En plena recuperacion. (priv Zeta)
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El estruendo del combate se había disipado hace ya varios minutos, dejando tras de sí un silencio cargado de tensión y expectativa. Había observado, con una mezcla de alivio y culpa, cómo el equipo médico del coliseo se apresuraba hacia el centro de la arena, donde yacía el cuerpo inerte de mi oponente, su piel morena contrastando vivamente con el polvo del suelo. Mis dos últimos ataques habían sido decisivos, tal vez demasiado. Apenas unos momentos después de su intervención, los médicos anunciaron que, afortunadamente, se recuperaría, aunque necesitaría atención adicional fuera de la vista del público.

Sí, era posible que me hubiera excedido en mi fervor por la victoria... Pero había venido a este lugar con un propósito claro: perfeccionar mi técnica, y estaba segura de que mi adversario compartía ese mismo objetivo. Después de todo, ¿quién podría asegurar que él no habría hecho lo mismo si las posiciones se hubieran invertido y fuera yo quien yaciera paralizada en el suelo?

Mientras me encontraba en el podio, recibiendo los honores por mi victoria, una pregunta comenzó a martillear mi mente, una duda que se enroscaba en mis pensamientos como una serpiente insistente. '¿Por qué ese idiota cayó en su propio jutsu?' La interrogante giraba en mi cabeza, una y otra vez, sin encontrar reposo. La curiosidad por entender su error, por comprender qué había llevado a mi oponente a un fallo tan crítico, se convirtió en una obsesión que me acompañó mucho después de que los aplausos y felicitaciones se hubieran apagado. Era un enigma que, de alguna manera, sentía que debía desentrañar.

Y así, casi como si fueran movidas por una voluntad propia, mis piernas me guiaron, casi sin darme cuenta, hacia la sección médica de aquel imponente edificio al que habíamos acudido con el firme propósito de poner a prueba nuestras habilidades. Al cruzar el umbral de aquel lugar, me encontré inmersa en un ambiente de urgencia contenida, donde el aire parecía vibrar con la tensión de los recientes acontecimientos. Sin perder un instante, comencé a indagar entre los presentes, preguntando a cada rostro que cruzaba mi camino si tenían alguna noticia sobre el paradero del joven de piel morena, conocido entre nosotros como Zeta el Sucio.

-Disculpe, ¿sabe dónde han llevado al joven del último combate?- Mi voz se elevó, intentando hacerse camino entre el murmullo constante del lugar.

Fue entonces cuando me topé con una mujer de edad avanzada, cuya presencia no parecía corresponder a la de una enfermera o personal médico, sino más bien a alguien del equipo de limpieza, a juzgar por los productos de limpieza que sostenía en sus manos.

-Ah, sí, jovencita. Ese pelao quedó en bastante mal estado, pobre.- Su risa, aunque contenida, era evidente en su expresión, revelando una mezcla de compasión y humor ante la situación. -Sí, sí, sí, creo que después de atenderlo lo llevaron a la habitación 16. Supongo que estará descansando o algo por el estilo.-

Tras escuchar sus indicaciones, le expresé mi gratitud con un gesto de respeto, inclinando levemente mi cabeza en señal de agradecimiento.

-Muchas gracias, señora. No quiero interrumpir más su trabajo.- Me despedí con cortesía y retomé mi camino, siguiendo las instrucciones que me había proporcionado.

Finalmente, mis pasos me condujeron hasta la puerta de la habitación que me había sido indicada. Con un suspiro cargado de incertidumbre, crucé el umbral, y allí, ante mis ojos, yacía el joven con quien había cruzado fuerzas en el combate anterior. A primera vista, parecía que el reposo sería el único remedio necesario para sanar las heridas infligidas por mis dos certeras estocadas de viento.

Con movimientos suaves y silenciosos, me acerqué y tomé asiento en una pequeña silla dispuesta al lado de su cama. Allí, en la penumbra de la habitación apenas iluminada por la luz tenue que se filtraba a través de las cortinas, me quedé observándolo, sumida en mis pensamientos. La espera por su despertar se convirtió en un momento de introspección, en el que la fatiga de la batalla y la tensión acumulada comenzaron a hacer mella en mí.

Sin darme cuenta, el cansancio que había estado ignorando se apoderó de mi cuerpo y mente. Me rendí ante el sueño, dejándome llevar por la tranquilidad del momento.
Pasivas
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Zeta entró al gas para atacar a su enemigo pero está había huido, el moreno respiró tranquilamente y su cuerpo se paralizó-¿Que carajos?-no entendía por qué no podía moverse ¿Ese gas le afectaba también? ¡Ese tipo que le vendió el humo le había mentido! Dijo que si le echaba una gota de sangre no le hacia efecto a él mismo... 

