Un Amigo Necesita un Chef (Priv. CHÕSAMI)
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'Así que esta es Konohagakure', me dije para mis adentros mientras atravesaba los imponentes muros que rodeaban la enorme ciudad oculta tras el infinito manto del bosque. Este bosque, con su densa espesura, desempeñaba a la perfección su papel de mantener la aldea fuera del alcance de las miradas indeseadas. Sin embargo, para nosotros, los shinobis, esos tiempos de aislamiento habían quedado muy atrás. Hoy día, la conectividad entre las aldeas era una realidad común, y no resultaba extraño ver bandanas y trajes de shinobis extranjeros paseando por nuestras calles.

En mi experiencia, ya había compartido misiones y relaciones con shinobis en Kirigakure que venian de otros lugares lejanos. Y ahora, era mi turno de devolver aquel favor que en su momento ofrecieron a mi villa. Pero, aunque mi presencia aquí no respondía a un envío oficial, sino más bien a un viaje vacacional, también tenía un propósito más profundo que simples paseos turísticos.

La verdadera razón de mi visita era encontrar a un chef especial, un artesano culinario cuya reputación lo precedía. Contaba ya con una descripción visual detallada de él, lo cual me favorecía en esta búsqueda entre las laberínticas calles de Konohagakure. Además, tenía la dirección exacta del lugar donde podría encontrarlo, un valioso dato que guardaba celosamente.

Finalmente, llegué al lugar que me habían indicado, un pequeño y acogedor establecimiento escondido entre las bulliciosas calles de Konohagakure. Al cruzar el umbral, una cálida mezcla de aromas exquisitos me envolvió, prometiendo delicias culinarias más allá de lo imaginable. Con la certeza de quien sabe que se aproxima a su destino, me dirigí hacia la barra y me acomodé en el taburete disponible más cercano.

Levanté una mano, buscando atraer la atención de alguno de los encargados para que tomara mi pedido. Las miradas curiosas de los otros clientes se posaron brevemente en mí, y no era de extrañar.

Una chica de cabellos violeta, largos y sedosos, recogidos en un sencillo lazo rojo que se convertía en un modesto moño. Algunos mechones sueltos adornaban mi frente y caían grácilmente detrás de mis hombros. Aunque el clima de Konohagakure era un poco cálido, mi sangre Yuki siempre me mantenía con un toque de frío en las venas. Por eso llevaba mi característico abrigo negro sobre un yukata blanco con delicados bordes azul claro que adornaba mi figura. Mis piernas, acostumbradas a moverse con destreza y agilidad, estaban descubiertas, salvo por los equipos ninja que ceñían mis muslos y un pequeño short oscuro que cubría lo necesario. Completaba mi atuendo con unas robustas botas negras que llegaban hasta mis tobillos, dándome el soporte y la protección necesarios para cualquier eventualidad.
Pasivas
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Chõsami poseía una vida muy tranquila en su amada Konohagakure, habían pasado varios años desde que abandonó esa tonta idea de ser shinobi y ahora vivía en paz cocinando los mejores platillos que sus manos le permitían crear. El restaurante iba excelente, los clientes no faltaban, los ingredientes siempre eran de buena calidad, los utensilios hacían lo suyo y todos parecían irse con una sonrisa después de culminar con su comida, no importa si al llegar estaban tristes o enojados pues barriga llena, corazón contento.

Hoy era un día más, la gente llegaba y se iba satisfecha tras acabar con su plato de comida, Chõsami se ocupaba de la cocina junto a su padre, su único pensamiento era el siguiente paso a seguir de la receta que estaba siguiendo, su madre era la que atendía a los clientes con clones de sombra, eso ayudaba a no gastar dinero en personal, y si, sé que suena tacaño pero es por que han intentado dejar todo este asunto en un tema familiar, solo tendría otra camarera si el gordito conseguía pareja, algo que no estaba en sus planes por ahora.

Una nueva cliente llegó, por su ropaje no era alguien de Konohagakure pero aún así sería bien bienvenida como cualquier otro cliente que haya pisado el restaurante, la madre de Chõsami se le acercó a la chica y se presentó con una sonrisa-Hola, bienvenida a nuestro restaurante familiar "El reposo de mariposa". Soy Chõ-chou y seré su mesera ¿Que deseas ordenar, cariño?-la alta mujer de cuerpo rellenito mantenía su cabello rojizo en una coleta en forma de cebolla, su apariencia de madre hogareña resplandía con un aura acogedora y familiar, como si fuera ti propia madre la que te estuviera preguntando que te apetecía comer hoy y tú sabes a la perfección que sea lo qie sea que pidas va a quedar divino.
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Mientras los platos emergían de la cocina, uno tras otro, mi vista se deleitaba con la presentación de cada manjar, y mi olfato se inundaba de un sinfín de aromas embriagadores. Alguien detrás de esas puertas que daban a la cocina estaba haciendo un trabajo magistral, y mi misión hoy era llevarme a esa persona conmigo. Era, en cierto modo, parte de su destino, aunque parecía ignorarlo o quizá lo había olvidado en medio del ajetreo constante de este bullicioso local. Era asombroso ver cómo una sola familia conseguía llevar adelante este negocio, y el ingenioso truco de la señora de utilizar clones para manejar el ir y venir de las tareas diarias me resultaba especialmente sorprendente. Sin embargo, una pregunta más analítica cruzaba mi mente: '¿Cómo lograba mantener la energía necesaria para crear y sostener tal cantidad de clones?'

Esa duda, sabía, no sería resuelta, ya que ni siquiera me molestaría en preguntarla. Prefería limitarme a disfrutar del cálido y reconfortante aura que esta mujer irradiaba simplemente al acercarse, su eterna sonrisa iluminando el ambiente a mi alrededor. 'No es como mi hogar, pero se le parece mucho. Allí siempre hace tanto frío, jaja', pensaba mientras escuchaba con atención su introducción. Una leve sonrisa, genuina, cruzaba mi rostro, no como burla, sino como un reflejo de la comodidad y familiaridad que sentía en su presencia.

Cita:Hola, bienvenida a nuestro restaurante familiar "El reposo de mariposa". Soy Chõ-chou y seré su mesera ¿Que deseas ordenar, cariño?

-¡Ah, encantada de conocerte, Cho-chou! Soy Sayuri, vengo del Agua. Antes que nada, permíteme felicitarte por tu local. No he visto nada parecido en todo mi viaje.- Le dije, devolviéndole su saludo con una sonrisa que, aunque grande, no lograba compararse con la calidez que emanaba la suya. Aún me faltaban muchos años para alcanzar esa gentileza, pensaba. ¿Quizás también necesitaría una familia con hijos y un esposo... un perrito quizás? Quién sabe, aunque, sinceramente, mis planes en este momento distaban mucho de formar un hogar; todavía había demasiadas aventuras que vivir.

-Los aromas que salen de allá me están matando de hambre.- Añadí con una risa ligera, acompañada de un guiño y señalando la puerta que conducía a la cocina. -Dejaré que sea usted quien me sorprenda con algún plato, tal vez el mejor de la casa. Solo una pequeña petición, por favor: nada de picante.- Desde niña había sabido que la comida picante no era para mí, y con el tiempo, esa aversión no había cambiado en lo absoluto. Es más, el más leve picante podía hacer que rechazara un plato por completo.

-Jamás me he acostumbrado a esa sensación.- Dije, casi con disculpa en el tono. -Mil disculpas si esto resulta una molestia para ti o para los cocineros.-
Pasivas
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