We both know it's bullshit. (Priv.Samuru)
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Las gotas de lluvia eran finas, tanto, que salvo que estuvieras demasiado tiempo parado, realmente no te mojaban demasiado. Ella llevaba aquella sombrilla con un paisaje soleado, evitando que su kimono oscuro se mojara, que su cabello se humedeciera.

-Menudo espectáculo.-La mujer observaba con aquellos ojos de oro opaco como todo avanzaba, pestañeando algo divertida.

Estaban en la entrada de un pueblo pequeño, viajeros iban y venían mientras algunos se detenían en los bancos de los laterales a descansar. Pedían algo de beber, comían, o simplemente descansaban las piernas.

Lo que la tenía tan divertida, era un par de carteristas que se aprovechaban de todo el que cruzaba la puerta.

Niños, no llegaban a ser hombres, no cuando estaban intentando algo tan básico, pero bueno, mejor no opinar sobre aquello. Se acomodó en uno de los bancos, cerró la sombrilla con calma y la colocó a un lado.

La dueña fue a avisarle de que no debería dejarla allí, pero le restó importancia, sabía que no iban a robarle a ella. Un ladrón solía saber identificar a otro, aunque ella nunca se había dedicado a ello al completo, claro… Pero bueno, era más divertido de aquella manera.

-Oh…¿Ves? Eso puede terminar algo peor.-La mujer del puesto se extrañó ante la muchacha, la vio tomar su sombrilla y andar entre la multitud, pareciendo acercarse a alguien en concreto que llevaba un amplio sombrero para impedir que la lluvia le tocara.

-Amable viajero, tenga misericordia de estos pobres ingenuos… O no, simplemente no hagas mucho escandalo.-No había demasiada gente que pudiera seguirle el rastro a una rata callejera, normalmente debes de ser otra o un experto destrozándolas.

Y bueno, algo le decía que tenía más pinta de ser lo segundo que lo primero, pero ella simplemente se inclinó a un lateral, viendo a uno de los chiquillos que intentaba acercarse por detrás.

-¿Tú le tienes aprecio a tus manos? -Entrecerró los ojos con cierta diversión malvada en sus ojos, sin dejar claro si había sido una amenaza o una advertencia, la mujer se incorporó para mirar al hombre.

-Mi amigo el aquí presente tiene pinta de hacer un trabajo excelente cortándolas.-Cuando vives en la calle, con la edad, los fallos, los golpes, los desastres, empiezas a detectar a la gente peligrosa como si quemara, como si fueran un faro lleno de luz en la oscuridad gritándote que te escondas.

Los muchachos se fueron, y ella inclinó suavemente su sombrilla para taparlo de la fina lluvia, aunque no fuera necesario.

-Niños… Quien los entiende.-Quizás simplemente estaba buscando una excusa para acercarse a alguien interesante, o a saber.

A ella le daba igual lo que le pasaran a ellos.
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¿Qué tan lejos habrá llego aquella historia? Kusagakure bajo ataque y recibiendo un nuevo gobierno, uno que promete instaurar un formato que le entregue luz a la vida de las personas. No siempre obtener fama es positivo, muchas veces quieres pasar desapercibido y simplemente tu apariencia te delata. Afortunadamente, hay distintos métodos para obtener reputación fuera de los muros de tu vivienda, y convertirse en un comerciante famoso es uno de ellos.

El tener una especie de nuevo puesto en la Aldea de la Hierba no lo reprime, él sigue haciendo lo que más adora: viajar. Sus pasos recorren distintas tierras buscando expandir su negocio, incluso en pueblos tan humildes y pequeños como en el que nos encontramos ahora.

Tenga, por favor. — Como siempre, reparte varios de sus afiches. Él no posee un lugar fijo en el cual vender, prefiere llevar la calidad de sus productos a la calidez del hogar de cada cliente. Quizás eso es lo que le ha traído éxito, pero nunca revelará su secreto. Es egoísta, egocéntrico, quizás la palabra “ego” lo describe bastante, aunque intente ocultarlo.

La lluvia azota la zona, pero no de forma torrencial. Es incluso relajante, pues se ven niños caminando y corriendo por las calles con suma naturalidad. A pesar del bajo número de habitantes, la alegría es una característica que resalta a simple vista. Pero no todo es bueno, menos en un pueblo así. Su experiencia le indica que hay ratas en cada callejón, sobre todo en aquellos poco poblados que no reciben una limpieza que no corresponde.