Lo siguiente que supo fue que algo atravesó su hombro y pierna produciendo un dolor tan grande que se desmayó. Sueños locos pasaron por su cabeza producto del gas, por qué sí, era una droga esa webada. Minutos pasaron y se despertó en una camilla siendo llevado a urgencias, usaron un somnifero y lo durmieron otra vez para poder coserlo y atenderlo.

Una hora o tal vez dos pasaron como si nada en el mundo de los sueños en dónde Zeta se había convertido en un famoso rapero que maravillaba al mundo con sus líricas y su equipo conformado por varias mujeres y un DJ eran aclamados por todos y todas.
sueño

De pronto sus ojos se abrieron lentamente, la tenue luz de la cortina lo obligó a entrecerrarlos hasta acostumbrarse a la luz. Su cuerpo tenía algunos vendajes donde fue apuñalado y su pierna tenía un yeso para evitar movimientos bruscos. Suspiró adolorido y miró a un lado de su cama, ahí notó a su rival sentada en una silla, ella era una chica de tez blanca y cabello color ¿Indigo? Que descansaba su cabeza y parte de su cuerpo en la cama, su rostro estaba parcialmente tapado por su propio cabello y parecía haberse quedado dormida no hace mucho.

Para muchos estaba escena sería adorable, una bella chica durmiendo pacíficamente por el cansancio acumulado del día, aparentemente esperanzada de hablar nuevamente con el chico acostado en esa cama de hospital, indefensa como una muñeca o como un copo de nieve que al ser tocado posiblemente se derretiría y desaparecería. Pero para Zeta no, ante sus ojos solo estaba su enemiga durmiendo ¡en SU cama! ¡después de haberlo mandado al hospital!

¿Pero y tú qué te crees? ¡LEVANTA COÑO!-la empujó para que se levantara de su cama pero el carma existe y por haber sido grosero acabó sintiendo una punzada en su hombro herido-¡Argh! Coño de la madre...-
Hablo-Narro-Pienso
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En el corazón de una escena que desborda ternura y calidez, los lectores se encuentran ante un momento de pura magia romántica, tejido con el más fino hilo de afecto que el universo podría tejer. En el refugio de la habitación número dieciséis, se hallaban dos almas que, apenas momentos antes, habían estado enfrascadas en un combate. Ahora, el escenario había cambiado drásticamente, dando paso a una atmósfera de serenidad y cuidado mutuo. Uno de los jóvenes, marcado por las heridas de la batalla, reposaba en un lecho de recuperación, permitiendo que el tiempo y el silencio obraran su magia curativa. Mientras tanto, una joven de cabellos como la noche teñida de violeta, había sucumbido al abrazo del sueño, aguardando pacientemente el momento en que sus ojos se encontraran de nuevo y pudieran sumergirse en un diálogo tranquilo y reconfortante.

Ella, en su vigilia, se había deleitado escuchando los murmullos de los sueños del moreno, donde las notas de un concierto imaginario, quizás de pop o rap, danzaban en el aire. Las palabras se entremezclaban en una melodía difusa, un eco de sus pensamientos internos que no lograba descifrar del todo. Sin embargo, el cansancio había tejido su red alrededor de ella, llevándola a un sueño profundo, quizás inducido por el tedio de la inactividad o, como prefería bromear en su mente, por la influencia de la "música" poco convencional de su compañero.



¿Qué más puedo relatarles? Ahí estaba yo, sumida en una mezcla de alarma y asombro ante el espectáculo tan pueril y desmesurado que Zeta, el muchacho en cuestión, estaba protagonizando en una de las numerosas estancias de este centro médico, anidado en el corazón del vasto coliseo. Su algarabía y estruendo habían irrumpido en mi descanso de una manera tan abrupta, que me encontré despertando con un sobresalto, un impacto que, sin duda, presagiaba las consecuencias negativas que se desencadenarían a continuación.

Un golpe aquí, otro allá... Sí, así fue como reaccioné ante la actitud amenazante de aquel joven de trenzas. Los golpes no fueron excesivamente fuertes; después de todo, logré contenerme hasta cierto punto. Y es que, a pesar de las circunstancias, siempre he procurado mantener una postura de señorita, delicada y comedido en mi comportamiento. Pero, en ese momento de exaltación, provocado por la situación a la que me vi arrastrada, mi reacción fue, digamos, un poco más impulsiva de lo habitual.

Este incidente, un tanto fuera de mi carácter, fue el resultado directo de la agitación que Zeta había sembrado en el ambiente. Aunque siempre he creído en la importancia de la compostura y la gracia, en ese instante, la urgencia del momento me llevó a actuar de manera instintiva. 

