[Misión Autonarrada] Ecos en la Oscuridad
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Ecos en la Oscuridad

Cita:Premisa o Temática de la misión:
En la tranquila Ciudad IO, una comunidad minera ha sido perturbada por eventos inexplicables en un nuevo túnel de excavación. Se solicita ayuda para investigar una serie de desapariciones misteriosas que han afectado a los mineros que trabajan en las afueras de la ciudad. Los mineros han estado excavando un nuevo túnel cuando comenzaron a escuchar extraños ruidos y ver sombras moviéndose en la oscuridad. La situación ha causado pánico y muchos han abandonado su trabajo. Se solicita alguien para explorar el túnel, descubrir la causa de los eventos y garantizar la seguridad de los mineros.

Datos de reclutamiento:
Requisitos:
  • Rango: C
  • Fecha: No aplica
  • Rango máximo (Rango de PJ): No aplica
  • Nivel de Peligrosidad: C
  • Cantidad de usuarios: Autonarrador
  • Cantidad de horas máxima por ronda: No aplica
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Esto ocurrió hace años...

Kyoshiro llegaba a Ciudad IO por primera vez, sus ojos llenos de asombro y ansiedad. Era su primer gran paso tras abandonar su pueblo natal, todavía afectado por la reciente muerte de su madre. La transición había sido difícil, tanto emocional como económicamente. Ciudad IO, con sus altas torres y bulliciosas calles, era un contraste drástico respecto de dónde venía. Con apenas unos meses desde su partida, Kyoshiro luchaba por mantenerse estable, buscando cualquier oportunidad para ganar unas pocas monedas. El aire frío y el bullicio de la ciudad lo envolvían, haciéndolo sentir más pequeño y vulnerable de lo que hubiera querido admitir.

En el mercado de la ciudad, Kyoshiro intentaba negociar con un panadero por un pan y un café. Su oferta de reparar la cafetera a cambio de comida o un descuento fue rechazada bruscamente ¿Tendría que irse al robo o mendigar?  Justo en ese momento, un minero irrumpió en la plaza, casi desmayado del susto. Con voz temblorosa, contó historias de ultratumba que tomaron lugar en un nuevo túnel de excavación, las mismas estaban causando desapariciones y ruidos inexplicables. Declaró que no podía más y que iba a solicitar la ayuda de un ninja de Iwagakure. No le importaba si ese dinero salía de la gente del pueblo o la constructora, pero no podía trabajar más así. El hombre, con la ropa sucia y el rostro desencajado, parecía un fantasma errante, sus ojos reflejaban un terror que no podía ser ignorado. Mientras los comerciantes intentaban convencer al minero de no hacerlo debido al alto costo, Kyoshiro vio una oportunidad. No supo si la idea venía de su cabeza o de su estómago, pero era una idea de todas formas. Mintiendo acerca de ser un ninja, se ofreció para investigar a mitad del precio que cobraría Iwagakure. Al principio, los mineros se mostraron reacios, pero tras una breve negociación, aceptaron su oferta. La determinación en los ojos de Kyoshiro y su oferta tentadora finalmente convencieron al líder del grupo.

Hey, minero, ¿Para qué ir hasta Iwa? Te puedo resolver esto por mucho menos de lo que te costaría traer a un ninja de allá—dijo Kyoshiro con confianza—. Solo necesito que me paguen lo suficiente para sobrevivir unos días más.
¿Eres ninja? —preguntó un minero escéptico—. No pareces uno.
Lo soy —mintió Kyoshiro—. Uno de vacaciones pero confía en mí, puedo manejarlo.

El minero comenzó a relatar los extraños sucesos mientras Kyoshiro tomaba notas meticulosamente. Habló de desapariciones, ruidos inquietantes y sombras que parecían cobrar vida. La situación estaba afectando gravemente la moral de los trabajadores, y la producción se había detenido. Con cada palabra, la gravedad de la situación se hacía más evidente, y Kyoshiro entendió que no podía fallar en esta misión. No por que le interesara el bien de la minería, pero ocupaba sobrevivir y el dinero era un factor importante.

Con un cuaderno lleno de apuntes de lo que le decía este y otros mineros que no tardaron en llegar, Kyoshiro se dirigió hacia la mina. La entrada era imponente, flanqueada por pilas de herramientas y equipo abandonado. El aire estaba cargado de polvo y un silencioso temor. Sintió un nudo en el estómago al adentrarse en el oscuro túnel, sus pasos resonando en la piedra desnuda. Se obligó a mantenerse tranquilo, recordando que debía cumplir esta tarea para asegurar su subsistencia. El sonido de sus propios pasos parecía amplificado, rebotando contra las paredes de piedra y resonando en sus oídos.

A medida que avanzaba, la oscuridad se volvía casi palpable. La linterna que le habían proporcionado iluminaba apenas unos metros adelante. Seguía las instrucciones del minero, tomando cada giro y bifurcación con cautela. Pronto, se dio cuenta de que estaba solo en una profunda oscuridad que parecía presionar contra él desde todos los lados. Era en ese momento que Kyoshiro descubrió su miedo a los espacios cerrados y oscuros, una claustrofobia que nunca había sabido que tenía. Cada sombra, cada sonido, parecía cobrar vida propia, alimentando su creciente sensación de ansiedad. El aire se volvía más denso y frío a medida que Kyoshiro avanzaba, y los ruidos de la mina parecían susurrar historias de desesperación. Intentó mantener la calma, concentrándose en su misión. Sin embargo, el silencio y la oscuridad de la mina se colaban en su mente, creando una atmósfera opresiva que hacía difícil pensar con claridad. Las paredes de la mina, rugosas y estrechas, parecían cerrarse sobre él, intensificando su claustrofobia.

