Una serie de malentendidos
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Vengo de: https://shinobigaiden.net/showthread.php...5#pid20745

El patio donde Kyoshiro aterrizó era un cuadrado de aproximadamente 20 por 20 metros, compartido por tres casas. El césped, bien cuidado y de un verde vibrante, estaba salpicado de juguetes de los niños vecinos: un triciclo rojo, una pelota de fútbol, y varias muñecas abandonadas a la intemperie. En un rincón, un pequeño jardín de flores silvestres florecía con colores vivos, contrastando con el caos que se desataba. Un gran tendedero atravesaba el patio de un lado a otro, con ropa de diferentes tamaños y colores ondeando suavemente al viento, símbolo de la vida cotidiana que en ese instante parecía tan lejana.

La atmósfera del lugar era tranquila, casi idílica, con las tres casas que daban al patio creando un espacio común que hablaba de comunidad y convivencia. Cada casa tenía su propio encanto; una al este con una fachada de ladrillo rojo, otra al oeste pintada de un azul pastel, y la tercera, al sur de todo la de donde Kyoshiro había salido por la ventana, mostraba signos evidentes del desastre reciente con paredes agrietadas y ventanas rotas. El césped, aunque bien cuidado, tenía zonas donde se notaban los juegos intensos de los niños del vecindario, marcados por manchas de tierra y pequeños agujeros.

El gran tendedero no solo servía para secar ropa, sino que también parecía ser un lugar de encuentro, con sillas viejas y una mesa de madera situada cerca, como si los vecinos se reunieran allí regularmente para charlar. Pequeñas luces colgaban de él, sugeriendo que por las noches, el patio se iluminaba con un resplandor cálido y acogedor. Cerca del tendedero, casi en la esquina noroeste exacta, una pequeña fuente de agua burbujeaba suavemente, añadiendo un sonido calmante al ambiente.

Sin embargo, la serenidad del patio fue rápidamente interrumpida. Los gritos estallaron cuando Kyoshiro salió de la casa con el bebé en brazos, y la estructura de la casa se desmoronaba detrás de él. Una mujer mayor, con el rostro lleno de pánico, gritó dramáticamente creyendo que presenciaba un secuestro. Otras voces se unieron al coro de alarma, aumentando la confusión. Habían unas tres señoras, unos cuatro niños y dos gatos en el patio cuando todo inició. Kyoshiro, en su frenético escape, rodó por el suelo y, en su último giro, dejó caer al niño. Sin saber manejar sus propios poderes, el niño se envolvió instintivamente en una esfera de rocas, creando una especie de caparazón protector. ¿Lo hizo él mismo? ¿Lo hizo el chakra para proteger a su nuevo cuerpo? Quién sabe; algo más que añadir a la investigación.

En el centro de aquel patio, Kyoshiro se levantó rápidamente, observando a su alrededor. La casa detrás de él al sur de todo seguía escupiendo polvo por las ventanas, indicativo del colapso interior. Una mujer salió corriendo por el único camino abierto del patio compartido, hacia el norte, atravesando la única puerta en la malla metálica que separaba aquel patio de la calla. Iba gritando desesperadamente y pidiendo ayuda. Kyoshiro, con la mente en un torbellino, sabía que debía actuar rápido. La situación estaba fuera de control, y cada segundo contaba en su misión para proteger y estudiar al niño, a pesar del caos que había desatado.
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-Y bueno verás. Resulta que ahora soy un gran militar de Iwagakure.- Le comentaba a la chica que caminaba a la par conmigo. Tenía el cabello color negro intenso, con algún que otro mechón azulado, largo, y se había hecho una cola de caballo, el cual se tocaba con el dedo una y otra vez, dando vueltas a la punta del mismo. De cuerpo bastante apetecible, con unas muy bonitas y redondas esferas donde debían de estar. Era una chica de barrio que había conocido hace unas semanas en uno de los tantos escenarios a los que frecuentaba por trabajo, y es que a las muchachas les gusta ver y tocar estos músculos que llevo encima, algo que la chica que traía hoy conmigo hacía habitualmente.