-¡Pero qué tonto eres, coño!- Le grité de vuelta, mientras lo observaba retorciéndose de dolor por la torpeza que acababa de cometer. -¡Solo quédate quieto o te harás mas daño, joder!- Exclamé, antes de volver a tomar asiento al lado de su cama, en la pequeña silla dispuesta para visitas como yo, que habían venido con la intención de cuidar, o al menos, de hacer compañía.

Me acomodé, tratando de encontrar una posición que me permitiera enfrentar la situación con algo de dignidad. -Solo vine a ver cómo estabas y a disculparme... y bueno, creo que me quedé dormida al escucharte murmurar algo en tus sueños. Supongo que me aburrí,- le confesé, intentando inyectar un tono jocoso a mis palabras. Mi objetivo era claro: quería suavizar la atmósfera cargada de tensión que se había tejido entre nosotros.

Así que ahí estaba, intentando aligerar el momento con humor, esperando que entre las risas forzadas y los gestos de dolor, pudiéramos encontrar un punto medio donde la preocupación y el afecto pudieran coexistir sin necesidad de palabras hirientes. Porque, al final del día, más allá de los gritos y los malentendidos, lo que realmente importaba era ese inquebrantable hilo de humanidad que nos mantenía unidos, incluso en los momentos más difíciles.
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Última modificación: 06-05-2024, 09:02 AM por Zeta. Razón: Había un ¿Bug? Y Chucho ni me dijo
A Zeta no le molaba que alguien que le hizo mal durmiera tan tranquilo en la misma cama que él y por ello tiró a la Yuki al suelo. Obviamente ella se molestó y le cayó a golpes mientras le gritaba, parecía como si intentara terminar lo que empezó.

¡Mira mamagueva déjame! ¡Aaaah!-poco pudo hacer para defenderse...

Zeta acabó molido y la chica pareció tomar aire para calmarse un poco, era una chica muy molesta sin duda. Ella tomó asiento nuevamente en aquella silla, quería dar sus razones del por qué lo visitaba y como fue que se quedó dormida sin darse cuenta. Excusas muy malas de su parte a decir verdad y que el moreno no era capaz de creer.

Disculparse mis pelotas. Si querías algo hubieras venido luego, cuando estuviera comiendo o algo así-exclamó irritado mientras miraba la pared. Siendo sinceros se preguntaba que estaba murmurando, no recordaba nada de su sueño... Porque bueno, eso pasa con los sueños buenos, no los recuerdas ni un poquito al despertar la puta madre. 

Ahora puedes irte a joder a otro lado. Yo quiero comer y de seguro ya ni tiempo de visita te ha de quedar-¿Habrían tiempo de visita? ¿Y que pasó con los malditos que trajeron a Zeta al coliseo? Pues bueno, al ver que solo perdía decidieron irse y abandonarlo a su suerte.

Pero claro, Zeta aún no se daba cuenta de eso...
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Encontrar un equilibrio que pudiera suavizar la tensión palpable en el aire se antojaba una tarea mas que titanica, especialmente dada la actitud desafiante que mostraba el moreno en estos momentos. Y, aunque su comportamiento pudiera tener cierta justificación, no dejaba de ser un enigma complicado de descifrar. Después de todo, se encontraba frente a la joven que, apenas unos minutos antes, lo había derrotado con una facilidad sorprendente ante la mirada atónita de cientos, quizás miles, de espectadores que habían sido testigos de su humillación en directo. Aquel hombre, conocido en los círculos de combate como 'Zeta el Sucio', había visto cómo su reputación, laboriosamente construida, se desmoronaba ante sus ojos.

Era evidente que su orgullo había sufrido un golpe devastador, y era plausible pensar que esa fuera la raíz de su malestar. 'Ojalá se trate solo de eso y no de algo tan estupido como el hecho de haber perdido contra una mujer', reflexionaba internamente, considerando que el machismo aún podía ser un factor influyente en su disgusto. La posibilidad de que su enojo derivara de un prejuicio tan anticuado era algo que no podía descartarse del todo.

-No te engañes a ti mismo, Zeta- le espeté con una mezcla de firmeza y desdén en mi voz. -No importa cómo hubiese llegado, ni cuándo, ni siquiera con cuántos kilos de comida llevaras encima. Conozco bien esa actitud tuya, siempre tan infantil. No es la primera vez que alguien pierde conmigo y actua asi- Sus quejas sobre el inoportuno momento de mi llegada resonaban aún en el aire, cargadas de una irritación mal disimulada. Pero yo no estaba dispuesta a dejarme amedrentar por sus excusas.

-Hablas de coraje, o bueno, pelotas como dices...- continué, con un tono que rozaba la burla. -A ver si la próxima vez realmente muestras algo de eso, y dejas de estar tirando bombas de humo en mi cara como si eso fuera a intimidarme.-

Anteriormente, le había dado el espacio necesario para intentar resolver las cosas de manera pacífica. Había esperado, quizás ingenuamente, que él bajara la guardia y que la razón prevaleciera sobre el orgullo herido. Sin embargo, frente a la evidencia de su persistente obstinación, me vi obligada a adoptar una postura más dura.

