Llegada a Ciudad Io
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Cuatro días le tomó su viaje. Había sido sabio invertir en transporte aunque vaya que dolía.  Aprovechó las paradas ocasionales que hacía la caravana para enviar algunos de sus apuntes hacia la biblioteca/laboratorio que hace ya mucho tiempo fue su hogar, Pueblo Ryuushi. Con tanta afinación a sus estudios, ese lugar se había convertido en el centro de todo progreso investigativo. Ahí guardaban copias de sus manuscritos y todos los documentos que Kyoshiro había enviado desde hacía casi un lustro. En fin, cuatro días de viaje y finalmente se hizo paso dentro de la segunda ciudad más importante del País de la Tierra. A lo lejos visualizó un castillo en lo alto. Pero el castillo no era su destino.

Kyoshiro buscaba información. Hace meses, cuando aún vivía en Amegakure a la espera del cadáver, le habían llegado noticias de un niño nacido de padres que no manejaban chakra o eran ignorantes a su manejo. Este niño, desde el día de su nacimiento, movía piedras a su alrededor de manera subconsciente. ¿Acaso otro indicio de la manipulación de realidad subconsciente? Ya sospechaba desde varios experimentos, incluido el más reciente, que el siguiente paso de la evolución humana yacía en el uso de chakra pasiva. Así como los riñones producen orina para purificar el cuerpo, el páncreas produce los jugos pancreáticos que contienen enzimas que ayudan a la digestión, o el corazón bombea la sangre hacia el resto del cuerpo, todo esto ocurre sin pensarlo, de manera pasiva. Así planteaba Kyoshiro que sería el siguiente paso de la evolución humana con el chakra. ¿Le aferraba? No. ¿Le generaba celos? Tampoco. Lo único que quería era estudio, y su interés científico le hizo poner este como su siguiente destino.

Eran las 9 de la mañana cuando Kyoshiro entraba a Ciudad Io. Se había bajado de la caravana unas dos horas antes de llegar. No le gustaba que le vieran llegar con un grupo de gente. No era algo de su plan, solo no le gustaba. El último trecho del camino lo hizo a pie. En su mano derecha llevaba un maletín tipo portafolio. Sobre su hombro izquierdo, un saco con algunas de sus pertenencias y equipo de viaje. Durante el viaje logró ganar unas monedas en juegos de azar y reparando unos zapatos y vestidos de sus acompañantes, ya que algo de calzado y costura sabía. Con esas monedas pudo pagar solo una semana en el motel a trescientos metros de la entrada. Esta debía ser una investigación rápida. De todas maneras no pensaba concluir nada aún. Si de analogías se tratara, esta era apenas la semilla que fuera a sembrar. Aún faltaba mucho para cosechar.

Se acomodó en su recinto. Preparó su cama y dejó sus pertenencias siempre listas en caso de tener que huir. Nunca había tenido que hacerlo a prisa, pero no por eso estaba desprevenido. Sacó su diario y trazó su plan nuevamente; la logística no podía fallarle. Al acabar su experimento acá, iría al norte a Nueva Iwa y luego más al norte a la costa, donde tomaría algún navío al este. Por la naturaleza de Nueva Iwa y su condición como aldea militar, sabía que no podía llamar la atención ahora en Ciudad Io o su seguridad y libertad de viaje por estas zonas del oeste se verían afectadas por meses o incluso más.