Nos encontramos con Samuru siendo el centro de atención de un grupo de menores de edad. En esta edad tienden a no poseer mucho dinero, así que no captan en demasía su atención. Eso sí, finge como ninguno. Una sonrisa amable y palabras de motivación para todos. Ganarse la simpatía del resto es algo que se le da bien, aunque solo lo consiga utilizando una máscara invisible, una que esconde la verdadera personalidad de nuestro protagonista.

De pronto, gira el cuello y se encuentra con una figura femenina que le transmite palabras. No es tonto, entiende cada una de ellas, pero él simplemente simula ser ignorante. De entre el típico saco en el que transporta su mercancía, saca un afiche el cual le entrega. — ¿Usted también quiere uno? Protéjalo de la lluvia, el papel no aguantará.


Es curioso, pues los pequeños ladrones miran con expresiones de miedo a la mujer, sabiendo que ella los delata, y más aún cuando les hace saber el supuesto talento.

Da igual, ellos huyen, felices, con su botín. En ningún momento Samuru hizo siquiera un amague de impedir el hurto. Permitió que ellos abandonen la escena con unos cuantos ryos de más, ojalá les den un buen uso y no los desperdicien. ¿Acaso nos encontramos frente a un tipo de buen corazón? Recién ahora es donde Kaida puede ver a Samuru dejando de fingir un poco.

Solo un poco.

Eso hará que, tarde o temprano, vuelvan a mí. No me haces ningún favor queriendo espantarlos. — A pesar de que suena a reclamo, lo dice con una simpleza que puede llegar a sorprender.

Además, últimamente ando de buen humor. Darles un pequeño regalo no es algo que me moleste. — Y muestra una sonrisa orgullosa. — En todo caso, tuviste muy buenos ojos con ellos. ¿Hay algo que escondas tú? — Ella es experta en el hurto, él en poseer grandes sumas de dinero sin ser atacado. Podemos decir que se contraponen.
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-Le prometo que mi paraguas es más resistente de lo que parece.-Con curiosidad tomó el papel que le extendía, ladeando el rostro con curiosidad mientras leía todo lo que ponía y negaba con cierta diversión.

Sin duda tal y como había predicho, era todo un personaje.

Lo dobló con calma, guardándolo dentro de uno de los bolsillos del interior de su kimono, mientras le escuchaba, alzando suavemente una ceja.-No buscaba espantarlos realmente, buscaba avisarlos, soy todo un alma caritativa.- O tal vez debería haber dicho que había estado en su lugar alguna vez.

-¿Sabes lo turbio que suena que quieras regalarle algo a los niños?-Pestañea con cierta diversión, mientras junta sus labios en una fina y divertida línea, esperando pueda notar la burla en sus amplios ojos de oro opaco.

-Oh no les miraba a ellos… Te miraba a ti, eras mucho más llamativo.- Se encoge suavemente de hombros, tal vez habían sido sus ojos de vagabunda los que habían tenido claro que él era ligeramente distinto.

-Me llamo Kaida…¿Y tú?¿Señor vendedor humilde?-Sonriendo por aquello, con algo de curiosidad, se llevó la mano al mentón, aunque realmente no es que tuviera demasiado dinero a mano.- ¿En serio vendes tantas cosas? ¿Cómo demonios te las apañas?-Tal vez se había equivocado toda su vida de negocio.

Quizás, en vez de ser una artista ambulante, debería de haberse dedicado a la venta ambulante y ahora estaría montada en el ryo.

-Yo no tengo mucho que mostrar, soy artista ambulante, una viajera, voy de un lado a otro entreteniendo a la gente.-Y bueno, metiéndose en problemas con p mayúscula y grande, que terminaría uno de esos días tatuada en su frente. 

Su carácter travieso y su forma de ser directa le habían traído más calamidades que paz en el mundo, pero claro, luego estaba aquel lado retorcidamente animal.

-Aunque tal vez podría darte una de mis sombrillas si te interesan, las pinto yo y son muy resistentes al agua, tal vez podrías vender alguna.-Le guiñó un ojo, mientras se encogía suavemente de hombros. La verdad era que tenía un don para pintar, siempre lo había tenido.