-Entonces... ¿quieres ser rapero o algo asi?-
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Zeta miró con molestia a la chica ¿Si ya conocía su personalidad para que le daba cuerda? Simplemente era una chica molesta que le gustaba burlarse de sus rivales a los que llegó a vencer, una yaga en la lengua era menos molesta que una jovencita de piel pálida.

Tienes razón. Si me hubieran preguntado si quería la visita del que me dejó en el hospital simplemente lo hubiera mandado a mamarse un guevo-se notaba la molestia del moreno por la presencia de la chica, no por perder contra ella sino por lo herido que quedó tras perder.

La chica seguía siendo molesta, ahora se burlaba del chico por usar una bomba de humo en vez de sus puños, básicamente le dijo cobarde, que no tenia las bolas para pelear contra ella-¡¿Eh?! ¡Pero si estaba siendo amable! Si mi estupido vendedor me hubiera dado buena mercancía te hubiera ganado rápido y sin mucho dolor. ¡Pero tú eres una loca que casi me mata!-el moreno señaló sus vendajes para demostrar que en otras circunstancias posiblemente no la hubiera contado.

La próxima vez ya no seré tan bueno-miró a la chica con su rostro aún enojado, si, ya ni tenía ganas de morderla. Y de pronto una pregunta personal que ni venía al caso-¿Para que quieres saber? No pienso cambiar mi opinión sobre ti ahora-seguía irritado y por ello no hablaría ni siquiera de lo que le gusta, simplemente era demasiado extraño que aquella chica le mostrara tanto interes injustificado.

De pronto entró una enfermera con una hoja, a diferencia de Sayuri, la enferma tenía lindas piernas y un busto jugoso que dejaba ver por su minifalda y escote respectivamente. La enfermera llevaba una tableta de madera con unas hojas-Oh, es bueno ver qué está despierto ¿Con una visita? Espero que se trague el desastre que hagan, odio lavar las sábanas-los miró con cierto enojo al saber como se pueden poner los jovenes de hoy en dia-En fin, aquí está la cuenta médica-le entregó la hoja a Zeta y este se le quedó viendo confuso.

¿Cuenta? ¿Esto no es gratis? Yo... yo no tengo ni un Ryo encima-Zeta empezó a agitar la hoja para devolverla-Mejor hable con Ganso, él fue el que me inscribió a esta tontería de combates-tras esas palabras la enfermera empezó a reírse como si hubiera escuchado la mejor broma de la vida.

Ganso siempre hace eso, trae peleadores y si no le sirven se larga. Creo que terminaras trabajando aquí como conserje hasta que pagues todo-se encogió de hombros y se retiró para dejar a Zeta pensar su triste situación.

Joder... me lleva la Chinoike...-era "me lleva la chinita" pero hay que intentar ponerlo como la ambientación del foro.
Hablo-Narro-Pienso
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En el aire cargado de la habitación, las palabras groseras flotaban como nubes tóxicas, cada emisión más densa y desagradable que la anterior. 'Mamagueva... mis pelotas... mamarse un guevo,' murmuraba el moreno con una frecuencia desconcertante. Era ya la tercera vez que hacía referencia a sus partes íntimas de manera tan vulgar, y cada repetición resonaba en el espacio con un eco de vulgaridad que parecía intensificarse con el tiempo. A pesar de la repetición, el impacto de escuchar tales frases no disminuía; cada palabra caía como una gota de ácido, erosionando la atmósfera ya cargada de la habitación. Era tan repulsivo como la primera vez que lo había escuchado al despertarse, un asalto verbal que dejaba una marca indeleble en el aire, como si las palabras mismas estuvieran manchadas de algo oscuro y viscoso.

-Ja, claro... ahora vas y le echas la culpa a un supuesto vendedor que te estafó-, dije con un tono cargado de escepticismo y una ceja arqueada. Era evidente que no creía ni una palabra de lo que Zeta me contaba sobre el enigmático vendedor de artefactos y utensilios shinobis. Según él, este comerciante se dedicaba a recorrer la región, vendiendo objetos defectuosos o en mal estado, aprovechándose de la ingenuidad de sus clientes. Sin embargo, para mí, todo sonaba a una excusa barata. Estaba claro que Zeta, con su orgullo de guerrero, no aceptaba fácilmente la idea de perder contra alguien como yo, una chica de apariencia tan delicada y, lo que probablemente le dolía más, considerablemente más joven. -Cuando quieras buscamos a ese supuesto vendedor y lo comprobamos- le reté, cruzándome de brazos y mirándolo fijamente a los ojos.

