Maestro alado [priv.Ukiso]
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En el corazón del frondoso bosque que rodeaba Konoha, me encontraba sumergido en una atmósfera de misterio y serenidad. Los árboles, con sus ramas entrelazadas, proyectaban sombras que teñían el suelo de una penumbra casi mágica. El canto melodioso de los pájaros llenaba el aire, creando una sinfonía natural que contrastaba con la turbulencia que agitaba mi mente.

Con decisión, desenvainé un kunai y, con un gesto preciso, realicé un pequeño corte en la palma de mi mano. Observé cómo las gotas de mi sangre caían al suelo, formando un pequeño charco carmesí. Estaba decidido a dominar el Kuchiyose no Jutsu, el Jutsu de Invocación, una técnica ancestral que permitía invocar a un animal con el que establecer un pacto.

Centré mi chakra en el lugar donde había caído mi sangre, tratando de moldear el sello necesario para completar la técnica. A pesar de mis múltiples intentos, mi concentración se veía interrumpida por la creciente frustración que comenzaba a nublar mi mente. Cada esfuerzo parecía en vano, y la sensación de fracaso me impulsaba a seguir intentándolo una y otra vez.

¡Vamos, sé que puedo hacerlo! ─murmuré con determinación, tratando de mantener viva la chispa de esperanza que aún ardía en mi interior.

La frustración se acumulaba como una tormenta en mi interior, y la impotencia de no poder dominar la técnica me llenaba de ira. El calor característico de mi piel, herencia del clan Pakura, se intensificaba con mi enfado, envolviendo mis manos en una ardiente energía que comenzaba a descontrolarse y a danzar en mis dedos como pequeñas llamas.

Sin poder contenerme más, un grito de frustración escapó de mis labios, y por un impulso irrefrenable, golpeé con fuerza el tronco de un árbol cercano. El contacto de mi puño ardiente con la corteza del árbol desencadenó un estallido de llamas que comenzaron a consumirlo con voracidad. El fuego se propagó con rapidez, devorando las hojas y las ramas secas que se encontraban a su paso, alimentándose de él.

El pánico se apoderó de mí al darme cuenta de la magnitud de lo que había desencadenado. ─ ¡No puede ser! ─exclamé con desesperación, observando con horror cómo el fuego se extendía rápidamente y se acercaba peligrosamente a los demás árboles. Las llamas se elevaban con fuerza, envolviendo el árbol y formando una columna de humo que ascendía en espiral hacia el cielo.

El miedo y la culpa me abrumaron mientras contemplaba lo que había provocado, buscando desesperadamente una forma de detener el avance del fuego. El bosque, que antes era un remanso de paz y tranquilidad, ahora se encontraba en peligro, amenazado por las llamas que se propagaban sin control y que consumirían todo a su paso.

¡Tengo que hacer algo! ─grité, pero la desesperación me paralizaba y no sabía cómo controlar el incendio que yo mismo había desatado. El corazón me latía con fuerza en el pecho, y la angustia me inundaba, mientras el fuego continuaba extendiéndose, amenazando con destruir todo a su paso.
Pasivas

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Las caminatas del chunnin dentro de la aldea no solían ser algo fuera de lo común, siempre había algún problema menor, como el de una abuela con algún problema, visitantes perdidos y cosas que en general no eran un gran problema en el aldea, pero aquel día el joven Tatsumaki, mientras estaba montando de su fiel invocación Yoru los dos presenciarían el comienzo de un incendio en formación en una de las tantas que existencia en Konoha. - Yoru encárgate del fuego yo me encargo de lo demás - exclamo Ukiso sin mayor expresión o acción alguna.

Aquella invocación alada de 5 metros de ancho y 3 de larga, luego de que el joven peliverde saltara hacia un tejado cercano Yoru con su increíble fuerza evocaría con sus alas una muy fuerte ráfaga de tal forma que apagaría que apagaría el fuego. -  quédate vigilando Yoru - diría Ukiso mientras iba a ver que había sucedido y en intento se encontraría con aquel joven pakura.

- ¿estas bien?, ¿que fue lo que paso? - dirías mientras miraba al genin, esperando alguna respuesta de este.
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El corazón me latía con fuerza en el pecho, y la angustia me inundaba mientras el fuego continuaba extendiéndose, amenazando con destruir todo a su paso. Cada segundo que pasaba me sentía más culpable y desesperado, incapaz de detener el desastre que yo mismo había provocado. Mis ojos se llenaron de lágrimas al pensar en el daño que estaba causando al bosque y a sus habitantes.

Un aleteo fuerte y decidido resonó, rompiendo el silencio opresivo. Acompañado de la voz firme de Ukiso, me sacó de mi ensimismamiento. Tras escuchar su pregunta, con un nudo en la garganta y todavía tembloroso por la situación, respondí─. Estaba intentando aprender el Kuchiyose no Jutsu, pero no lo conseguía. Me enfadé tanto que, sin querer, quemé un árbol. Lo siento muchísimo, no era mi intención...

Miré al enorme murciélago con una mezcla de admiración y respeto, impresionado por su poder y control. La majestuosidad de la criatura y la forma en que controlaba el fuego con una simple ráfaga de sus alas me dejaron completamente impresionado. ─. Es increíble cómo puedes controlar la situación con tanta facilidad ─ añadí, sintiendo vergüenza por mi falta de control y agradecimiento hacia aquel shinobi por haber intervenido de manera tan eficaz─. ¿Eso es un pacto de invocación?
Pasivas

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