Pero eso era y siempre había sido para gente con dinero, y ella tenía que comer, algo mucho más importante que pasar el rato. Le extendió entonces la sombrilla que tenía en la mano, dejando que la tomara y cubriera a ambos con ello mientras caminaban.
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Su cabeza realiza un movimiento negando, al igual que el índice derecho. — No puedo enseñarte mis trucos, sería potenciar a mi competencia. Solo yo puedo ganar. — Ese pensamiento no es muy humilde, pero años en el mundo de los negocios le han enseñado que el individualismo es clave en este rubro. Los contactos son muy importantes, pero ahí cada quien busca su propio beneficio. Tú no ayudas a otro porque sí. Distinto es el caso de regalar como hizo con los más jóvenes hace unos instantes, ahí sí obtiene beneficio, adquiere pensamientos positivos hacia su figura. Un hombre que aspira a gobernar debe verse bien ante el resto. Buscar enemigos no es de sus aficiones.

Es curioso, pues aún no da a revelar su nombre, casi como si estuviera ignorando la pregunta ajena. Pero no, la verdad es que su atención se centra en otra cosa. Su cuerpo se inclina hacia el frente y su rostro se acerca a Kaida. Bueno, no a ella, sino a su paraguas. Ella ofrece un negocio, él lo estudia y analiza, ve pros y contras. Muchas veces encuentras una mina de oro donde menos te lo esperas, como aquel café artesanal hecho por la mujer en el País del Viento.

Hmm… — Se toma varios segundos en esa cercanía. Pasa tanto tiempo, que incluso lo que antes solo eran gotas cayendo, ahora son una lluvia más importante. Es más, hasta un rayo se aprecia en lo alto del cielo. ¿Será incómodo para Kaida tener tan cerca a un muchacho que acaba de conocer? No es la intención de Samuru, solo se ha metido demasiado en su personaje. Claro, el vendedor que todos ven en sus viajes por el mundo solo es una “apariencia” que adopta con el fin de obtener libertad de movimiento. Aunque, con el paso de los años, se ha ido arraigando cada vez más dentro de su propia personalidad.

Sus párpados se separan más que de costumbre, parece que finalmente obtiene la respuesta que quiere. — No me convence.

Kaida podría intentar regatear, convencerlo de que su conclusión es equivocada. Los negocios no se deciden tan rápido, Samuru lo sabe, pero prefiere explicar de inmediato porqué llega a ese pensamiento. — Necesitaría varios de ellos para generar una ganancia, pero sería muy pesado para mí cargar con todos. Solo tengo un saco. — Y se lo enseña, es de color morado y bastante amplio. No muestra su contenido solo por la lluvia, no quiere que se moje lo de antes.

De pronto, se le prende la ampolleta en la cabeza. — Un momento, ven acá. — Sin pudor alguno, toma la muñeca ajena y comienza a correr, jalándola. Los lleva a ambos hasta un pequeño local de comida en el cual refugiarse de la lluvia, pero también continuar su conversación. Así funciona esto, a veces las ideas llegan de la nada, incluso luego de rechazar de forma tan tajante.

Minutos después, ya ambos están instalados alrededor de una mesa, frente a frente. Al interior del lugar se encuentran varios clientes, aunque todos bien metidos en lo suyo. En su mayoría están solos, pues aquellos que tienen familia deben estar refugiándose en sus hogares por el temporal que se avecina.

Dices que los pintas tú, ¿verdad? Te seré sincero, me gusta el diseño y el material parece ser de calidad. — Increíble, con solo verlo lo sabe, ni necesitó tocar el paraguas para conocer el material.

Dices que eres una viajera, pero ¿no te interesaría trabajar un tiempo en Kusagakure?

Puede que sea una propuesta apresurada, pero él toma decisiones rápidas. Confía en su instinto. Desde hace tiempo que quiere crear un sitio fijo, aunque ahí debería contratar trabajadores. Aún es demasiado pronto para que el propio Samuru se retire de ser un caminante.
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La mujer entrecerró los ojos ante sus palabras, sin duda tenía un punto sobre aquello, pero le hubiera resultado divertido e interesante ver de dónde sacaba el hombre toda aquella confianza tan apabullante.

Realmente no sabe si ha ofrecido un negocio, era más bien su costumbre de dejar sombrillas suyas por ahí, pero realmente tampoco le había dado demasiadas vueltas.