-Pues yo te veo bien... quizás un par de días de reposo y como nuevo-, intenté animarle con una sonrisa, aunque en el fondo, la culpa pesaba sobre mis hombros. Siendo sincera con la situación de Zeta, no podía negar que los dos golpes que le había propinado habían sido demasiado fuertes. Me había excedido, sí. En el calor de la batalla, simplemente no había controlado mi fuerza, un error de novata que aún me perseguía.

-No puedo cambiar lo que hice antes, y ya te pedí disculpas por no saber controlarme en ese momento-, le dije, mirándolo directamente a los ojos, intentando transmitirle mi sinceridad y el arrepentimiento que sentía por mis acciones. -Vine aquí, supongo, no sé... es la educación que me dieron.-

Estaba a punto de retirarme, de dejar al muchacho en paz para que pudiera descansar, cuando una enfermera entró en la habitación. Incliné ligeramente la cabeza en señal de saludo y me hice a un lado, permitiéndole hacer su trabajo. Mientras ella revisaba a Zeta, no pude evitar escuchar un comentario que hizo, algo fuera de lugar que me hizo fruncir el ceño. 'Vah, otro pinche comentario sacado de lugar... ¿en qué maldito mundo me vine a meter?' Decidí ignorarlo, no valía la pena engancharme en discusiones sin sentido. Esperé pacientemente a que la enfermera terminara y se marchara.

-Ahora un tal Ganzo es el culpable de que estés aquí, ¡claro!...-, volví a la carga, burlándome un poco de él, nuevamente insinuando que la culpa de sus actos era de terceros y no de su propia cosecha. Mi tono era juguetón, pero con un toque de ironía que buscaba picar su orgullo, quizás para incitarlo a reflexionar sobre sus propias decisiones y responsabilidades. -A ver- Estire mi brazo para que me dejase ver la cifra que pedian por su tratamiento. -¿Que no era esto un lugar gratis?- Me hacia la misma pregunta que se hacia Zeta, de hecho.
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Zeta estaba molesto con aquel vendedor que lo estafó y le dió una mercancía defectuosa, por su culpa la chica no había caído en su plan y había pagado unas muy caras consecuencias. Sayuri no le creía a Zeta y por ello lo reto a buscar a tal vendedor y comprobar si enserio lo había estafado, Zeta sonrió con malicia y apretó su puño con decisión-Oh si, hay que buscarlo y hacerlo pagar por estafarme-Zeta quería como mínimo hacerle lo mismo que Sayuri le hizo a él a ver si el desgraciado aprendía de sus errores metiéndose en los zapatos de un comprador insatisfecho.

Por otro lado, Sayuri también lo ánimo en su recuperación, afirmando que solo necesitaba descanso y pues, Zeta esperaba que enserio fuera todo tan fácil-Si... bueno, hierba mala nunca muere, estaré bien-se encogió de hombros y le quitó peso al asunto, lo hecho ya hecho está y lo que necesita es recuperarse y listo. Pero Sayuri insistía en pedir disculpas y su mirada tan fija en Zeta lo hizo retroceder un poco, obviamente sus palabras no curarían sus heridas pero tal vez no era tan mala después de todo.

Zeta desvió la mirada pensando en si aceptar las disculpas cuando llegó la enfermera sabrosa con malas noticias para el moreno. Sayuri escuchó la conversación y tampoco era capaz de creerla soltando un grito de disgusto aunque a decir verdad el tono de sus palabras sonaba más a burla.

Agsh... ya solo olvídate de todo esto-usando su brazo para taparse los ojos intentó pensar, la verdad es que no tenía muchas opciones y básicamente estaba obligado a trabajar o morir en el desierto. Sayuri pidió la hoja y Zeta la entregó, la cifra no era alta pero si cara para alguien que cobre el sueldo mínimo o como Zeta no tenga ni un Ryo encima
Hablo-Narro-Pienso
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Los minutos que siguieron al abrupto despertar del moreno se extendieron con una lentitud angustiante. Su furia inicial había teñido el ambiente de una tensión palpable, un peso que se sentía en cada rincón de la habitación. Mientras él se debatía en su marea de enojo provocada por mi presencia en la habitacion, la puerta se abrió para dar paso a una enfermera cuya actitud dejaba mucho que desear.

'¿Será que soy yo quien no tiene la capacidad de conectar con estas personas?', me preguntaba en silencio, mientras observaba la interacción desde mi rincón. Aquí estábamos, tres almas encerradas en un limitado espacio, y de alguna manera, yo me sentía como la más desprendida de todas. Era irónico cómo la cortesía y la introversión, que siempre consideré mis virtudes, parecían hacerme sentir aún más fuera de lugar en este ambiente cargado de emociones contrarias. Quizás, me decía, la palabra para describirme no era "educada" o "introvertida". Pero, ¿cuál sería entonces?. Era una duda que giraba y giraba en mi mente. 

