transporte. El trato al que habían llegado era que mientras su marido permanecería en su posición política, favoreciendo la posibilidad de un retorno mientras se mantenía alejado de cualquier conflicto bélico, ella se marcharía con el pequeño Samuru a algún lugar seguro hasta que la llegara un mensaje indicándola que podía regresar.

La mujer y su hijo salían del país con paso tranquilo, en lo que para el muchacho era poco más que una extraña aventura a la que hacer frente. Horas más tarde, y tras haber alquilado una caravana que les dejara en un punto aparentemente aleatorio del desierto, tras ello caminarían varias horas hasta llegar a un aroca de aspecto aparentemente normal en medio del desierto. Skuld Hara miraría a su alrededor, asegurándose de no haber sido seguidos por nadie, e insertaría un par de dedos en un recoveco oculto en el lateral de la roca; unos instantes más tarde, parte de la enorme roca se estaba desplazando hacia un lado, dejando acceso a lo que aparentaba ser una cueva excavada directamente en el núcleo del desierto hace varias décadas.

- Bienvenido al taller original de nuestra familia Sam... Adelante, tengo muchas cosas que enseñarte.
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Capítulo IV - Enterrado en la arena (Parte 2)

Pasan los días. Al principio el encierro en el interior de la antigua base del clan Skuld resulta en una experiencia entretenida, incluso divertida para el joven Samuru. En aquella antigua cueva se esconden algunos de los secretos de su rama de clan; y aunque son secretos que el no puede comprender aún, el solo hecho de verse expuesto a los mismos mientras su maestra le explica los detalles básicos de cada pergamino ninja es suficiente para mantenerlo completamente ocupado, e incluso emocionado... Pero nuevamente, esto es solo al principio.

El tiempo transcurre aún más, ya han pasado un par de semanas, mucho más tiempo del que un niño pequeño estaría dispuesto a aceptar vivir en una condición de encierro como aquella, demasiados días incluso para un joven tan obsesionado con las marionetas como el muchacho. Hace días que alcanzó el límite de aplicación de sus conocimientos previos y aún está lejos de empezar a comprender nuevas materias o teorías. Esto normalmente no supondría un problema, pero el no poder distraerse al menos unos minutos con nada aparte de aquella materia está empezando a sobrecargar al muchacho.

Por otra parte, Hara parece llevar mejor el encierro; después de todo se trata de una Kunoichi entrenada que, en más de una ocasión, ya ha pasado incluso más tiempo encerrada en ambientes más aburridos. Comprende la impaciencia de su hijo, pero no puede hacer nada para evitar aquella situación, mucho menos cuando su mente se encuentra aún en el País del Viento, preocupada por su Agapornis particular y el hecho de que no haya recibido respuesta en días anteriores... Poco a poco, según pasan más días, incluso ella misma empieza a impacientarse. Y cuando parecía que ya no podrían aguantar más tiempo encerrados...

- ¿¡Qué ha sido eso!? - Un fuerte sonido, audible incluso pese a su encierro, resuena en eco por toda la caverna. Unos instantes más tarde, suelo, techo y paredes empiezan a vibrar. El mayor problema, pese a las vibraciones, es que Hara sabe que nunca ha ocurrido un terremoto en ese desierto.

Tomando a su hijo, lo envuelve con un manto y se ocultan bajo una mesa hasta que las vibraciones desaparecen... Cuando todo parece seguro, abandona al muchacho y vuelve a correr, esta vez en dirección al exterior. Samuru permanece estático solo un par de segundos, antes de correr en la misma dirección que su madre, aterrado ante el hecho de quedarse solo tras aquel evento. En el exterior, el joven ve primero a su madre de rodillas en el suelo, completamente afligida mientras mira al infinito; al seguir su mirada, Samuru observa cómo, en dirección a donde se hallaba la capital del Viento y Sunagakure, ahora pueden verse los restos aún flotantes de lo que parece un monstruosamente enorme hongo de polvo y arena. El País del Viento acababa de desaparecer en un solo instante.
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Capítulo V (Interludio) - Luto

Había pasado casi una semana desde el completo extermino del País del Viento ante una fuerza desconocida; durante aquel tiempo, los dos únicos supervivientes de la familia Skuld habían permanecido ocultos bajo tierra, víctimas de un luto constante al cual no tenían permitido siquiera hacer frente.

No podían buscar el cuerpo del hombre cuya muerte les afligía, no quedaban siquiera cenizas de lo que alguna vez fue el lugar en el que vivían; tampoco podían salir al exterior, pues se exponían a ser atacados por alguno de los muchos ninjas, aldeas y países que habían decidido aprovecharse el momento de máxima vulnerabilidad de los habitantes del desierto. Hara había salido en un par de ocasiones para buscar algo de comida, un poco de agua... cualquier cosa que pudiera apaciguarlos a ella y especialmente a su hijo, pero aquello no mejoraba su ánimo en lo más mínimo; estaba encerrada en un complejo subterráneo con un niño deprimido ante lo ocurrido, sin saber cómo afrontar la situación al estar ella misma también completamente herida; además, el entorno no ayudaba.

Al final del sexto día, Hara intentó optar por una nueva estrategia. Comprendiendo que de seguir encerrados únicamente acabarían perdiendo la cabeza irremediablemente, recogió los enseres más importantes de cada uno y, armada con su equipo ninja, decidió que saldrían al exterior, continuando su viaje hacia tierras menos hostiles, más verdes... A fin de cuentas, ya no tenían que esperar a nadie. Para bien o para mal, Samuru no mostró resistencia alguna ante la nueva decisión de su madre, incluso intentó mostrar una sonrisa ante su petición, consciente pese a su corta edad de que él no era el único sufriendo en aquel momento, pero su voluntad era demasiado débil como para lograr nada más allá de una mueca forzada. Pese a todo, eso fue suficiente para que su madre correspondiera su intento, acariciando su rostro antes de indicarle que era hora de marcharse de aquel lugar.

...

Pasaron los días y, a parte de algunos problemas menores, la familia Skuld logró salir del País del viento, pasando la frontera de un país que durante décadas había sido más años rival o enemigo de su tierra natal que algún tipo de aliado. Hara no estaba segura de su propio plan, pero si algo sabía era que para ellos la vida en el País del Viento se había terminado; no era un lugar para criar a su hijo, ni un país en el que pudieran estar seguros. Con suerte, en aquel nuevo entorno, serían capaces de sanar las heridas de su alma y encontrar un nuevo camino a seguir.
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