Kaida no pestañea, mantiene la mirada y aquella ligera sonrisa, simplemente deja que se acerque mientras ladea el rostro. Sabe de sobra leer las intenciones de la gente cuando a las cercanías de ese tipo se refieren.

-Realmente no hablaba de darte tantos, tal vez darte uno y que lo pruebes, pero la cosa es que sigues sin decirme tu nombre.- La mujer se indignó ligeramente, entrecerrando los ojos con algo de queja, aunque le duró más bien poco al notar como tiraban de ella.

Bueno, como ella era experta en problemas y desastres, mejor dejarse llevar.

La mujer simplemente sacudió la sombrilla, la dejó en un lateral a secar y se sentó en la mesa, mirando al hombre sin entender una mierda.-Tanto la pintura como el material lo hago yo, tengo una mezcla que hace que la tela y el papel sean más resistentes.-La mujer simplemente alzó la mano, pidiendo una taza de té caliente para entrar un poco en calor después de aquella fina lluvia.

-¿Trabajar para quién exactamente? ¿Y de qué? Mucho me ofreces para no decirme ni tu nombre.-Sonrió agradecida a la mujer que le extendió la taza, rodeándola con sus manos, aprovechándose del suave calor para calentarlas.

-Eres un hombre bastante extraño.-Quizás ella no era la más indicada para decir aquello, pero simplemente prefirió comentarlo de aquella manera. Se acercó la taza a los labios y dio un sorbo, mientras pensaba un poco en todo aquello.

Kaida tenía arte en las manos, dibujaba y pintaba, creaba, incluso ella misma hacía los patrones de las telas que llevaba.

Siempre había buscado una forma u otra de ganarse la vida, nunca había parado quieta demasiado tiempo en un solo lugar.- Yo también soy una viajera al igual que tú, no pertenezco a ninguna parte.-Tal vez en su caso era demasiado literal, no sabía nada de su clan, su familia o su historia.

-Quizás esta sea mi oportunidad para encontrar algo de información sobre mis orígenes, quien sabe.- Puede que al fin encontrara una respuesta a todo aquello que la había atormentado cuando era pequeña.
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Trabajar para mí, por supuesto. — Se apresura en responder. — Normalmente no me gusta que hagan mi trabajo por mí, pero por primera vez he conseguido un lugar fijo en el cual poder montar un enorme negocio. — Si algo ha adquirido durante los últimos años es ambición, no conformarse con poco. Ha logrado hacerse un nombre y adquirir bastante capital económico, pero debe aspirar a más. Después de todo, quiere lograr que Kusagakure crezca y, en poco tiempo, sea vista como una nación más importante aún que hasta ahora.

Es cierto, no ha dado su nombre. Esto pasa cuando se emociona de más en un nuevo negocio. — Samuru. — No tiene un apellido como tal, quizás el dado por su linaje, pero su clan no es muy famoso a nivel mundial. De hecho, le sorprendió mucho que el Kuroro, el ex Kusakage, lo haya reconocido. Claro, esto fue porque uno de sus súbditos estuvo presente en aquella pequeña guerra realizada en el país, cuando Samuru optó por ayudar a su viejo amigo Hirose.

De pronto, levanta un brazo llamando a la camarera. Unas simples señas bastan para hacerle entender que lleve una taza para él, para así compartir con la mujer en frente suyo. Así es como funciona esto, tú me das y yo te doy. No puedes esperar cerrar un negocio sin un pago atractivo, el cual no siempre debe ser dinero. No olvidemos que Samuru muchas veces, a cambio de dar dinero, pide simplemente que “le deban un favor”. Así pasó con Denji, un integrante de Kakusei.

Bien, Kaida, todo es conversable, sobre todo conmigo. — Pasados los segundos por una interrupción de quien atiende el lugar, ya ambos clientes tienen nuevas tazas de té caliente, y el de mejor calidad que tienen. Cortesía del comerciante.

Aclara la garganta y se cruza de piernas, adoptando una postura de comodidad. Cuéntame, ¿qué orígenes necesitas saber? Sé que me conoces apenas, pero tendrás mi palabra sobre que nunca me echo para atrás en este tipo de cosas. Además, ya viste mi afiche, no soy un desconocido que podrá desaparecer de la faz de la tierra. — Eso puede confirmarle que, en caso de fallarle o estafarla, tarde o temprano podrá dar con él y buscar un pago a la fuerza.

