Última modificación: 20-11-2024, 04:50 AM por Mikami.
Prologo.
A las afueras de Konoha
El sol filtraba sus rayos entre las copas de los altos árboles, creando un juego de luces y sombras que bailaban sobre el suelo del bosque. Haruto, un niño de apenas 10 años, estaba practicando arduamente sus movimientos básicos de taijutsu. Su frente estaba perlada de sudor, pero en sus ojos se reflejaba una determinación inquebrantable.
De repente, unos pasos crujieron entre las hojas secas detrás de él. Se giró, sorprendido, solo para encontrarse con dos figuras que no eran familiares. Un chico de cabello desordenado y mirada burlona lo observaba con los brazos cruzados, mientras que detrás de él, otro niño más grande lo imitaba con una risa sarcástica.
—¿Qué tenemos aquí? —dijo el mayor, dando un paso hacia Haruto—. Un niño jugando a ser ninja.
Haruto apretó los puños, pero no dijo nada. No quería problemas, pero estaba claro que los recién llegados no tenían la misma intención. Antes de que pudiera reaccionar, el más grande levantó su puño, dispuesto a golpearlo.
Entonces, un destello se interpuso.
—Basta. —La voz firme de Mikami resonó en el aire, deteniendo el puñetazo con la palma de su mano. El contraste era evidente: la tranquilidad en el rostro de Mikami y la sorpresa en el del atacante.
El hermano mayor de Haruto apartó la mano del otro Genin con un movimiento suave pero contundente, como si fuera una hoja mecida por el viento.
—Si no quieres salir de aquí lastimado, te sugiero que te vayas. —Sus ojos oscuros brillaron con una amenaza silenciosa, pero poderosa.
El Genin, enfurecido por la humillación, retrocedió un paso, pero luego lanzó un ataque frontal, seguido rápidamente por su compañero.
Mikami suspiró.
—Advertí que se apartaran.
En un abrir y cerrar de ojos, Mikami se movió con una velocidad asombrosa. Bloqueó, esquivó y contraatacó con precisión quirúrgica, desarmando a los dos con solo su taijutsu. Un barrido de pierna aquí, un puñetazo controlado allá, y los dos Genin cayeron al suelo, incapaces de levantarse.
Mikami no mostró signos de fatiga mientras se giraba hacia Haruto, quien observaba boquiabierto.
—No pierdas el enfoque, Haruto. —Le revolvió el cabello con una leve sonrisa—. El verdadero enemigo no te dará tiempo para distraerte.
Haruto asintió, sintiendo un nuevo aire de confianza mientras miraba a su hermano, su protector y mentor.
El bosque volvió a quedar en silencio, salvo por el leve susurro de las hojas en el viento.
A las afueras de Konoha
El sol filtraba sus rayos entre las copas de los altos árboles, creando un juego de luces y sombras que bailaban sobre el suelo del bosque. Haruto, un niño de apenas 10 años, estaba practicando arduamente sus movimientos básicos de taijutsu. Su frente estaba perlada de sudor, pero en sus ojos se reflejaba una determinación inquebrantable.
De repente, unos pasos crujieron entre las hojas secas detrás de él. Se giró, sorprendido, solo para encontrarse con dos figuras que no eran familiares. Un chico de cabello desordenado y mirada burlona lo observaba con los brazos cruzados, mientras que detrás de él, otro niño más grande lo imitaba con una risa sarcástica.
—¿Qué tenemos aquí? —dijo el mayor, dando un paso hacia Haruto—. Un niño jugando a ser ninja.
Haruto apretó los puños, pero no dijo nada. No quería problemas, pero estaba claro que los recién llegados no tenían la misma intención. Antes de que pudiera reaccionar, el más grande levantó su puño, dispuesto a golpearlo.
Entonces, un destello se interpuso.
—Basta. —La voz firme de Mikami resonó en el aire, deteniendo el puñetazo con la palma de su mano. El contraste era evidente: la tranquilidad en el rostro de Mikami y la sorpresa en el del atacante.
El hermano mayor de Haruto apartó la mano del otro Genin con un movimiento suave pero contundente, como si fuera una hoja mecida por el viento.
—Si no quieres salir de aquí lastimado, te sugiero que te vayas. —Sus ojos oscuros brillaron con una amenaza silenciosa, pero poderosa.
El Genin, enfurecido por la humillación, retrocedió un paso, pero luego lanzó un ataque frontal, seguido rápidamente por su compañero.
Mikami suspiró.
—Advertí que se apartaran.
En un abrir y cerrar de ojos, Mikami se movió con una velocidad asombrosa. Bloqueó, esquivó y contraatacó con precisión quirúrgica, desarmando a los dos con solo su taijutsu. Un barrido de pierna aquí, un puñetazo controlado allá, y los dos Genin cayeron al suelo, incapaces de levantarse.
Mikami no mostró signos de fatiga mientras se giraba hacia Haruto, quien observaba boquiabierto.
—No pierdas el enfoque, Haruto. —Le revolvió el cabello con una leve sonrisa—. El verdadero enemigo no te dará tiempo para distraerte.
Haruto asintió, sintiendo un nuevo aire de confianza mientras miraba a su hermano, su protector y mentor.
El bosque volvió a quedar en silencio, salvo por el leve susurro de las hojas en el viento.