Kyoshiro salió de su habitación unas tres horas después. Llevaba armamento como lo llevarían los militares: una bolsa con shurikens y kunais, otra más con bombas de humo e hilo. No esperaba usarlas, pero sabía que siempre había que estar listo. Dejó instrucciones en la posada de que no regresaría sino hasta el anochecer o la mañana siguiente. Y así comenzó. Caminó por las calles de la ciudad en lo que la mañana llegaba su actividad más alta del jueves. Caminó preguntando disimuladamente de vez en cuando por aquel niño mágico que nació hace unos meses. Observaba a la gente, escuchaba fragmentos de conversaciones y prestaba atención a cada pequeño detalle que pudiera ofrecerle una pista. La ciudad, con su bullicio comercial y sus habitantes ocupados, escondía muchos secretos, y Kyoshiro estaba decidido a desenterrar el que más le interesaba.
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Primer Día en Ciudad Io: Investigación de Kyoshiro
Empezó su búsqueda de información a las 11 de la mañana, paseando por los mercados y plazas de Ciudad Io. Iba Kyo disfrazado de un simple viajero, escuchaba atentamente las conversaciones de los habitantes, se colaba en el mercado, un simple observador y audiencia de las conversaciones del día a día. Sabía que en los chismes del mercado se escondían muchas verdades. Y sí, el tema ya estaba a este punto más que "quemado", pero sabía que bastaba un estímulo  para reiniciar la chispa. Pensó en varias formas de iniciar aquella cadena de eventos pero por suerte no tuvo que hacer nada. Un bebé en brazos de una madre comenzó a llorar y esto pronto dio una cadena de eventos y conversaciones que darían con el tema.  Y efectivamente, pronto, escuchó a unas mujeres comentando sobre el niño que podía mover piedras con chakra desde su nacimiento. Hablaban de cómo esto le estaba sacando canas a su abuela y cómo ya había roto un par de ventanas. Esto confirmaba su sospecha de que el evento había sido suficientemente relevante para aparecer en el periódico local. Preguntarles directamente a las señoras no era una opción. No quería que nadie tuviera en sus anécdotas el "el tipo que preguntó por el bebé la misma semana que desapareció". Habían otras maneras de adquirir lo que quería.

A las 12:30 pm, Kyoshiro comenzó a buscar kioskos que vendieran revistas y periódicos viejos. Sabía que estos lugares a menudo almacenaban ediciones antiguas que no habían vendido. Después de recorrer varios establecimientos, encontró un pequeño kiosko que parecía tener exactamente lo que necesitaba. Usando su carisma y habilidades de negociación, Kyoshiro convenció al dueño del kiosko para que le dejara revisar los periódicos viejos, sugiriendo que estaba haciendo una investigación histórica. A las 2:00 pm, tras una minuciosa revisión, encontró el artículo que mencionaba al niño y su habilidad inusual. El artículo confirmaba el nombre de la madre y del niño, así como la clínica donde había nacido, pero no proporcionaba la dirección actual de la familia.

A las 3:00 pm, Kyoshiro se dirigió a la clínica mencionada en el artículo. De su frente ya bajaban constantes gotas de sudor que insistía en limpiarse con un pañuelo blanco que había adquirido en algún lugar que ya no recordaba. Antes de entrar, ideó un plan detallado para acceder a la información que necesitaba. Fingiendo ser un investigador médico interesado en casos inusuales de nacimiento, se acercó a la recepción con una sonrisa profesional y una historia convincente. Presentó una identificación falsa que lo acreditaba como investigador de un renombrado instituto médico. La enfermera, intrigada por su historia y conmovida por su interés científico, lo llevó a una sala de archivos. La identificación, no era del todo falsa. Era de su madre, con unos pequeños cambios como de imagen y nombre pero el resto real. Aún así, no parecían muy contentos con lo solicitado. Kyoshiro no dejó nada al azar. Había preparado un donativo sustancial que entregó al administrador del hospital, lo que le permitió obtener acceso temporal a los archivos. Este era el motivo por el cuál llevaba ya hace meses casi en quiebra. Había predispuesto desde hace meses el dinero para sobornar a las personas indicadas. 

A las 4:30 pm, tras una búsqueda meticulosa entre los registros, halló el expediente de la madre. Este documento no solo confirmaba el nombre y la fecha de nacimiento del niño, sino que también proporcionaba la dirección de su residencia en el momento del parto. Estaba cerca.

A las 5:00 pm, Kyoshiro se dirigió a la dirección indicada en el expediente. Al llegar, notó que la familia ya no vivía ahí. Parecía que tenía un poco más de camino adelante. Determinado a encontrar más pistas, se acercó al casero del edificio. Con su tono calmado y su historia bien estructurada sobre tener correspondencia importante para la señora, logró ganar la confianza del casero.  Kyoshiro argumentó que tenía documentos esenciales que entregar, utilizando un tono que mezclaba urgencia y confidencialidad. Después de una breve conversación, el casero accedió y le dio la nueva dirección de la familia. Había lamentado tener ya varios testigos que le conectarían directamente al caso del infante si la situación se volviera un poco del índole "secuestro" , lo cuál no lo había descartado pero era de las últimas opciones que tenía en sus planes.