Pero no es necesario. Un gobernador, puesto al que aspira Samuru como objetivo de vida, no puede tener una palabra fácil de romper. El honor lo es todo. Así lo ve él.

Tengo conocidos por aquí y por allá. Junto al dinero, podré dar con la información que necesites. Produce paraguas para mí, y yo te daré la información que deseas.

¿Qué responderá Kaida? ¿Se atreverá a confiar y establecer una pequeña tregua con nuestro protagonista? Paso a paso. No es necesario adelantarse.
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Un lugar fijo… Un hogar, aquello era nuevo, tal vez llevaba demasiado tiempo siendo una vagabunda para entenderlo, pero a la vez era interesante. Se cruzó de brazos mientras el hombre se explicaba, no, Samuru, ya sabía cuál era su nombre después de todo.

-Presiento que no tengo ni idea de donde me estoy metiendo realmente, o con quien.-Quizás ese había sido siempre su problema, no es que no supiera que la gente era peligrosa o problemática.

Es que siempre le había dado igual.

Siempre había buscado prevalecer sobre todo y todos, esperando en cierta manera sobrevivir o morir en el intento, como siempre.

-Vaya, contarle mi vida  aun extraño es raro, pero supongo que si vamos a ser compañeros de negocios tendría algo de sentido.-Una aparte de ella siempre había querido respuestas, otra, le decía que debía dejar a los muertos donde estaban y no revolver el pasado.

Daba igual buscar algo que llevaba tanto tiempo destruido, muerto, dudaba realmente que quedara nadie vivo.

La mujer simplemente estaba en medio de una encrucijada personal, pero sabía que era cierto que él no desaparecería de la faz de la tierra.- Pienso pedirte más cosas por mis paraguas aparte de información, trabajo por dinero.- Dejó claro aquello primero, mientras dudaba de nuevo.

Dudas y más duda, que mierda.

-Básicamente, me encontraron en los bordes de un río cuando era un bebe, al parecer venía de una aldea vecina que había sido arrasada.- Según la mujer que la había encontrado, la cesta estaba llena de sangre, y alguien debería de haber dado todo lo que tenía por ponerla en el agua.

-No sé nada de mi familia o de mi clan, y aunque seguramente todos estén muertos y el pasado no debería importarme, estaría bien saber algo sobre ello.-La mujer sacó de entre sus ropajes un pequeño bolso en tonos dorados, abriéndolo, sacó un pequeño trozo de tela que en algún momento, debió de pertenecer a una manta.

-Al parecer estaba envuelta con esto, lo guardaron porque es el nombre de un clan o parecía serlo.- Se lo extendió para que pudiera verlo, y el hombre pudo ver el kanji, el emblema, leer con cierta facilidad aquello.

Kujaku Myōhō.

-Siendo sincera, tampoco he preguntado o investigado demasiado al respecto, si todos están muertos será por algo.- Y no quería que lo que fuera que los matara terminara persiguiéndola.

Aun no era lo suficientemente fuerte.
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Un leve gesto realiza con la mano ante la mención del dinero, aspecto que menos le importa en la negociación. — Tranquila, tranquila, no hablas con alguien al que les difícil soltar las monedas. — Así que ella no tiene de qué preocuparse. Si acepta el trabajo, simplemente deberán decidir montos de producción y pago, nada más. Samuru no es de esos que se aprovecha del resto en este tipo de cosas, al menos no cuando es un cara a cara. Obviamente hay ocasiones en donde debe realizar pequeñas estafas en el bajo mundo con el propósito de beneficiarse. No puedes ser una blanca paloma si deseas triunfar en grande. En ocasiones debes meter el pie y provocar tropiezos ajenos.

Se cruza de piernas y bebe de su té mientras escucha la historia que tiene para contar Kaida. No la interrumpe en ningún momento, pues así da la señal de que le pone total atención y no quiere perderse detalles. Después de todo, se ha ofrecido a ayudarla como parte del pago.

Sus ojos se abren de par en par cuando observa el pedazo de tela. La escritura se mantiene bien conversada, por lo que, a no ser que él misteriosamente se haya olvidado sobre cómo leer, entiende perfectamente lo que dice.

Qué pequeño es el mundo, ¿no?