Pero hoy no estamos hablando de mí. No. Bueno sí. A quien engañamos, en esta historia siempre se habla del protagonista, y ese soy yo. Me había graduado no hace mucho de la academia ninja de Iwagakure, y sabía que este grado me iba a dar muchas más chances con las mujeres de las que ya de por sí tenía antes. Y me gustaba tener este estatus. Pero apenas era el comienzo, quien sabe lo que me depararía el futuro si seguía por este camino. 

-No te voy a mentir... si fue algo duro aquellos entrenamientos. Pero vah, nada que estos pequeños...- Señalaba los músculos de mi brazo mientras les daba un par de besos. -estos grandes... perdón. Estos grandes muscu....- 

Algo en la lejanía me había cortado mi inspiración. Que podría ser aquello, y porque justo en este momento donde ya estaba por lograrme a esa chica. Era un bebe, sí, era el agudo y molesto llanto de un bebe en una de las casas que había cerca. -¡JA! ¡Espero nunca tener de esos!- Comente a la pelinegra entre bromas. Pero el ruido áspero no se detenía ahí, y es que era seguido por otros ruidos que parecían ser provocados por alguna especie de terremoto o temblor en el suelo, esto sí, ya era bastante raro, así que me dispuse a intentar ver que sucedía en aquel lugar. -Espera aquí.... o mejor, intenta llamar a la policía o algo. Veré que pasa allá.- Una vez dada las indicaciones a la joven, corrí rápidamente en dirección a aquel lugar. '¿Cómo coño era que se llamaba? Vah, ya lo soluciono luego, primero esto.'

Escuché claramente como se rompía una de las ventanas que dentro de la casa, y a unas mujeres gritando más allá de la misma. Salté por los tejados de la casa que estaba al oeste, mientras veía todo el desastre provocado en la vivienda situada al sur, rocas de diversos tamaños iban y venían.

Y entonces mi mirada se posó sobre el patio que unía las tres viviendas, y ahí, en medio, un joven de cabello blanco, una esfera giraba en frente de él. Así como también un par de señoras y también algún que otro infante que había en el área. Llevaba mi bandana ninja que me representaba como miembro militar de la villa, quizás esto me diese algo de poder de persuasión sobre las personas aquí presentes, y podría usarlo a mi favor.

-¡Mi nombre es Zell! No se preocupen mis señoras, muchachos... He venido a arreglar la situación.- Mis aires de héroe rápidamente comenzaron a hervir mi sangre, me sentía algo emocionado por la situación. Ante el gentío, se les presentaba un muchacho de gran tamaño e imponente presencia física. Cabello rubio con un mohicano y con el cuerpo lleno de tatuajes. Y bueno, si también llevaba ropa ese día. Una chaqueta negra que dejaba abierta mostrando mi torso, un pantalón azul con agujeros por aquí y por allá y unos zapatos altos también color negro. Mi bandana se situaba rodeando mi bíceps diestro. ¿Les mencioné el par de cuernos que salían de mi frente? No tenían un gran tamaño ni nada, pero ahí estaban. Eran negros con franjas del mismo color de la sangre que corre por nuestras venas.

-¡Eh tú!- Apunte al peliblanco mientras bajaba del tejado para acercarme a donde estaba. -¿Pareces ser el más sensato por acá, que está pasando y en que puedo ayudar?-
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Kyoshiro se incorporó lentamente, ignorando el caos y los gritos a su alrededor. La casa detrás de él seguía escupiendo polvo por las ventanas, un recordatorio constante del desastre reciente. Con una mente fría y calculadora, Kyoshiro sintonizó su oído a los sonidos más allá del bullicio inmediato. A lo lejos, distinguió las voces de ambos padres del bebé, aún con vida. No era un consuelo para él, pero reconocía que sería más fácil documentar sus hallazgos si los progenitores sobrevivían para proporcionar más información.