A las 6:30 pm, Kyoshiro llegó a la nueva dirección. Se quedó frente a la casa, observando atentamente desde el otro lado de la calle, sentado en una cafetería diagonal a la casa. Usando sus conocimientos de sigilo y observación, evaluó la situación sin ser notado. Sacó su diario y anotó algunos detalles sobre lo que había descubierto y lo que había observado. Vio a la madre salir brevemente a recoger algo del patio, confirmando que era la persona correcta. Aunque estaba ansioso por interactuar con la familia y el niño, sabía que era prudente esperar. El reloj marcaba ya las 7:00 pm, y la oscuridad comenzaba a caer sobre la ciudad. Decidió que era demasiado tarde para actuar hoy. Necesitaba planificar su enfoque cuidadosamente para no levantar sospechas y asegurarse de que su encuentro con la familia fuera fructífero. Con una mezcla de satisfacción por el progreso logrado y la anticipación de lo que vendría, Kyoshiro se retiró del lugar. Mientras caminaba de regreso a su alojamiento, reflexionaba sobre los próximos pasos a seguir. Sabía que la clave para el éxito de su investigación radicaba en la paciencia, la precisión y la inteligencia en cada uno de sus movimientos. Le quedaban 6 días.
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Segundo día:

Kyoshiro llegó frente a la casa de la familia a primera hora de la mañana. Con una expresión neutral, llamó a la puerta y fue recibido por el padre del niño, quien lo miró con desconfianza. No es que Kyoshiro fuera el hombre más amigable del mundo y su apariencia no era exactamente una que emitiera positivismo, pero aquella desconfianza debía ser más por algo del padre que del desconocido sin invitación; o tal vez una mezcla de ambos. Se presentó con un nombre falso, el mismo que siempre usaba, Ryuji, mencionando que había escuchado y leído sobre ellos hace meses. No les mintió, les explicó que estaba realizando un estudio sobre el control subconsciente del chakra y que su hijo era un caso único que podría aportar mucho a su investigación. La familia, inicialmente reacia a cooperar, mostró resistencia ¿Y cómo no hacerlo? Estaban hablando de ciencia y de su hijo. Pero Kyoshiro , con un tono persuasivo, habló el idioma de los padres jóvenes en una economía dura,: habló el idioma el dinero. Les ofreció una beca anual significativa para el niño si le permitían estudiar al niño y colaboraban con su estudio. La familia, con una situación económica precaria, decidió discutirlo en privado.

Tras una hora de deliberación, los padres aceptaron con la condición de que la salud del niño fuera siempre prioritaria. Kyoshiro les agradeció con una sonrisa que, a estas alturas, ni él mismo sabía si era sincera. Su identidad se había convertido en un enigma, moldeada por sus necesidades y objetivos. A veces se preguntaba si su verdadera personalidad alguna vez existió o si siempre había sido una máscara adaptada a cada situación.

El primer día se centró en el Estudio del Control Subconsciente de Chakra. Explicó a los padres que solo quería observar al niño durante el día, sin interferir en su rutina. Les pidió que no le prestaran atención para que las condiciones fueran lo más naturales posible. Los padres, aunque nerviosos, accedieron y Kyoshiro comenzó su observación. Desde la mañana hasta la noche, Kyoshiro siguió al niño meticulosamente, anotando cada detalle. 

Cuando el niño dormía, Kyoshiro observó que, en momentos de sueño profundo, las piedras cercanas en una meseta del cuarto parecían moverse ligeramente, casi imperceptiblemente. Despierto, el niño jugaba con una energía contagiosa, y Kyoshiro notó que en momentos de extrema felicidad, las piedras pequeñas a su alrededor parecían vibrar. Durante el almuerzo, un incidente menor provocó que el niño se enojara, y Kyoshiro observó con atención cómo las piedras cercanas se elevaron brevemente en el aire antes de caer. Esta reacción reforzó su teoría de que las emociones fuertes eran un desencadenante para el uso subconsciente del chakra. Por la tarde, el niño se calmó y volvió a jugar, esta vez con un grupo de otros niños. Kyoshiro continuó observando, anotando cada pequeño detalle, buscando patrones en el uso del chakra. A medida que el día avanzaba, sus notas comenzaron a revelar pequeños indicios de que la manipulación del chakra estaba estrechamente ligada a las emociones del niño.