Una risa escapa de sus labios, soltando de inmediato su taza para así no tirar nada del contenido. Quién diría que se encontraría con algo así en este pueblito tan humilde. De hecho, es la primera vez en muchísimos años que conoce a alguien que tenga esa sangre corriendo por sus venas. Y no es raro, ha habitado visitar Hoshigakure de manera seguida, apareciendo por allá en contadas ocasiones.

Sígueme, te enseñaré algo interesante. — No hace mucho que llegan y ya se van, Samuru se caracteriza por ser impredecible a veces. No es de aquellos conocidos por ser en extremo pacientes a no ser que eso le dé beneficio. El tiempo es oro, es una frase acertada, por lo que simplemente quedarse ahí y esperar a terminar el té es algo que no le gusta.

Deja la paga, incluida propina, sobre la mesa. Kaida no debe costear nada, pues todo marcha cortesía del comerciante. Una vez se retira del local, aprecia como en el exterior ha dejado de llover. El clima sigue viéndose feo, por lo que no le extrañaría que se reanude el agua. Por ahora, pueden caminar sin preocuparse por el agua.

Durante el trayecto, Samuru no menciona palabra alguna. Camina a paso tranquilo hasta las afueras del pueblo. Una vez se asegura de que no haya nadie alrededor y los árboles protejan la escena, se voltea nuevamente hacia Kaida.

Ante tus ojos, te enseño la técnica secreta del Pavorreal.

Desde su cuerpo se manifiesta chakra de forma normal, algo que probablemente la contraria también pueda hacer. La sorpresa radica cuando esa energía cambia de color a una tonalidad rosa y adopta una forma de alas que se sitúan en su espalda.

Has encontrado a la persona correcta, soy un sobreviviente del Kujaku Myoho.

KUJAKU MYOHOU
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Kaida empezó a pensar que al hombre le faltaba un tornillo, no tenía explicación alguna para la risa que se acababa de pegar a su costa. Se quedó mirando un momento todo aquello, mientras pedía que la siguiera.

¿Tenía que hacerlo? No… ¿Debía de hacerlo? Bueno, quien no arriesga no gana, así que decidió terminar el té de un trago.

-Algo me dice que no me voy a reir tanto como tú de esto.-No es que fuera vidente, pero no le estaba gustando un pelo todo aquello. Dejó que pagara y simplemente empezó a seguirle, mientras caminan en completo silencio.

¿Se había encontrado de nuevo con un bicho raro? ¿Iba a tener que volver a perder su valiosa y escasa paciencia?

Con lo charlatana que era ella, se acababa de quedar más callada que un muerto mientras le seguía. Sin entender exactamente qué estaba pasando hasta que ve que la saca del pueblo y ella maldijo por lo bajo.

-Dime que esta mierda no es un secuestro.-Durante un segundo, hubiera deseado que lo fuera, sería más sencillo que explicar aquello que estaba viendo. La sombrilla se deslizó de entre sus dedos y pensó que sin duda, el destino estaba siendo un hijo de la gran puta con ella.

-No… Es algo mucho peor.-Susurro finalmente, sus ojos de oro miraron aquello de forma totalmente perpleja. No era la primera vez que veía un jutsu, chakra o lo que fuera, pero si era la primera vez que parecía tener sentido con su familia, su clan y todo lo que le rodeaba.

-¿Somos familia o algo?... No lo entiendo…-La mujer estaba sorprendida, demasiado, pestañeaba intentando llamar a su cerebro a la realidad, pero la verdad es que no estaba funcionado.- ¿Qué pasó con los demás? La palabra sobreviviente no suena nada bien.-No es que tuviera esperanza de que sus padres estuvieran vivos, pero no sabía si quería saber que les había pasado.

Que demonios, ahora quería saberlo, por muy horrible que fuera tenía delante de ella la posibilidad de aclarar todo aquello de una maldita vez.-Cuéntame, qué más da a estas alturas, no creo que cambie nada de mi vida.- Su vida había sido un desastre desde un comienzo y apuntaba a que iba serlo hasta el final.

Tal vez tendría que haber dejado que aquel hombre la matara a golpes, la vida hubiera sido mucho más sencilla como fant… No, mejor no, que esas cosas le daban escalofrios.
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Pasados unos segundos y ya habiéndole dado tiempo a Kaida de pasar la sorpresa de tener frente a ella a alguien de su linaje, cancela el jutsu, regresando a la normalidad. No lo dirá, pero debe ser de los usuarios del Kujaku Myoho más fuertes en el mundo. No es su estilo alardear, al menos no en lo que a habilidades ninja se refiere.