Se sacudió el polvo de la ropa y comenzó a avanzar hacia el bebé, ahora envuelto en una formación rocosa. Ignoró los gritos de las mujeres y los niños, centrando toda su atención en la extraña esfera de piedras. Intentó levantar la roca, pero era demasiado pesada para moverla sin ayuda. Observó las grietas en la superficie y comenzó a trabajar, metiendo los dedos en las fisuras, desprendiendo piedras poco a poco. Con cada fragmento que quitaba, el rostro del bebé se hacía más visible, revelando una expresión tranquila, ajena al tumulto exterior. No podía evitar sentirse impresionado. Era sorprendente cómo el instinto, tal vez combinado con la memoria incrustada en el chakra de los anteriores contenedores, se manifestaba de manera tan natural en un ser tan joven. La roca no oprimía al niño; al contrario, lo protegía. Este descubrimiento alimentaba su curiosidad científica, dando pie a nuevas preguntas sobre la transmisión de habilidades a través del chakra.

De pronto, un ruido distinto captó su atención. Alguien más había llegado. Kyoshiro levantó la mirada, buscando el origen del sonido hasta que finalmente lo encontró en el tejado. Milicia - Susurró Kyoshiro, casi con desprecio. Un joven de aspecto imponente, con una chaqueta negra abierta y un pantalón azul lleno de agujeros, estaba allí. El distintivo brillo de una bandana de Iwagakure envolvía su bíceps derecho.

No pasa nada y no ocupamos nada, gracias —espetó Kyoshiro, su tono rudo y seco. En otro momento hubiera simulado una carismática apariencia, pero tras aquel evento de caos, no se le antojaba mucho aparentar. Ahora solo quería seguir su investigación y entre menos tuviera que socializar y explicar, mejor. No se molestó en dirigirle la mirada, enfocado en la tarea de liberar al niño. 
Mientras seguía desprendiendo piedras, Kyoshiro le miró por accidente de entre-ojo y notó algo extraño sobre el recién llegado. Se giró ligeramente y sus ojos se posaron en los cuernos negros que adornaban la frente del joven. Era una mutación que no había visto antes, y por un momento, la curiosidad se mezcló con su habitual indiferencia.

—Bonitos cuernos, ¿nuevo uniforme de la milicia de Iwagakure? —comentó sarcásticamente antes de volver a lo suyo.  Decidido a liberar al bebé, Kyoshiro sacó un kunai de su cinturón. Lo levantó al aire, listo para usarlo como palanca. Desde la perspectiva de Zell, el militar recién llegado, podía parecer que Kyoshiro estaba a punto de apuñalar al bebé. El ángulo y la postura daban una impresión aterradora ¡Iba a apuñalar al infante dentro de aquella roca! Pero esto no era si no una cuestión de perspectiva. 

Lo que parecía ser un ataque al bebé, era un intento de liberarlo aunque esto no fuera muy obvio. Sin inmutarse, Kyoshiro insertó el kunai en una de las grietas, usándolo para aflojar más piedras alrededor del niño. Parecía que apuñalaba al niño. Los gritos de las señoras que habían regresado a asomarse no ayudaban a aclarar la situación. La herramienta se deslizó con precisión, fragmentos con una destreza meticulosa. Poco a poco, más del cuerpo del bebé quedó al descubierto, aún envuelto en la capa protectora de chakra que le mantenía seguro.
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Un paso tras otro y me iba acercando más y más a aquel muchacho cuya tranquilidad mostrada comenzaba a ser ya algo inquietante. ¿Cómo podría mantener tal calma ante todo este caos a su alrededor? Niños y ancianas gritando desesperadamente e incluso, a alguno que otro se le escapaba o se le llegaba a escuchar cosas como: -Fue él, fue él!--¡Atrápelo! ¡Rompió la ventana!- ¿Tenía ante mí un acto de simple vandalismo? No... esto era algo más grave, los bandidos no se distinguen por andar destruyendo casas, sus fechorías palidecen en comparación con lo que estaba presenciando.