Al caer la noche, Kyoshiro se despidió de la familia, asegurándoles que volvería al día siguiente. Agradeció nuevamente su cooperación y salió de la casa, satisfecho con el progreso del primer día. Sabía que aún había mucho por descubrir, pero los primeros indicios eran prometedores. Mientras caminaba de regreso a su alojamiento, repasaba mentalmente sus observaciones, ansioso por continuar su investigación.
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Kyoshiro se levantó temprano en el tercr día de su estancia en Ciudad Io. Pasó la mañana y la 1era parte de la tarde observando al niño con el mismo minucioso cuidado que el día anterior. Sin embargo, no notó cambios significativos en el comportamiento del niño ni en la forma en que manipulaba las piedras. Entendía que la investigación requería tiempo, pero la realidad de su limitado presupuesto comenzaba a pesarle. La oferta que había hecho a la familia para financiar su estudio era generosa, pero su capacidad de mantenerse en la ciudad por mucho más tiempo era incierta.

A mediados de la tarde, tuvo que acelerar un poco sus planes y decidió enfocar su atención en los padres del niño mientras este dormía. Consideraba que entender la base genética detrás de la habilidad del niño era crucial para sus investigaciones. Con un enfoque meticuloso, comenzó una entrevista detallada con ambos padres. Preguntó sobre cualquier antecedente familiar de habilidades especiales o poderes relacionados con el chakra. El padre, algo reservado, mencionó que no había conocimiento de habilidades similares en su familia. La madre, sin embargo, reveló que había oído rumores vagos de que algunos familiares lejanos podrían haber tenido habilidades inusuales, aunque nada concreto. ¿Algún gen pasivo recesivo? Nuevamente pensaba en el chakra como algo vivo. ¿Y si el chakra guardaba memorias? ¿Qué tal si el chakra recordaba? Y si el chakra estaba vivo y recordaba ¿Porqué no pensar en este niño como portador de un chakra de otros? Un chakra que recordaba y ahora solo se expresaba. 

Kyoshiro también exploró la posibilidad de una mutación genética. Preguntó si había habido problemas de salud inusuales o condiciones genéticas en la familia. La madre recordó que, en la familia de su esposo, hubo casos de enfermedades raras, pero nunca nada relacionado con el chakra. A través de esta entrevista, Kyoshiro comenzó a formar una imagen de que la habilidad del niño podría ser el resultado de una herencia genética inusual, aunque no pudo confirmar nada sin más pruebas.

Al finalizar la entrevista, Kyoshiro expresó su deseo de analizar cómo diferentes entornos podrían afectar la capacidad del niño para usar chakra subconscientemente. Propuso que, si fuera posible, cambiaran temporalmente el entorno del niño para ver si esto influía en la manifestación de su habilidad. Los padres, ya algo preocupados por el enfoque de la investigación, comenzaron a mostrar signos de incomodidad. Sus miradas se volvieron defensivas, y la madre expresó su preocupación de que cambiar el entorno pudiera afectar negativamente al bienestar del niño.