Viendo la reacción de la fémina, algo llama la atención en Samuru. — Ya veo, realmente no conoce a otro Kujaku. — Esto le hace pensar en una cosa, ¿rentará decirle la verdad? Indicarle que en el País de los Osos se encuentra Hoshigakure, donde probablemente haya más gente del clan, puede ser muy sencillo. Eso le haría perder el negocio de las sombrillas en el cual se encuentra interesado.

Pero… no es que, si sigue viajando e investigando, no vaya a dar con ese país tarde o temprano, descubriéndose cualquier posible mentira que pudiera realizar Samuru en este momento.

¿Mentir o no? He ahí la cuestión.

En cierto sentido, podemos decir que estamos conectados a través de la sangre. Claro, si es que resulta ser que perteneces a ese linaje. ¿Nunca ha surgido en ti el poder del meteorito? — En el caso de nuestro protagonista, aquello sucedió a una edad temprana cuando se vio obligado a pelear y proteger su vida. Luego, en base a entrenamiento ninja, consiguió controlarlo y perfeccionarlo con el paso de los años. No es sencillo, pero nada en este mundo lo es.

Avanza unos pasos hacia el frente, reduciendo la distancia entre ambos personajes. Mientras tanto, tiene la mano diestra en su mentón, pensativo. Intenta recordar el mapa del mundo, reconociendo que Hoshigakure no se encuentra demasiado lejos de Kusagakure, así que si la lleva hasta la Hierba, podrá adquirir información de forma sencilla.

Finalmente, llega a una conclusión: decir la verdad.

Si bien mi familia fue asesinada, seguramente podrás encontrar más gente como nosotros en el País de los Osos. — Su rostro expresa preocupación, pues cree que con cada palabra que emite su voz, la oportunidad de generar dinero para su nueva aldea se aleja cada vez más.

Aunque aún no se rinde, intentará remar un poco para conseguir esta alianza económica. No puede ser débil mentalmente en este rubro, sino que todo lo contrario. Buscar ser el más beneficiado es obligatorio hasta que ya no queda oportunidad alguna. — Es una aldea muy pequeña y hace no mucho sufrió cierto problema, así que me llegó el rumor de que no recibe visitantes de forma muy abierta desde entonces. — Tiene más información al respecto gracias a uno de sus compañeros, pero obviamente eso no se lo revelará a una casi extraña. Después de todo, aún no puede confirmar si efectivamente ella pertenece al linaje propio de esa nación. Un simple símbolo de hace años no confirma nada.

Si accedes a ayudarme con mi negocio, puedo devolverte la ayuda y hacerte ingresar. Seguramente si muevo hilos por aquí y por allá, puedas acercarte más a lo que quieres saber.
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No entiende nada de lo que está pasando, aunque un viejo ninja la ayudó en su momento a que las calles no le resultaran peligrosas, era la primera vez en su vida que veía algo así y sin duda, era fascinante. Miraba al hombre como un gato a una polilla, sin saber exactamente qué hacer con sus bonitas alas.

-Una vez… Entrenando con un viejo ninja que viajaba mucho, me dijo que no entendía porque el mío era de ese color, nunca supe de qué hablaba.-Ahora lo entendía, en aquella situación donde se había visto acorralada, donde había asesinado a todos a su paso para sobrevivir. 

Entonces, su linaje de clan había aparecido para salvarla.

-No lo sé, según las señoras de la aldea.-Intentó recordar aquello exactamente, ya que aquella historia era algo que siempre le había dejado inquieta.-La cesta donde me abandonaron, mi ropa, todo, estaba bañado en sangre y no era mía.- Se la habían encontrado cubierta de sangre ajena, pero no le habían tocado ni un pelo.

La persona que la había salvado, se había empeñado en ello y lo había logrado.

-Creo… Creo que si hay alguien en esa aldea que sea parte de mi familia, prefiero no saberlo.-No podía simplemente volver y tener una vida normal, no podía actuar como si de pronto fuera a encontrar a su familia y no pasara nada. Finalmente, ella también cierra los ojos durante un momento, suspirando.

