Última modificación: 12-06-2024, 03:45 AM por Jikaro.
El frío ambiente de la noche destruía toda esperanza de tener un buen descanso en la pequeña aldea en el norte de kumogakure: Kawaita shi, nadie realmente tenía esperanza de que en el día estuviese mejor. Simplemente, el pesimismo que se tenía en la aldea se contagiaba con el simple hecho de estar cerca de ahí. Ese mismo sentimiento se paseaba por la ciudad, haciendo que hasta en el bar más antiguo, el cual era prácticamente el punto más importante de toda la ciudad, se sintiera con pesimismo en sus adentros. Muchas historias se contaron en ese lugar. Esta fría noche quizás se pueda contar una, o tal vez todas esas historias no se puedan contar, podría significar el fin de esa pobre aldea. ¿Lo será? Nadie sabe realmente. Se espera que no, pero como un antiguo pasaje chino: El ayer es historia, el mañana es un misterio, pero el hoy es un regalo. Por eso se llama presente.
Y pasó.
Nuestro protagonista, Jikaro. Llegó caminando con su típica túnica negra que le cubría todo el cuerpo, sus manos largas estaban siendo resguardadas en sus bolsillos, aunque se podían resaltar por las vendas blancas que las cubrían por completo. ¿Por qué hacía esto?, era un shinobi de Konoha, todos ellos son raros. Aunque bueno, más raros eran los aldeanos de la pequeña Kawaita shi, todo estaba cerrado y pocas luces iluminaban el lugar, haciendo que se viese como un lugar desolado. Lo que no estaba desolado era ese bar… Ese maldito bar, aun sin entrar podías ver las luces y las sombras de los aldeanos, bebiendo, jugando cartas y las pequeñas damas de honor seduciendo a los hombres de familia que se encontraban ahí, pasando el rato, quizás para olvidarse de sus responsabilidades. Aunque la fama del bar era que ese sitio es el punto de comercio de la aldea, también tenía una fama que nadie quería que saliera a la luz. Era el sitio donde más crímenes se cometían en un radio de 30 kilómetros, poco era. Pero había 4 aldeas más a sus alrededores, o sea que no era un orgullo eso. Jikaro, camino lentamente hacia el bar, la madera rechinaba. Estaba un poco húmedo realmente y cada que dabas un paso se podía sentir lo mal que estaba el piso. Con cuidado, Jikaro se acercó a la puerta y lentamente la abrió. Una campana hizo notar su llegada, que solo le importo al cantinero pues todos seguían en lo suyo. Jikaro, lento pero seguro se acercó a la mesa donde le iba a atender el chico, el cual parecía realmente joven. — Un vaso de whisky muchacho, por favor. — Dijo una voz arrugada del cansancio. Jikaro estaba viejo. — Claro señor. — Dijo el joven quien fue rápidamente a su espacio para realizar la Bebida. Todo fue hecho para que el pudiera entregar ese vaso con delicadeza, el pelinegro hizo un gesto con la mano de gracias y empezó a beber un poco. No todo parecía estar saliendo de maravilla, Jikaro quería beber un poco nada más, estaba de paso, él quería ir al País del Fuego. Pero una actitud extraña del cantinero le hizo replantearse si quedarse o no. Pareciese como que si el joven tenía miedo de alguien… O de algo, era extraño. Le pidió otro. Quería ver si estaba en lo correcto o estaba loco. — Ese chico está raro… ¿Qué pasará en este lugar? — Resoplo. Estaba muy cansado como para actuar de una manera fuerte, el whisky sabía algo amargo. Quizá eso lo mantendría despierto por algunas horas.
Y pasó.
Nuestro protagonista, Jikaro. Llegó caminando con su típica túnica negra que le cubría todo el cuerpo, sus manos largas estaban siendo resguardadas en sus bolsillos, aunque se podían resaltar por las vendas blancas que las cubrían por completo. ¿Por qué hacía esto?, era un shinobi de Konoha, todos ellos son raros. Aunque bueno, más raros eran los aldeanos de la pequeña Kawaita shi, todo estaba cerrado y pocas luces iluminaban el lugar, haciendo que se viese como un lugar desolado. Lo que no estaba desolado era ese bar… Ese maldito bar, aun sin entrar podías ver las luces y las sombras de los aldeanos, bebiendo, jugando cartas y las pequeñas damas de honor seduciendo a los hombres de familia que se encontraban ahí, pasando el rato, quizás para olvidarse de sus responsabilidades. Aunque la fama del bar era que ese sitio es el punto de comercio de la aldea, también tenía una fama que nadie quería que saliera a la luz. Era el sitio donde más crímenes se cometían en un radio de 30 kilómetros, poco era. Pero había 4 aldeas más a sus alrededores, o sea que no era un orgullo eso. Jikaro, camino lentamente hacia el bar, la madera rechinaba. Estaba un poco húmedo realmente y cada que dabas un paso se podía sentir lo mal que estaba el piso. Con cuidado, Jikaro se acercó a la puerta y lentamente la abrió. Una campana hizo notar su llegada, que solo le importo al cantinero pues todos seguían en lo suyo. Jikaro, lento pero seguro se acercó a la mesa donde le iba a atender el chico, el cual parecía realmente joven. — Un vaso de whisky muchacho, por favor. — Dijo una voz arrugada del cansancio. Jikaro estaba viejo. — Claro señor. — Dijo el joven quien fue rápidamente a su espacio para realizar la Bebida. Todo fue hecho para que el pudiera entregar ese vaso con delicadeza, el pelinegro hizo un gesto con la mano de gracias y empezó a beber un poco. No todo parecía estar saliendo de maravilla, Jikaro quería beber un poco nada más, estaba de paso, él quería ir al País del Fuego. Pero una actitud extraña del cantinero le hizo replantearse si quedarse o no. Pareciese como que si el joven tenía miedo de alguien… O de algo, era extraño. Le pidió otro. Quería ver si estaba en lo correcto o estaba loco. — Ese chico está raro… ¿Qué pasará en este lugar? — Resoplo. Estaba muy cansado como para actuar de una manera fuerte, el whisky sabía algo amargo. Quizá eso lo mantendría despierto por algunas horas.