Kyoshiro, reconociendo la creciente resistencia de los padres, intentó tranquilizarlos. Les aseguró que los cambios serían mínimos y que su principal objetivo era comprender mejor el fenómeno para ayudar a su hijo en el futuro. Sin embargo, la creciente tensión en la habitación era palpable. Los padres, preocupados por la salud y el bienestar de su hijo, parecían cada vez más reacios a continuar con el experimento bajo sus condiciones actuales. Kyoshiro se despidió de ellos con una promesa de volver al día siguiente, esperando que el tiempo y la persistencia pudieran superar sus reservas. Mientras salía de la casa, reflexionaba sobre cómo abordar el creciente conflicto con los padres para mantener la integridad de su investigación sin comprometer su relación con ellos.
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El cuarto día comenzó con un aire de tensión. Kyoshiro llegó temprano a la casa de la familia para continuar su investigación, pero pronto se dio cuenta de q los padres del niño tenían nuevas reservas- Se habían tardado- Pensó Kyoshiro. Durante la conversación matutina, la madre y el padre le comunicaron de manera firme que no estaban dispuestos a sacar al niño de la casa bajo ninguna circunstancia. Aclararon que solo lo sacarían para visitas médicas o para que tomara el sol. Kyoshiro, sintiendo la creciente resistencia, preguntó si había algún problema subyacente que pudiera estar afectando su decisión. 

Inicialmente, los padres fueron evasivos y reacios a hablar, pero finalmente, bajo la presión (Y un poco de manipulación) de Kyoshiro, confesaron un evento que había pasado desapercibido hasta entonces. Relataron un incidente ocurrido un mes después del nacimiento del niño. Durante ese tiempo, vivían en un antiguo apartamento que estaba en un edificio con una gran población de gatos. Un día, mientras el niño estaba en el patio del edificio, un gato lo rasguñó en la mano. Aunque el rasguño fue leve, el dolor y el miedo del niño provocaron algo extraordinario: grietas en el suelo alrededor del área donde lloraba y pequeñas formaciones rocosas puntiagudas que salieron de las mismas. Sillas rotas, masetas destruidas y un gato espantado fueron el resultado de aquella horrible experiencia. Esta experiencia fue un verdadero susto para los padres, quienes, al darse cuenta del daño que el niño pudo haber causado, decidieron mudarse inmediatamente para protegerlo. El incidente dejó una marca indeleble en su psique, y la familia vivía con el temor de que algo similar pudiera ocurrir de nuevo.

Kyoshiro escuchó con atención, comprendiendo que el incidente con el gato representaba una especie de "maldición con bendición" de esas que tanto solía escuchar. Había visto en su investigación anterior cómo las emociones intensas podían influir en la manifestación del chakra subconsciente, pero nunca había presenciado un caso tan directo de cómo el miedo y el dolor podían desencadenar efectos físicos tan drásticos. Esta información añadía una nueva capa de complejidad a su estudio del niño.

A lo largo del resto del día, Kyoshiro continuó observando al niño. Aunque la rutina era familiar, notó que el patrón de movimiento de las piedras seguía siendo bastante consistente: se desplazaban ligeramente cuando el niño estaba jugando o mostraba emociones intensas. Sin embargo, no había revelaciones significativas más allá de sus observaciones anteriores. Las reacciones del niño seguían siendo en gran medida una respuesta a sus estados emocionales, con un énfasis particular en el enojo y la frustración. ¿El niño movía piedras? Confirmado, el rumor era cierto. Un pródigo del chakra ¿O era algo más? Nuevamente pensó en el chakra como algo vivo. No es solo herencia, es continuación, es un organismo que se reproduce asexualmente y vive de otros.  Un simbionte. El chakra necesitaba a los humanos para vivir, y los humanos estaban evolucionando para usarlo sin darse cuenta.

Al final de la jornada, Kyoshiro se preparó para partir. Informó a los padres que no podría regresar al día siguiente debido a compromisos previos, pero les pidió que lo mantuvieran informado sobre cualquier cambio importante en el comportamiento del niño. Aunque la familia estaba claramente ansiosa, aceptaron su solicitud con un tono de esperanza cautelosa. También ayudó que Kyoshiro les recordara sobre la ayuda económica que recibirían al finalizar el estudio y anualmente. Kyoshiro se despidió de ellos con una sonrisa que parecía estar en conflicto entre la cortesía y una sensación de resignación. Al salir, hizo una última anotación en su diario sobre el progreso y los desafíos de su investigación, sabiendo que su tiempo en Ciudad Io estaba llegando a un punto crítico.