Y ahora que estaba más ceca de ese sujeto y de escuchar su voz al dirigirse a mí, había entrado en razón de que no era tan chico como pensaba antes. Parecía ser alguien ya mayor de edad. Intentó esquivar la situación a mi pregunta, pero estaba claro que mentir no era su fuerte. De todos modos, me intrigaba la esfera de piedra que tenía en frente. ¿Por qué estaba tan obsesionado con ella? -No, un regalo de la sangre de mi padre.- Le respondí sin dar muchos más detalles. No me disgustaba tener esta ornamenta, pero de momento la situación que apremiaba su atención era la casa destruida y aquellas voces que se escuchaban en su interior.

Desde dentro de la casa destruida también se llegó a escuchar algún que otro quejido de dolor. -¿Cómo que no pasa nada? Esas quejas de adentro son de personas que necesitan ayuda... ¿O es que no lo ves?- 

'¿Un bebé?' Fue lo que logre escuchar de una de aquellas voces en el interior de la estructura. Mis sentidos se pusieron en alerta y rápidamente comencé a correr en dirección a aquel lugar, pero justo antes de dar siquiera el segundo paso, lo vi. Ya sabia porque el sujeto de cabello blanco estaba tan ensimismado en aquella esfera de piedras. Un niño había en su interior, y quizás era el que pedían desde dentro de la casa. 

-¡Quieto ahí!- Había quedado boquiabierto cuando lo vi sacar un kunai y lo alzaba con una clara intención de hacerle daño a la pequeña criatura que se encontraba dentro de su prisión. Con un ágil movimiento tome también uno de mis kunais que me habían regalado al graduarme, e intercepte la trayectoria de su mano, la cual iba directamente hacia esa esfera hecha de piedras y rocas. -¿Pero qué mierda estás haciendo?- Dudas y más dudas eran los que comenzaban a rondar por mi mente. ¿Por qué un sujeto mayor iba a estar intentando asesinar a un pequeño bebe? ¿Por qué vergas el bebe estaba tan relajado dentro de la formación de rocas? ¿Qué fue lo que hizo venir la casa abajo, fue este muchacho? Muchas preguntas circulaban en mi cabeza, no sabía si iban a ser respondidas en algún momento, pero ahora lo primordial era detener los actos de este peliblanco.
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Kyoshiro sintió el impacto del kunai contra el suyo con una sacudida violenta. El forcejeo inesperado hizo que su propia arma volara de su mano, girando en el aire antes de aterrizar a varios metros de distancia. La sorpresa y la frustración lo invadieron instantáneamente. La realidad, que parecía ya incontrolable, se había convertido en una tormenta de caos y variables impredecibles. Kyoshiro se encontraba allí, en medio de un escenario que había salido de su control, y el sentimiento de impotencia le resultaba cada vez más abrumador.

El joven ninja se agachó un momento, observando el kunai que había sido su herramienta para liberar al bebé, ahora lejos de su alcance. Se pasó una mano por la cara, intentando calmar la creciente rabia que sentía. La situación no se estaba desarrollando como esperaba, y cada intento de retomar el control parecía ser socavado por imprevistos que multiplicaban el caos. La frustración de no poder mantener el orden y avanzar en su investigación lo estaba consumiendo lentamente.
Kyoshiro miró al bebé envuelto en la roca con una mezcla de preocupación y furia interna. La esfera protectora del niño, que antes era su foco de atención y admiración científica, ahora era el epicentro de un caos que lo sobrepasaba. Se movió con determinación, ubicándose entre el bebé y el recién llegado, intentando recuperar el control de la situación mientras sus emociones se desbordaban. Su mente estaba llena de preguntas sin respuesta y el sentimiento de humillación crecía con cada momento que pasaba sin poder resolver el problema.

Al observar al otro ninja, Kyoshiro no pudo evitar un comentario mordaz, intentando ocultar su creciente frustración con humor negro. —"Así que un tipo de Iwagakure viene a salvar el día. ¿Siempre sois así de eficaces o solo cuando os toca jugar a los héroes?"— Su tono reflejaba su desdén y descontento. La situación le parecía una cruel broma, y la ironía de que alguien viniera a "arreglar" las cosas solo aumentaba su irritación.

