(10:30 a.m)
Durante aquella madrugada, a pocos quilómetros de allí, se había desatado una feroz batalla entre el bando imperialista y el rebelde. Aunque más que batalla debería llamarse masacre, ya que el ejército del imperio había aplastado y humillado a sus enemigos con una crueldad inhumana. Ojos arrancados, dedos y manos cortadas, orejas mutiladas... Todo eso por pura diversión.
Kano se encontraba paseando por las afueras de la aldea en un intento de despejarse un poco. Su cuerpo se movía, pero si te fijabas en su rostro podrías darte cuenta de que su mirada estaba totalmente ausente y perdida, acompañada por unas importantes ojeras que dejaban claro que no había podido dormir nada. Aún estaba en estado de shock después de todo lo que había visto aquella noche; de hecho, solo recordaba escenas borrosas y sueltas mezcladas con gritos de horror y terror.
Había quemado la ropa manchada de sangre, así que en ese momento apenas vestía con una larga capa roja carmesí bastante vieja y sucia. Olía bastante mal, ya que la había sacado de la basura.
─ Emma Konjiki... ─balbuceó aquel nombre con un tono apagado─. Y Kibaku ─sus dientes se apretaron un poco por la rabia─. ¿Tendrían familia? ¿O amigos? ─con aquellas preguntas, el nudo en su garganta le dolió aún más─. Seguro que sí.