Mientras se alejaba de la casa, pensaba en cómo podía adaptar su enfoque para obtener más datos valiosos y cómo manejar la creciente preocupación de la familia sin comprometer la integridad de su estudio. Estaba decidido a continuar su investigación, pero el costo emocional de hacerlo le estaba empezando a pesar.
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Comenzó su día en la biblioteca de Ciudad Io antes del amanecer, sumido en un mar de papeles y registros antiguos. Pensó en darle unas monedas al guarda para que le dejara entrar antes, pero carecía de fondos para soborno. El aire fresco de la mañana lo rodeaba mientras recorría los pasillos repletos de estanterías llenas de libros polvorientos y manuscritos amarillentos. Solicitar registros antiguos de censos y libros de habitantes de las últimas generaciones se convirtió en su primera tarea. Con meticulosa precisión, revisó cada documento en busca de referencias al apellido de la madre del niño, una pista crucial en su investigación.

La búsqueda no fue fácil. Kyoshiro se enfrentó a una gran cantidad de datos irrelevantes y documentos que parecían no aportar ninguna información útil. Encontró listas interminables de nombres y fechas, la mayoría de las cuales no tenían ninguna conexión aparente con su objetivo. Algunos registros mencionaban personas con el mismo apellido, pero sus trayectorias y ocupaciones no coincidían con lo que él buscaba. La frustración era palpable, pero su determinación no flaqueaba.
Finalmente, después de varias horas de búsqueda, Kyoshiro tropezó con un hallazgo notable: documentos que databan de hace aproximadamente tres generaciones. Estos registros revelaban que un ancestro de la madre, un gran tatarabuelo, había trabajado casi toda su vida en construcción, especialmente en demolición. Este antiguo constructor había tenido un empleo antes, o más que un empleo, un estilo de vida alineado a la milicia. Se trataba de un ninja que se había retirado de la milicia tras perder la pierna derecha en combate.

 Intrigado por el descubrimiento, el peliblanco continuó investigando los registros militares públicos sobre este individuo. Horas de lectura entre diferentes tipos de documentos  y registros militares públicos revelaron que el tatarabuelo, un ninjutsero especializado en técnicas de tipo doton, había alcanzado el rango de gennin antes de su retiro forzado. La información sobre sus misiones y técnicas estaba escasamente documentada, pero los pergaminos casi en ruinas contenían descripciones de un jutsu recurrente en sus registros: el Gaia No Kenshin. Algo que el mismo Kyoshiro conocía y probablemente así lo hacían también miles de otros que podían manipular la realidad a gusto. Este jutsu consistía en crear una grieta en el suelo, de la cual emergía una roca puntiaguda diseñada para atacar al enemigo. La descripción detallaba una roca de aproximadamente dos metros de longitud y un metro de ancho ¿No les suena eso parecido?.

Kyoshiro no pudo evitar hacer una conexión inmediata entre el jutsu del tatarabuelo y los movimientos subconscientes del niño, en especial aquel que la señora narró del evento del gato. La similitud entre el jutsu y la forma en que el bebé generó grietas y piedras en su peor momento de dolor era sorprendente. No lo había pensado en ese entonces pero ahora no podía no verlo. El pensamiento se instaló en su mente como un grano de arena: ¿Podría ser que el chakra recordara? La teoría de un chakra como un ente vivo, un simbionte que se usaba para sobrevivir, comenzó a formarse en su mente. La idea de que el chakra pudiera haberse mantenido latente a través de generaciones, despertando ahora en el niño, parecía cada vez más plausible. El mismo chakra que fue "cocinado" e instruido, formado y usado por una persona que ya hace mucho no vivía; y ahora activo volvía a hacer lo que le enseñaron generaciones atrás.

A medida que el sol descendía en el horizonte, Kyoshiro cerró los documentos y los archivos, sintiendo un agotamiento palpable. Eran las cinco de la tarde y el día había sido largo, pero no sin frutos. Decidió que sería prudente retirarse pronto al cuarto donde se alojaba. La idea de una noche de sueño reparador parecía tentadora, pero conocía bien las dificultades para desconectar su mente inquieta de los nuevos descubrimientos.