Sin embargo, en medio de aquel caos emocional, algo inesperado comenzó a suceder. El joven de las rastas, que minutos antes lanzaba improperios como "mamaguebo" y "pelotas" con la facilidad con la que uno respira, empezaba a mostrar señales de apertura hacia mi. Pocas y escasas, pero era algo.

Tomé la hoja que Zeta me ofrecía, y en cuanto mis ojos recorrieron las cifras impresas en ese pedazo de papel, me di cuenta de que el monto era considerablemente elevado. Era el tipo de suma que haría que la gente común, aquellos de vidas sencillas y humildes, se replantearan sus decisiones. No quería parecer clasista ni insensible, pero la evidencia era ineludible: este muchacho no pertenecía a la elite de aquellos que viven sin las preocupaciones financieras de la mayoría.

Su ropa desgastada y la expresión de innegable fatiga en su rostro delataban una vida de dificultades y escasez. Era un joven de pocas oportunidades, uno de esos innumerables casos que sobreviven día a día en un mar de carencias. No era necesario juzgarlo; su situación hablaba por sí sola.

-No quiero que esto se interprete como un intento de comprar tu perdón-, declaré con firmeza, mientras mis ojos buscaban, en los suyos, el entendimiento que anhelaba. -Quizás pueda encargarme de este monto-, continué en un tono más suave, consciente del peso de mis palabras. -Después de todo, fui yo quien te causó esos moretones-. Hice una pausa, dejando que el eco de mi voz se asentara en el aire, observando cualquier cambio en su expresión que delatara sus pensamientos.

Nuestra situación era un enigma complejo, un rompecabezas cuyas piezas estaban empezando a encajar de manera inesperada. Ambos compartíamos una misión en los próximos días, la cual pareciamos haber cerrado hace unos instantes: encontrar al individuo que le vendió esos objetos defectuosos, si es que tal persona existía. Y más allá de eso, había un deseo latente de tener una revancha.

Mi oferta no era simplemente un acto de compensación, sino un intento genuino de forjar una alianza con alguien que podria serme de ayuda a futuro. Con un toque de ironía, añadí, quebrando el silencio con una media sonrisa: -De todos modos, no será tan gratis... ¿Qué tan bien se te da esto de devolver favores?- La sonrisa que esbocé tenía un matiz enigmático, una promesa velada de que había más en juego de lo que aparentaba.
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Ya que Sayuri quería ver el monto a pagar, Zeta le entregó el papel, la verdad es que no debió hacerlo, seguro la chica usaría aquella información para seguirse burlando de él y su triste pobreza combinada con mala suerte pero la verdad es que el negrito estaba tan obstinado de todo que no le dió mucha importancia a tal posibilidad.

Para sorpresa de Zeta las palabras que salieron de los labios de Sayuri no fueron de risa, al contrario, le estaba ofreciendo ayuda. Su excusa era que fue ella la causante de las heridas de Zeta y por ello se haría cargo. Zeta en ese momento se había quitado su brazo del rostro y se le había quedado mirando sorprendido aunque luego de acomodarse en la cama le lanzó una mirada juzgandola, si, ella tenia toda la culpa y debía pagar por ello pero también es verdad que mucha gente hubiera ignorado tal "deber" y lo hubieran dejado a su suerte.

Supongo... que debo agradecerte-y aún con ese pensamiento le era difícil hacerlo y tenía buenas razones pues en poco tiempo Sayuri demostró que no pagaría la cuenta así de simple, esperaba que Zeta le pagara algun dia el favor. Nuevamente el rostro del muchacho se arrugó de molestia, ya debía haberse esperado una jugarreta como esa ¿Pero que más hacía? ¿Trabajar? Capaz y pasaba varios días sin comer por andar pagando tal deuda... El camino fácil siempre se ve más prometedor.

Solo di que quieres de mi y cerremos el trato-tendió su mano y esperó a que Sayuri confesara sus planes ocultos para poder sellar el acuerdo y ella se fuera a pagar la cuenta médica.
Hablo-Narro-Pienso
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Última modificación: 21-06-2024, 03:25 AM por Sayuri.
-Sí, eso estaría bien, se supone que es lo que debe hacerse cuando te hacen un favor.- respondí con una mezcla de entusiasmo y alivio ante su comentario sobre si debía agradecerme el favor que le estaba prestando ese día. Después de todo, la cantidad que había que pagar para su recuperación era considerable, una cifra que un asalariado promedio difícilmente podía cubrir sin hacer algún que otro sacrificio. 'Bueno, en realidad, fui yo quien causó todo esto', me reprendí en silencio mientras repasaba los costos que tenía ante mí.  