Con un movimiento rápido, Kyoshiro se colocó más cerca del bebé, usando su propio cuerpo como un escudo. Las emociones contenidas estaban a punto de estallar. No podía permitirse más distracciones ni interferencias en su intento por controlar la situación. Sentía que todo su esfuerzo y habilidad estaban siendo desafiados por una serie de eventos fuera de su control. La impotencia y la rabia se mezclaban en su interior, empujándolo a una furia contenida.

"La situación está controlada, sargento cuernos ¿Es esto suficiente o tendremos problemas? "— dijo Kyoshiro con un tono cortante, casi como una amenaza implícita. Su paciencia estaba al límite y su habilidad para mantener la calma se estaba resquebrajando. La falta de tiempo para explicaciones detalladas lo empujaba a una postura más agresiva. No tenía intenciones de perder más tiempo en palabras innecesarias; si conflicto era lo que querían, conflicto era lo que tendrían.

Mientras el bebé seguía envuelto en su esfera de piedras y el caos continuaba a su alrededor, Kyoshiro intentó centrar sus pensamientos en la tarea en mano. La desesperación se reflejaba en su rostro mientras el descontrol de la situación lo envolvía. El control que había sido su fuerte ahora parecía una ilusión lejana, y la sensación de humillación se intensificaba con cada momento que pasaba sin resolver el problema.

A medida que el ruido y la confusión aumentaban, Kyoshiro se obligó a concentrarse en el bebé, a pesar de la frustración que le invadía. La presión de la situación le pesaba, y el hecho de tener que enfrentarse a un obstáculo inesperado solo alimentaba su enojo. La desesperación de mantener el control en una situación tan volátil lo empujaba a actuar de manera más drástica y decidida. El caos a su alrededor parecía tener un nuevo objetivo: mantener a Kyoshiro en constante estado de tensión. A medida que se preparaba para enfrentar cualquier nueva interferencia, su determinación se afianzaba. El control de la situación era una batalla que estaba dispuesto a librar, sin importar cuán desalentadora se volviera. En su mente, el conflicto ya no era solo una posibilidad; era una realidad inminente que estaba preparado para enfrentar.
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Un bebe encerrado en una esfera que parecía haber sido hecha con rocas y piedras tomadas de quién sabe donde, dicho bebe no parecía tener más de un año de haber nacido, pero para sorpresa mía, estaba en calma. Una casa en ruinas que seguía cayéndose a pedazos a unos pocos metros de nosotros, llenando todo el lugar en una polvareda que provocaba que incluso a veces la visión costara un poco y había que agitar las manos en frente de la cara para así apartar alguna que otra pequeña nube de polvo que flotaba libre por el paisaje caótico que se había creado de un momento a otro. Gritos y más gritos, algunos acusadores, otros de miedo... pero los más graves eran los de desespero. Y es que de dentro de aquella casa venida abajo, un par de voces sollozantes pedían ayuda.

Había logrado repeler el kunay del peliblanco que, ante mis ojos, parecía querer tomar la vida de este infante que teníamos a nuestros pies. Estuve alerta a sus movimientos por si planeaba algún contra ataque rápido, pero lejos de eso, parecía intentar mantener la compostura de la situación. 'Bien, coño, tranquilidad'. Pensaba mientras relajaba mi postura y volvía a colocar el arma a resguardo mientras daba espacio para que el sujeto se pudiese mover sin problema. -Bien, ya me puedes decir que verg...- Mis palabras se detuvieron cuando vi como se adelantaba a las mías, pero no habían sido más que sonidos vacíos y sin propósito lo que salía de su boca. Bueno, si tenían un propósito, supongo, que era molestarme de alguna manera, quizás, pero era una opción bastante tonta de palabras, creía. Había un caos alrededor, y solo se dedicaba a soltar estupideces. 