En la recepción de la posada le pidió al hombre que atendía que le ayudara a mandar un mensaje. Escribió una nota en un papel de la recepción y le puso una dirección y un nombre. Le pidió que no temiera en costear el método más rápido de entrega y le dejó su reloj de bolsillo como garantía de que le pagaría una vez el mensaje fuera recibido y respondido. Por la dirección y distancia, el hombre le dijo que tardaría al menos dos días. A kyoshiro no le gustaba la idea de esperar. Se culpó por no haber hecho este papeleo con tiempo pero ya no importaba. Aceptó, dejó su reloj y partió a su estancia.

La noche se instaló y Kyoshiro se encontró dando vueltas en su cama, la mente llena de teorías y conexiones recién descubiertas. La conexión entre el jutsu ancestral y el comportamiento subconsciente del niño lo mantenía despierto. A las dos y media de la madrugada, después de horas de insomnio, finalmente logró cerrar los ojos, sabiendo que el día siguiente podría ser aún más revelador. La fascinación y la urgencia de su investigación le aseguraban que el próximo paso en su búsqueda de conocimiento sería crucial para comprender el enigma del chakra subconsciente.
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Última modificación: 02-07-2024, 09:54 PM por Kyoshiro.
Día 6
Kyoshiro salió por la ventana con el bebé en brazos, la mejilla sangrando y su ropa hecha jirones. Todo parecía moverse en cámara lenta. Al mirar atrás, vio al padre del bebé con una pierna empalada por una roca y a la madre sepultada bajo un montón de escombros. El caos que había desatado era mayor de lo que había anticipado, pero no había vuelta atrás. Su misión ahora era proteger al niño, aunque el costo fuera más alto de lo previsto.

Al inicio de ese día, todo había comenzado de manera rutinaria. Kyoshiro inició su observación como siempre, documentando el comportamiento del niño. Nada fuera de lo común se presentaba; el mismo patrón de siempre. Sin embargo, hoy habría algo distinto, algo que cambiaría el curso de su investigación. Esa mañana había preparado una mezcla especial de cera y citral y había dejado una ventana ligeramente abierta, un plan meticulosamente diseñado. Con mucho cuidado, colocó la mezcla en la mano del niño mientras la madre estaba en el baño y el padre leía el periódico que él mismo le había traído. Pasaron horas hasta que una abeja finalmente entró en la habitación. Kyoshiro esperó con paciencia y discreción, manteniendo sus movimientos al mínimo para no levantar sospechas. Finalmente, la abeja se acercó al niño y, sin más preámbulos, lo picó. La reacción fue inmediata; el infante comenzó a llorar desconsoladamente, llamando la atención de sus padres.

El llanto del niño se intensificó y la madre trató de consolarlo, pero el dolor era demasiado. Kyoshiro continuó tomando notas, observando cómo las emociones fuertes del niño comenzaban a desatar su poder latente. Las cosas pronto empezaron a salirse de control. Rocas comenzaron a emerger del suelo de barro, destruyendo parte de la casa. Una piedra empaló la pierna del padre, provocando gritos de dolor. Otras rocas volaron por la habitación, alcanzando a Kyoshiro en la mejilla y rasgando su ropa en varias partes. Una roca más grande golpeó una viga principal, derrumbando una pared y sepultando a la madre.

El niño, ahora en el suelo, perdió el control completamente. El estruendo de lo que él mismo estaba produciendo sin saberlo le estaba provocando más pánico y por ende, más caos. Kyoshiro reconoció que la situación estaba yendo mucho más allá de lo que había previsto. ¿Había replicado un evento como el descrito? Claro, pero a qué costo... En medio del caos, el niño creó una grieta en el suelo bajo él mismo, un movimiento que Kyoshiro reconoció de inmediato: el Gaia No Kenshin. - Se pensó. Sin dudarlo, tomó al niño en brazos y saltó por la ventana justo cuando una roca iba a emerger, empalando al propio niño si no se hubiera movido.

Al salir por la ventana y rodar por el suelo del exterior, Kyoshiro vio el resultado del caos que había desatado. Una mujer, al verlo, comenzó a gritar desesperadamente sin entender lo que ocurría. Kyoshiro, con el niño en brazos, sabía que debía actuar rápido. La seguridad del niño era ahora su única prioridad, incluso si eso significaba enfrentar las consecuencias de sus acciones.

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