A medida que avanzaba, comenzó a escuchar ruidos extraños, susurros que parecían provenir de todas partes.  Le prometían muerte, le amenazaban del final. De repente, sintió una presencia a sus espaldas y se giró bruscamente, solo para ver sombras moviéndose en la penumbra. Fue entonces cuando todo se volvió confuso. En este momento no lo sabía, sería hasta mucho después que en sus recuerdos entendería lo que estaba pasando. Justo ahora, estaba bajo un genjutsu, sintiendo que las paredes de la mina se cerraban sobre él. Eventualmente lo entendería, pero por ahora simplemente era víctima del miedo y sucumbió a gritar. Trató de huir pero se dio cuenta que era inútil, estaba atrapado y probablemente este era su fin. Tanto esfuerzo para nada.

Ahora, lo que estaba por ocurrir fue algo con lo que Kyoshiro tendría que vivir por el resto de sus vida. Y deben entender, Kyoshiro es alguien que se jacta de ser analítico. Vaya que presume con eso, tal vez no en voz alta pero en sus adentros le gusta sentirse superior. Pensar: "Esto no me pasaría a mí"- Cada que alguien le hablaba de alguna desgracia. Siempre pensó que estaría listo y unos tres pasos adelante de todo lo que pudiera pasar...y ahora se daba cuenta que no. Lo que le atormentaría por muchos días más no sería su falta de cuidado, si no la suerte de lo que estaba por ocurrir.  

Tras unos minutos gritando desesperado, dejó caer la antorcha a sus pies. No al propio, si no por pánico. Ésta, al caer al suelo quemó sus pies. El ardor le hizo algo que de pronto su mente ya no venía las paredes apretándolo, veía con claridad. El ardor fue mayor que el dolor que le estaba proporcionando aquella ilusión, y eso fue lo que le hizo entender días después lo que había pasado. Se atormentaría pensando que el único motivo por el qué seguía vivo era suerte y no su intelecto. Aquella humillación le seguiría por mucho tiempo.

 Con un esfuerzo titánico, se levantó y tomó la antorcha, descubriendo al frente con mayor claridad que los responsables no eran más que dos drogadictos que habían aprendido a usar chakra para proteger su operación de narcotráfico en la mina. Esto se daría cuenta días después cuando la noticia saliera en el periódico. La revelación fue un shock, pero también un alivio al saber que había una explicación racional para los eventos. Ahora, descubierta la trama sólo ocupaba huir. Sería sencillo ¿No?

Una feroz pelea estalló entre Kyoshiro y los dos hombres. Los drogadictos, aunque torpes y desorganizados, eran brutales en su ataque. Uno de ellos usaba técnicas básicas de genjutsu mientras el otro manejaba armas improvisadas. Aquello era un dúo horrible. Uno le paralizaba con ilusiones y el otro lo sacaba de las mismas con el daño de sus patadas y cortes. Kyoshiro, aún inexperto y mal preparado, recibió una tremenda paliza. Golpe tras golpe lo debilitaban, pero su mente seguía trabajando, buscando una salida. Las paredes de la mina se convertían en un escenario caótico de sombras y movimiento, donde cada instante podía ser el último. La sangre brotaba de su boca, nariz y muchos otros orificios más, algunos ya existentes, otros improvisados.

Le temblaba el cuerpo del dolor. Ya no sabía qué era real y qué no, pero sabía que estaba recibiendo una paliza como ninguna, eso no estaba en duda. Con un kunai, dos bombas de humo y unos metros de hilo metálico, Kyoshiro improvisó un plan. Tardó tres puñetazos, dos ilusiones y mucha sangre derramada para poder encontrar una ventana de tiempo. Cuando uno de ellos dudó su golpe pensando que estaban pasándose de más, Kyo actuó. Lanzó una bomba de humo para desorientar a sus oponentes, luego usó el hilo para atacar. Aprovechando la distracción, tomó su kunai. La sangre derramada había bañado el filo metálico, provocando que ahora su arma fuera más que filosa, venenosa. No sería si no hasta mucho después que entendería bien que su sangre no era apta para el contacto humano. Los golpes y cortes en la nube de humo fueron menos que los que ellos le habían proporcionado, pero el veneno terminó jugando a favor para Kyoshiro.

Las horas pasaron y lo que parecía ser el final de su historia, se volvió en uno de sus primeros logros, también una de sus primeras grandes humillaciones. Hoy aprendió que a pesar de lo mucho que esto le dolía, era un humano. Con miedos, errores, limitaciones, era un humano preso de la realidad. Regresó al pueblo exhausto pero triunfante, con pruebas de lo que había encontrado en la mina. Los mineros, aliviados y agradecidos, le pagaron lo acordado. Con sus primeros ingresos,  un ensangrentado Kyoshiro se dirigió al mercado y finalmente compró el pan y el café que tanto había anhelado, sintiendo una pequeña pero significativa victoria en su nueva vida. Las miradas no faltaban y la policía pronto tuvo que encargarse del papeleo e intervenir. Pero mientras tanto, antes de que alguien le castigara por mentir, antes de tener que huir por haberse hecho pasar por ninja, antes de una improvisada escapatoria, ahí mientras saboreaba su café caliente y el pan fresco, comprendió que la realidad era una cuestión de perspectivas. Y actualmente, la percibía como una prisión.

Con el tiempo, Kyoshiro continuó su viaje, llevando consigo las lecciones aprendidas en Ciudad IO. La historia de su enfrentamiento en la mina se convirtió en una anécdota que jamás contaría. Un recordatorio de su poca capacidad en aquel momento de superar incluso las situaciones más desesperadas. No se permitiría nuevamente fallar así.
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Misión Finalizada

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