[Simple - C]: Who let the dogs out?
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Un aullido espeluznante rasgó la tranquila noche de la aldea, un sonido que helaba la sangre y erizaba la piel. No era un lobo solitario, ni un perro perdido. Era una jauría, una horda de feroces canes salvajes que acechaban en las sombras, hambrientos y dispuestos a causar estragos. Los primeros informes hablaban de pequeños animales, molestos pero inofensivos. Sin embargo, esos informes pronto se convirtieron en relatos de ferocidad desmedida. Los perros salvajes atacaban en grupo, destrozando puestos de comercio, aterrorizando a los aldeanos y dejando un rastro de caos a su paso. Ante tal amenaza, la aldea no podía quedarse de brazos cruzados. Pero tampoco era una situación que requiriera la intervención de ninjas de alto rango. Era una misión perfecta para un equipo de Genin, jóvenes que deseaban demostrar su valía para los altos mandos de la aldea. Entre ellos se encontraba Gyojin.

Era una misión simple, en apariencia. Pero la realidad era que estos animales no eran simples perros. Eran criaturas salvajes, impredecibles y peligrosas. Gyojin lo sabía, y sus compañeros también. Pero no sentían miedo, solo una mezcla de nerviosismo y determinación. Reunidos en la penumbra de un aula de clases de la academia ninja, Gyojin y sus cuatro compañeros Genin analizaban la situación. La misión era clara: capturar a los perros salvajes sin arriesgar la integridad de estos. Pero la tarea no era sencilla. La jauría era numerosa y feroz, y enfrentarlos en grupo sería un suicidio.

Gyojin, intentado igualar la capacidad de liderazgo de sus hermano mayores, tomó la iniciativa.

No podemos combatirlos a todos juntos —explicó—. Debemos dividirlos y atraparlos de uno en uno. Esa es nuestra mejor oportunidad.

Sus compañeros asintieron, comprendiendo la lógica del plan. Gyojin continuó, dividiendo al grupo en dos equipos: dos ninjas que pudiera desplazarse por los techos de la aldea, y él mismo junto su mejor amigo Durin en el centro de las calles, listos para actuar tan pronto los dos vigías dieran con los animales.

Utilizaremos bombas de humo para desorientarlos y lograr separarlos —continuó Gyojin—. Una vez separados, les atraparemos con hilo metálico, asegurándonos de que no puedan seguir atacando.

Los demás Genin aportaron sus propias ideas, sugiriendo el uso de bombas de humo para desorientar a los animales, y redes hechas con hilo metálico para inmovilizarlos. Mientras la noche avanzaba, Gyojin y sus compañeros se prepararon para llevar a cabo el plan del Hozuki. Se equiparon con sus porta utensilios, repasaron sus tácticas y decidieron que era momento de iniciar. Así que, sin más preámbulos, se adentraron en las calles de la aldea.

Gyojin y sus compañeros se adentraron en las zonas periféricas de la aldea, siguiendo las pistas que habían recopilado durante el día. El miembro de mayor edad del equipo era una kunoichi del clan Hoshigaki: Akari. La joven ninja se movía por los tejados de las casas, observando desde lo alto cualquier movimiento sospechoso. Ao, su hermano, hacía lo mismo por los techos del lado contrario de la calle. Gyojin y Durin, en el centro del grupo, se movían con sigilo a la espera de que alguno de los dos vigías diese la señal de ataque.

De pronto, un aullido rompió el silencio. Los perros salvajes estaban cerca. Gyojin y sus compañeros se agacharon, esperando el momento oportuno para actuar. Unos segundos después, dos enormes figuras peludas emergieron de la oscuridad. Akari, sin dudarlo, lanzó una de sus bombas de humo caseras. Una nube espesa de color gris envolvió a los perros, desorientándolos y haciéndoles perder el olfato. Ao aprovechó la confusión para arrojar el hilo metálico sobre uno de los animales, atrapándolo en un instante. El perro gruñó y luchó, pero la red era demasiado resistente.

Akari, con su hilo metálico en mano, se enfrentó al otro perro. La jovencita arrojó el hilo con ayuda de una roca atada en el extremo opuesto, logrando atar la pata del animal. El perro aulló de dolor e intentó huir hacia la oscuridad, cojeando y desorientado, pero sin éxito alguno. Parecía ser que los dos primero animales caerían sin necesidad de separarles, pero las situación se complicó tan solo un segundo después. De la oscuridad surgieron otros cuatro perros salvajes, sus colmillos afilados y sus ojos brillando con fiereza. Los vigías estaban muy ocupados con sus objetivos como para advertir la presencia de estos, y ahora, Gyojin y Durin se veían rodeados.

Durin, sin dudarlo, se lanzó a la acción. Corrió a toda velocidad por la calle principal, gritando y haciendo gestos para llamar la atención de los perros. Dos de los animales, atraídos por el alboroto, lo persiguieron sin pensarlo dos veces. Gyojin, aprovechando la distracción, lanzó una bomba de humo en dirección de los perros que no habían salido a perseguir a Durin, imitando la estrategia que Akari había empleado un instante atrás. Aprovechando aquel instante de seguridad, acumuló agua y chakra en su cuerpo, aumentando la musculatura del mismo. Los dos perros salvajes, confundidos por la nube de humo y la división del grupo, se separaron. Gyojin, que ahora medía dos metros de altura, se dirigió hacia una de las criaturas para un enfrentamiento directo. Creía que el animal ofrecería una pelea más complicada, pero le alcanzaron un par de minutos y varios puñetazos al  torso para atrapar al animal.

El segundo perro se había liberado de la bomba de humo y se abalanzó contra el peliblanco, pero sus reflejos le permitieron apartarse a un lado, esquivando un mordisco que iba directo contra su cuello. Acto seguido, arrojó un poderoso gancho cruzado al cuerpo el animal que le dejaría tendido en el suelo. Con ayuda de hilo metálico, y la necesidad de ir a ayudar a su mejor amigo, ató a los dos animales y salió en búsqueda de Durín. En el camino, notó que tanto Akari como Ao habían asegurado a sus objetivos, así que sintió un poco más tranquilidad. A tan solo un par de calles más allá de donde él había luchado, encontró a Durin. El joven ninja se las había arreglado para atrapar a los dos animales salvajes, aunque Gyojin pudo notar un par de mordidas en los brazos de su amigo. Nada que los doctores de la aldea no pudieran solucionaron.

Los Genin se reagruparían en el centro de la aldea, juntando a los perros que habían capturado para ser llevados a sus líderes Jounin. Si el informe de la misión era el correcto, habían capturado a todos los animales. Había sido una tarea sencilla, tal y como lo esperaban. Gyojin habría preferido que ninguno de ellos resultase herido, pero a Durin no se le veía para nada mal pese a esos mordiscos en sus brazos. Así que, con todo y eso, los Genin habían cumplido con la labor.
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