Nadie esperaba que la obsesión de poder que tenía Kano le llevaría a investigar sobre una de las religiones más oscuras y peligrosas que existían en el Nuevo Mundo: el Jashinismo.
Meses atrás, apenas había escuchado leyendas sueltas que no habían conseguido llamar mucho su atención, pero la cosa cambió un día en el que leyó un fragmento en un libro que mencionaba la inmortalidad de sus miembros. Asumió que aquel dato era una exageración, pero movido por la curiosidad se habría dedicado a buscar documentos o historias que profundizaran más en el tema.
En el proceso, sin darse cuenta se habría instruido con los dogmas que caracterizaban a los seguidores de Jashin. En un inicio, la idea de buscar la destrucción y la muerte le parecía algo de locos, un objetivo que para nada coincidía con sus ideales. Sin embargo, aquellos textos tenían algo que le irían obsesionando cada vez más y le irían implantando un fuerte deseo de seguir aprendiendo sobre ellos. Poco a poco, de una manera bastante sutil, aquellos libros estaban llenando aquel enorme vacío que había dentro de su ser y le estaban dando las respuestas que buscaba.
Llegaría un momento donde los escritos no conseguirían satisfacer su sed de conocimiento, por lo que se inscribió a misiones que tuvieran que ver con el culto para obtener más información. Al principio no tuvo mucha suerte, ya que la mayoría de sus miembros eran sujetos exageradamente bélicos, lo que hacía mucho más difícil mantener una conversación con ellos. Sin embargo, en uno de sus viajes habría coincidido con un bibliotecario que conocía personalmente a una vieja y fiel seguidora. Le costó bastantes horas conseguirlo, pero después de decenas de copas y una charla interminable pudo convencerlo para que hablara con ella.
Meses atrás, apenas había escuchado leyendas sueltas que no habían conseguido llamar mucho su atención, pero la cosa cambió un día en el que leyó un fragmento en un libro que mencionaba la inmortalidad de sus miembros. Asumió que aquel dato era una exageración, pero movido por la curiosidad se habría dedicado a buscar documentos o historias que profundizaran más en el tema.
En el proceso, sin darse cuenta se habría instruido con los dogmas que caracterizaban a los seguidores de Jashin. En un inicio, la idea de buscar la destrucción y la muerte le parecía algo de locos, un objetivo que para nada coincidía con sus ideales. Sin embargo, aquellos textos tenían algo que le irían obsesionando cada vez más y le irían implantando un fuerte deseo de seguir aprendiendo sobre ellos. Poco a poco, de una manera bastante sutil, aquellos libros estaban llenando aquel enorme vacío que había dentro de su ser y le estaban dando las respuestas que buscaba.
Llegaría un momento donde los escritos no conseguirían satisfacer su sed de conocimiento, por lo que se inscribió a misiones que tuvieran que ver con el culto para obtener más información. Al principio no tuvo mucha suerte, ya que la mayoría de sus miembros eran sujetos exageradamente bélicos, lo que hacía mucho más difícil mantener una conversación con ellos. Sin embargo, en uno de sus viajes habría coincidido con un bibliotecario que conocía personalmente a una vieja y fiel seguidora. Le costó bastantes horas conseguirlo, pero después de decenas de copas y una charla interminable pudo convencerlo para que hablara con ella.
En una tarde cualquiera...
Las indicaciones habrían llevado al joven Maestro de las Arañas a un enorme bosque que se encontraba en una pequeña isla del País del Agua. El aire que se respiraba era bastante denso, casi alertándole del peligro que se escondía entre sus ramas. De hecho, aquel lugar le recordaba a una de las tantas pesadillas que había tenido a lo largo de su vida.
Antes de nada, y para asegurarse del camino que debía tomar, Kano utilizó una de las nuevas técnicas que había aprendido para otear toda la zona sin peligro. Invocó a varias arañas mientras se mantenía escondido en lo alto de la copa de un árbol, y esperó pacientemente a que los animalillos se dispersaran y se dieran una vuelta por toda la zona buscando cualquier peligro o el paradero de Kizanshima, la mujer que estaba buscando.
Antes de nada, y para asegurarse del camino que debía tomar, Kano utilizó una de las nuevas técnicas que había aprendido para otear toda la zona sin peligro. Invocó a varias arañas mientras se mantenía escondido en lo alto de la copa de un árbol, y esperó pacientemente a que los animalillos se dispersaran y se dieran una vuelta por toda la zona buscando cualquier peligro o el paradero de Kizanshima, la mujer que estaba buscando.
Siendo honestos, el joven Kurama no estuvo pendiente del tiempo que estaba pasando, pero sí que se le hizo eterno. Iba cerrando uno de sus ojos de vez en cuando para ir viendo lo que encontraban sus arañas, pero al principio lo único que era capaz de observar eran animales y un sin fin de vegetación.
─ ¿Será que me ha engañado y aquí no vive nadie? ─pensaría a punto de rendirse─. Espero que no, porque no me gustaría que este viaje haya sido en vano ─y se le escapó un suspiro─. Con lo que me ha costado encontrar una excusa para que los superiores me dejaran salir de la aldea...
Tras bastantes minutos, el ninja demoníaco estaba a punto de darse por vencido. Volvió a cerrar un ojo, ya sin muchas esperanzas de ver algo, pero para su sorpresa pudo identificar algo. Una de sus arañas, la cual se encontraba suspendida sobre una rama, había visto desde arriba una figura femenina enfrente de una hoguera. Además, su físico coincidía exactamente con la descripción que le habían dado: una mujer de unos 40 años, muy delgada y con un cabello negro largo lleno de canas. Su cuerpo y rostro estaban decorados con unas pinturas tribales negras que la identificaban como veterana del culto de Jashín, y vestía con telas que casi eran harapos.
Habiendo encontrado a su objetivo, Kano volvió a abrir el ojo y sonrió satisfecho mientras frotaba sus manos.
─ Ahí estás ─murmuraría ligeramente emocionado─. Parece que no planea emboscarme, eso es buena señal.
─ ¿Será que me ha engañado y aquí no vive nadie? ─pensaría a punto de rendirse─. Espero que no, porque no me gustaría que este viaje haya sido en vano ─y se le escapó un suspiro─. Con lo que me ha costado encontrar una excusa para que los superiores me dejaran salir de la aldea...
Tras bastantes minutos, el ninja demoníaco estaba a punto de darse por vencido. Volvió a cerrar un ojo, ya sin muchas esperanzas de ver algo, pero para su sorpresa pudo identificar algo. Una de sus arañas, la cual se encontraba suspendida sobre una rama, había visto desde arriba una figura femenina enfrente de una hoguera. Además, su físico coincidía exactamente con la descripción que le habían dado: una mujer de unos 40 años, muy delgada y con un cabello negro largo lleno de canas. Su cuerpo y rostro estaban decorados con unas pinturas tribales negras que la identificaban como veterana del culto de Jashín, y vestía con telas que casi eran harapos.
Habiendo encontrado a su objetivo, Kano volvió a abrir el ojo y sonrió satisfecho mientras frotaba sus manos.
─ Ahí estás ─murmuraría ligeramente emocionado─. Parece que no planea emboscarme, eso es buena señal.