-Pero bueno, fue culpa mía, así que no te preocupes. Ya tendrás la oportunidad de agradecérmelo cuando llegue el momento, siempre y cuando aceptes mi petición, por supuesto- añadí con una sonrisa que se extendía de oreja a oreja, claramente falsa, también apartando finalmente la vista del papel para concentrarme en su rostro. Quería ver cómo reaccionaba ante mi inesperada propuesta, anhelando descubrir en sus ojos alguna señal. Sentía que aquel instante definiría un nuevo rumbo, no solo para él, sino también para ambos. Sería posible que esta acción mía de ''gratitud'' pudiese darle un nuevo camino a este chico. ¿Estaba bien verme como su salvadora? Creo que me estoy pasando. 

Vi su mano extendida, lista para sellar nuestro precipitado acuerdo. -Verás...- comencé, sintiendo cómo cada palabra pesaba con la carga de la sinceridad, -no estoy aquí porque me guste combatir por el simple hecho de hacerlo, ni mucho menos por la idea de andar pagando cuentas de aquellos que resultan heridos por mis jutsus.-

Le devolví la carpeta, cuidando de que la hoja permaneciera intacta en su interior. Luego di un paso adelante, acortando la distancia entre nosotros. Necesitaba hacerlo, sentir que mis palabras no quedaban flotando en el vacío.

-Necesito ayuda.- Tragaba saliva, no era fácil confiar así de buenas a primeras en alguien, pero estaba segura de que estos pasos eran los que debía seguir dando si quería lograr algo. -Lo que tengo en mente no es algo que pueda lograr sola. Y créeme, cuando todo esto termine, seré yo quien te agradezca infinitamente por tu apoyo.- Elevé mi mirada, buscando la suya con anhelo. Necesitaba esa conexión. Mi petición era profundamente personal, casi íntima, y, aunque apenas había pasado unas horas desde que conocí al moreno, sentía en lo más profundo de mi ser que podía confiar en él.

-No daré más rodeos. Necesito que te infiltres conmigo en una prisión... o en varias, de hecho.-
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Zeta desvió su mirada, se encogió un poco de hombros y con los ojos entrecerrados y su boca aplastada demostraba que le disgustaba la idea de dar las gracias aunque básicamente estaba en el deber de hacerlo. Antes de poder resignarse, Sayuri habló y mencionó que no hacía falta aquella formalidad, era su culpa después de todo y la verdad es que estaba más interesada en que Zeta le devolviera el favor.

El negrito se acomodó en la cama con los brazos cruzados, su ceja levantada y su mirada en la chica demostraba que no entendía que clases de planes tenía para él pero recibió aquella carpeta de nuevo y la miró con un toque de amargura, lo sabía, sabía que tenía pocas opciones y tal vez la ayuda de aquella chica seria la más fácil.

Zeta le pidió que le dijera de una vez que quería de él y así cerrar el trato, no creyó que fuera algo tan complicado y capaz luego podía encontrar la forma de librarse de ella. La chica empezó a revelar un poco su situación, y a decir verdad Zeta ya se imaginaba eso, obviamente no tenía el rostro de alguien que le guste pelear y sus acciones hasta ahora demostraba que tampoco era alguien que acostumbrara a herir a otros.

Ella dio un paso y el negrito la miró curioso, parecía algo nerviosa ¿Que era aquello que le impedía decirle de una buena vez lo que necesitaba de él? La verdad era molesto que se tardara tanto. La ninja de Kirigakure necesitaba ayuda, pues había algo que no podía hacer sola y por alguna extraña razón estaba eligiendo a Zeta en vez de algún compañero de su aldea-Ya. Suelta la sopa, coño-Zeta se le quedó mirando con firmeza, era él el que estaba apunto de aceptar un trato que apenas y le convenía, no entendía por que la chica titubeaba tanto.

Por fin tomó coraje y le dijo lo que quería-¿Eh? ¿Y para que carajos quieres eso? La gente intenta salir de esos lugares, no entrar en ellos-con una mirada de desagrado Zeta negaba con la cabeza ante la petición de Sayuri, no entendía para nada su proposito y la verdad es que le estaba pidiendo mucho.

Mira, te debo un favor. Solo uno. Así que te puedo ayudar en tu locura una vez y después olvidaremos nuestros nombres de ser posible. ¿Entendido?-la chica le estaba pagando una deuda financiera y devolverle el favor con una misión que podría acabar en la carcel o muerto sonaba ya demasiado, ayudarla múltiples veces era avaricia de su parte.
Hablo-Narro-Pienso
pasiva
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Quizás era la desesperación la que me impulsaba a confiar en el moreno que tenía enfrente. Más allá de las pocas palabras que habíamos intercambiado y el modesto combate que habíamos librado anteriormente, nuestra historia conjunta se resumía en este momento de ahora: un punto en el cual el viento soplaba a mi favor, permitiéndome disponer de sus habilidades para mis propios fines. Tal vez era mi situación económica más acomodada lo que me otorgaba esta ventaja en nuestra relación.

