No podía hablarse de un lugar turístico como como pudo haberlo sido en antaño. Desde el pasar de la frontera hasta donde habían llegado, acercándose a la parte más costera para evitar aquel campo de concentración en el que se había convertido aquella aldea tras los estragos de la guerra. Aquel día, no eran más que los esposo y esposa Shoumaki disfrutando de un viaje transitorio por su luna de miel. ¿Cuánto tiempo pasaran en Takigakure? No se sabía, tampoco había prisas. — Creo que ya nos hemos alejado lo suficiente del camino principal. — La primera en comentarlo había sido Shiza, porque deseaba salir del papel que había decidido tomar en aquel viaje de desaparecer del resto. — Nuestras cosas deberían estar por llegar mañana a la aldea que hemos decidido. — No se acordaba del nombre, pero si es que todo había salido según lo planeado: pronto tendrían una estancia temporal bajo la fachada que habían generado.
Seguía nerviosa, tenía muchos motivos para estarlo. Se habían marchado de Iwagakure con una identidad totalmente distinta, con unos cambios físicos los suficientes para distinguir totalmente de su pasado a ojos desconocidos. Había quedado atrás sus vidas, pero dudaba que alguien fuera a echarle de menos precisamente a ella. ¿Y ella? No iba a echar de menos a ninguno de ellos, especialmente tras asuntos que habían calado en ella y le habían hecho reflexionar hasta comenzar a nacer en ella un pensamiento más frío y cruel de los que hubiera podido llegar a tener nunca. Había cosas que ni con Naoya estaba dispuesta a hablarlo, no aún, porque su cerebro no había tenido el tiempo de asimilar lo que había vivido.
Por otro lado, estaba tan solo con Naoya, volviéndose el centro de su mundo por completo y su refugio andante. Una parte de sí misma no podía asimilar el hecho de estar escapándose con él, otra parte de sí no creía que estuvieran haciéndose por un matrimonio de recién casados, pero también había sido idea de ella porque creyó que era lo más fácil de fingir en personas de su edad y les daría el pase perfecto para viajar donde quisieran. ¿Había pensado qué cosas debía hacer o fingir para que fuera creíble? Por supuesto que no, pero no creía que fuera a costarle siendo que era una aventura que compartía con aquel con el que llevaba toda su vida a su lado.
Allí ya adentrada en mitad de unos caminos secundarios de las tierras del País de la Cascada, prestó atención con su oído, tras realizar el correspondiente sello y mantenerlo, para atender a todo lo que pudiera estar pasando en su entorno, o incluso si había personas cerca de ellos.
No hay nadie, ni un respiro. — Aseguró de su parte, al menos de oído nada había y a no ser que mantuvieran la respiración por muchísimo tiempo... nada se le había escapado de sus capacidades. — ¿Cómo vas? No te encontré mejor ropa para el viaje que nos fuera conjuntados. — Y sí, podía dar la apariencia de estar llevando aquello como si fuera un juego de críos que tuvieran de pequeños, como si jugasen a las casitas, pero Shiza estaba preocupada. Solo que esta preocupación siempre había estado enterrado bajo esa personalidad más positiva y energética que tenía. — Espero que no se nos pasara nada, porque ya no hay vuelta atrás. — Se detuvo, estirando su cuerpo tomándose las manos para estirar los brazos y tirar hacia arriba. — No al menos hasta una buena temporada, supongo... — No había planes, no había ideas, solo acciones. — ¿Cómo te sientes? La verdad es que estoy nerviosa... — Se giró a verle, por fin de modo más directo, contemplando los cambios del contrario. — ¿No sientes como cuando hacíamos trastadas de pequeños? — Aunque era más ella siguiéndole que tomando una iniciativa así, pero lo recordaba con felicidad y de ahí la sonrisa de paz reflejada en su rostro. Claro que también... si lo pensaba, también estaba especialmente habladora y esto podía tener realmente muchas causas.
Seguía nerviosa, tenía muchos motivos para estarlo. Se habían marchado de Iwagakure con una identidad totalmente distinta, con unos cambios físicos los suficientes para distinguir totalmente de su pasado a ojos desconocidos. Había quedado atrás sus vidas, pero dudaba que alguien fuera a echarle de menos precisamente a ella. ¿Y ella? No iba a echar de menos a ninguno de ellos, especialmente tras asuntos que habían calado en ella y le habían hecho reflexionar hasta comenzar a nacer en ella un pensamiento más frío y cruel de los que hubiera podido llegar a tener nunca. Había cosas que ni con Naoya estaba dispuesta a hablarlo, no aún, porque su cerebro no había tenido el tiempo de asimilar lo que había vivido.
Por otro lado, estaba tan solo con Naoya, volviéndose el centro de su mundo por completo y su refugio andante. Una parte de sí misma no podía asimilar el hecho de estar escapándose con él, otra parte de sí no creía que estuvieran haciéndose por un matrimonio de recién casados, pero también había sido idea de ella porque creyó que era lo más fácil de fingir en personas de su edad y les daría el pase perfecto para viajar donde quisieran. ¿Había pensado qué cosas debía hacer o fingir para que fuera creíble? Por supuesto que no, pero no creía que fuera a costarle siendo que era una aventura que compartía con aquel con el que llevaba toda su vida a su lado.
Allí ya adentrada en mitad de unos caminos secundarios de las tierras del País de la Cascada, prestó atención con su oído, tras realizar el correspondiente sello y mantenerlo, para atender a todo lo que pudiera estar pasando en su entorno, o incluso si había personas cerca de ellos.
No hay nadie, ni un respiro. — Aseguró de su parte, al menos de oído nada había y a no ser que mantuvieran la respiración por muchísimo tiempo... nada se le había escapado de sus capacidades. — ¿Cómo vas? No te encontré mejor ropa para el viaje que nos fuera conjuntados. — Y sí, podía dar la apariencia de estar llevando aquello como si fuera un juego de críos que tuvieran de pequeños, como si jugasen a las casitas, pero Shiza estaba preocupada. Solo que esta preocupación siempre había estado enterrado bajo esa personalidad más positiva y energética que tenía. — Espero que no se nos pasara nada, porque ya no hay vuelta atrás. — Se detuvo, estirando su cuerpo tomándose las manos para estirar los brazos y tirar hacia arriba. — No al menos hasta una buena temporada, supongo... — No había planes, no había ideas, solo acciones. — ¿Cómo te sientes? La verdad es que estoy nerviosa... — Se giró a verle, por fin de modo más directo, contemplando los cambios del contrario. — ¿No sientes como cuando hacíamos trastadas de pequeños? — Aunque era más ella siguiéndole que tomando una iniciativa así, pero lo recordaba con felicidad y de ahí la sonrisa de paz reflejada en su rostro. Claro que también... si lo pensaba, también estaba especialmente habladora y esto podía tener realmente muchas causas.