Poco a poco comienza a formarse a su alrededor, de la misma forma que con él, aquella energía de tonos púrpuras con destellos dorados parecía chisporrotear alrededor de ella y poco a poco se formó en su espalda. Parecido a la de él, casi identifico pero a la vez totalmente diferente.

-Así que así es como se llama.-Poco a poco relajó su cuerpo, haciendo desaparecer aquella energía tras mostrarle de esa forma al hombre que de verdad, ambos pertenecían al mismo lugar.- No lo sé, tendría que investigar primero si alguien sabe algo de mi familia, entonces podría ver de ir.-Tampoco quería ir para ver qué había pasado lo que ya sabía, o tal vez algo incluso peor.

Tal vez su familia no estaba muerta, simplemente la habían abandonado porque no querían hacerse cargo de ella.

-El negocio sigue en pie, incluso aunque no vaya a la aldea, no tienes que preocuparte por eso.-Sonriéndole de forma leve, asintió dando su palabra. Eso no pensaba hacerlo cambiar, era algo que había prometido y pensaba cumplir.

KUJAKU MYOHOU
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Un aplauso realiza Samuru al ver como aquellas alas se crean en la espalda de Kaida. Al parecer, no hay dudas de que también pertenece a ese clan. Aunque, por lo que dice, probablemente aún tenga un control básico sobre ese poder. Eso es peligroso, ya que utilizar la fuerza que les da su sangre también trae un riesgo consigo. — Seguramente ya lo has experimentado, pero no abuses demasiado de ese poder hasta tenerlo controlado. Tu cuerpo te lo agradecerá. — Con el paso del tiempo, uno se acostumbra al daño que recibe el cuerpo por usarlo, pero en un principio tiende a ser molesto. No hay nada de malo en darle el aviso.

Hmm… — Se cruza de brazos, pues hay algo que no entiende. Anteriormente, en el restaurante, la notó bastante enfocada en poder adquirir información. Ahora que sabe perfectamente hacia dónde ir, expresa dudas. Samuru nunca ha considerado tener un lugar al cual regresar, por lo que se siente cómodo sin tener un lugar fijo. No ha experimentado las dudas que azotan la cabeza de la mujer en este momento. — No me meteré en tus planes personales. Dijiste que querías saber sobre tus orígenes, así que ya sabes que nuestro clan tiene como creación en Hoshigakure. Podríamos decir que he cumplido con mi parte del trato.

Ha dado la información correspondiente. Si al final ella no quiere ir a la aldea respectiva y averiguar más, eso es tema de ella. Recordemos que, en este momento, los dos protagonistas de la escena solo son recién conocidos, posibles compañeros de negocio. El factor de compartir cierto lazo sanguíneo poco y nada le importa. SI bien tuvo una época en donde hubiera sido diferente, hoy en día sus aspiraciones y preocupaciones son otras.

De pronto, un rayo se escucha en los cielos, dando a entender que la lluvia pronto retornaría. A pesar de un paisaje tan pesimista pintado de gris por el clima, una sonrisa ilumina el rostro del sombrerero. Kaida utiliza las palabras correctas que le transmiten felicidad.

De acuerdo, entonces contaré con que me darás tu palabra. — Avanza hasta ella y estira la mano derecha, ofreciendo un apretón que sirva para que cada uno se comprometa a lo dicho.

Aún no tengo nada establecido, solo sé que cuando regrese a Kusagakure, intentaré crear un edificio en el cual instalar mi negocio. Me tomará mucho tiempo buscarte cuando eso ocurra, así que, si puedes, intenta darte una vuelta por allá cuando puedas. Intentaré no tardar mucho.

Cuando tienes el control de una villa, puede ser más fácil cambiar las funciones de cada vivienda. Después de todo, lo que él quiere es lograr que la villa avance económica y se haga más reconocida mundialmente. La idea sería tener de trabajadores a los mismos aldeanos, pero aún es todo una idea en su cabeza. Este primer acuerdo con Kaida lo ha tomado por sorpresa, ya que se lo encontró de la nada. Pero así es él, aprovecha el momento, la oportunidad. Si se va el tren y no te subes, luego puedes arrepentirte.

Si hay algo que quieras saber, puedes decírmelo. Respecto a números, podemos verlo luego. Si necesitas más información, tal vez te pediré varios de esos paraguas como pago.

Nada es gratis en este mundo. Él lo sabe, ella lo sabe, todos lo saben.
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