No obstante, tenía claro que él podía negarse en cualquier momento, mandarme a "mamar guebo" como solía decir, y dejarme sola en mi camino. Al fin y al cabo, barrer el piso, lavar unos platos y doblar unas sábanas eran tareas mucho más sencillas que adentrarse en una prisión de alta seguridad, poniendo su vida en peligro por una chica de tierras lejanas que, para colmo, le había causado dos heridas de gravedad.

Debía de existir algún motivo oculto que lo llevara a aceptar un trato tan arriesgado, pero ese enigma permanecía fuera de mi alcance. Sus intenciones de cortar toda relación entre ambos una vez terminado nuestro pacto eran definitivas y, aunque me inquietaba, no tenía más opción que confiar en el precario lazo que nos unía en este momento de incertidumbre.

-Mi relación con...- Di una pausa, midiendo cada palabra. Sentía que me estaba abriendo demasiado a Zeta, pero si quería asegurar su favor, debía ser transparente sobre mis intenciones y lo que realmente buscaba. Le estaba encomendando una misión de altísimo riesgo, y la sinceridad era imprescindible si esperaba contar con su ayuda genuina. Me puse de pie, con firmeza, y aparté la vista del suelo para encontrarme con la suya. Sus ojos me observaban mientras negaba levemente con la cabeza, como si ya anticipara lo que estaba a punto de decir.

-Es posible que mis padres estén ahí dentro... y sí, planeo sacarlos. La historia completa es más larga, pero ese es el resumen directo. También es posible que no estén en ningún lado. Después de todo, el imperio no es conocido por su bondad hacia sus rivales. Pero necesito saberlo-. Mi voz, que al principio había sonado entrecortada y vacilante, se había tornado firme y decidida a medida que hablaba.

Observé a Zeta con la esperanza de que mi honestidad y la crudeza de mi situación le llegaran de alguna manera. Era una joven aún, marcada por las desgracias del pasado que me habían dejado huérfana, y esperaba que eso resonara en él. Tal vez, solo tal vez, podría sentir un atisbo de empatía por mí, y esa empatía sería suficiente para que nuestro frágil lazo se fortaleciera, aunque fuera por un breve momento en este mar de incertidumbre.

'Solo uno. Olvidar nuestros nombres...'. No negaré que esas palabras me resultaron crudas, casi ásperas, pero tal vez eso era lo mejor que podía sacar de esta situación. Quizás había llegado el momento de dejar de tensar el frágil y casi inexistente hilo que mantenía unida nuestra reciente relación.

-Solo una. Está bien, acepto-. Una leve sonrisa se dibujó en mi rostro, un pequeño gesto de aprobación mientras extendía mi mano hacia él, buscando sellar nuestro trato con un firme apretón.

-¿Pero, no íbamos a buscar a ese vendedor estafador del que hablaste?-. La broma salió de mis labios sin apenas pensarlo, una pequeña ráfaga de alivio en medio de la opresión que sentía en mi pecho.
Pasivas
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La chica de Kirigakure vacilaba entre decir la verdad o no, parecía que su situación era muy personal y claro, difícil de explicar y más si es a alguien que apenas conoces por circunstancias poco amistosas. Aún así, su necesidad de encontrar un nuevo aliado para lograr su objetivo la acorraló y con dificultad (al principio) logró explicarle a Zeta que era lo que quería hacer exactamente.

Entrar a una carcel ¿Para liberar a personas que no siquiera sabes si están ahí?-resopló por tal idea llena de ingenuidad-Enserio es una idea tonta-negó con la cabeza, era ridículo hacer algo tan arriesgado sin saber que la recompensa es segura-Pero...-se colocó su mano en la nuca y miró a los ojos de la chica que parecían rogar por si ayuda-Quizás yo encuentre a los míos-Zeta tal vez llevaba años sin preocuparse por el estado de sus padres, había aceptado la posibilidad de que hayan muerto o al menos encontrado una vida mejor lejos del Pais del rayo. Siendo huérfano desde que tiene memoria, pensar en la idea de verlos de nuevo a esta edad sonaba como un sueño de niños, pero... 

"Cuando uno camina por un lugar casual ¿Que más da visitar a aquellos que se encuentran en esa zona? Si ya estás ahí, solo hazlo" 

Con esas palabras del maestro Ashe en mente, aceptó el apretón de manos de la chica y escuchó su chiste-No sé dónde quede tu cárcel pero mi vendedor vive en el País del Té, si pasamos por ahí aprovechemos para darle una paliza
Hablo-Narro-Pienso
pasiva
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