-Mire.... ¿señor?.- Hice una pausa para ver si la captaba y me daba su nombre. -Quizás no vea lo que yo veo ni escuche lo que yo escucho. Un bebe dentro de una esfera de roca, una casa cayéndose a pedazos mientras hay gente adentro rogando por su vida. Eso a mí, no me parece nada de control, así que enfóquese en lo que está pasando.- Di otra pausa, intentando no reaccionar de manera agresiva ante su aparente amenaza. -¿Seguro que quiere llegar a eso?- Le miré seriamente. -Solo estoy preguntando que mierda está pasando.- Camine hacia adelante, intentando apartarlo del camino. -No sé qué quiere con el bebe, pero no puedo permitir que lo tenga, por favor apártese, y si quiere ayudar y quiere que todo esté en orden, vaya y arregle el caos que usted mismo creó ahí dentro.- Le señale a las ancianas y demás niños que estaban cerca. -Esos ojos que ve allá vieron lo sucedido, y tienen bocas y voz suficientes para señalarle a usted. Así que si quiere que todo vaya sobre ruedas y de una manera pacifica, intente ayudarme y quizás, solo quizás... pueda hacer la vista gorda y aquí no ha pasado nada. Por cierto, antes de venir mandé a avisar a las fuerzas de seguridad... así que tiene el tiempo contado compañero. Mejor deje de hacerse el chulo y coopere-
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Kyoshiro mantuvo la mirada fija en Zell, su expresión endureciéndose. La terquedad y el orgullo no le permitirían ceder terreno tan fácilmente. A pesar del caos, su mente estaba decidida a no permitir interferencias externas en su investigación.  —"¿Control? Tú no tienes ni idea de lo que está pasando aquí,"— dijo Kyoshiro, su tono cortante y lleno de desdén. —"No necesito que un extraño me diga cómo manejar esta situación. Este bebé y esta esfera son parte de algo mucho más grande que tú o yo. No permitiré que metas tus manos en mi trabajo."

Mientras hablaba, Kyoshiro se movió instintivamente más cerca del bebé, su cuerpo actuando como un escudo. La frustración interna amenazaba con desbordarse, pero él luchó por mantener una fachada de control. No mostraría debilidad ante este intruso. —"Si realmente piensas que puedes simplemente apartarme y tomar al bebé, piénsalo de nuevo,"— continuó, con un brillo peligroso en los ojos. —""Además, este caos no es tuyo para arreglar. Así que da un paso atrás y deja que me ocupe de esto. Porque si decides interferir, las cosas se pondrán mucho peor para ti y todos."

El ruido de la casa derrumbándose y los gritos alrededor parecían desvanecerse mientras Kyoshiro se concentraba en Zell. La situación era volátil, y cada segundo contaba. La amenaza de las fuerzas de seguridad que Zell mencionó no le preocupaba; no las creía ciertas. Su enfoque estaba en proteger su investigación y el infante. La tensión en el aire era palpable, pero Kyoshiro no retrocedió. La furia contenida y la determinación de mantener el control sobre su investigación lo impulsaban a enfrentar cualquier desafío que Zell pudiera presentar. Para él, ceder no era una opción.

Kyoshiro tomó una posición más firme, asegurándose de que Zell entendiera que no estaba jugando. No había espacio para compromisos en su misión. Cada fibra de su ser estaba dedicada a proteger su trabajo y al bebé, y no permitiría que nada ni nadie se interpusiera en su camino.

"Este bebé es la clave de algo que ninguno de nosotros comprende por completo,"— explicó, su voz más controlada pero aún tensa. —"Y no puedo permitir que alguien interfiera en esto. Si realmente quieres ayudar, entonces mantén a las fuerzas de seguridad alejadas el tiempo suficiente para que pueda resolver esto. Una vez que lo haga, prometo que me ocuparé del resto."

Con un último vistazo a Zell, Kyoshiro se giró hacia el bebé envuelto en la esfera de rocas. La urgencia de la situación lo impulsaba a actuar con rapidez y precisión. Sabía que tenía poco tiempo antes de que las fuerzas de seguridad llegaran, pero estaba decidido a resolverlo por sí mismo. No importaba cuán caótica fuera la situación, Kyoshiro no cedería su control.
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