Última modificación: 04-04-2024, 12:47 AM por Muphasa.
Voy a olvidarme de mí… Eso es lo que Muphasa se llego a repetir luego de llegar al entendimiento de que si quería lograr salvar a su hermano debería renunciar a su “egoista” aspiración, que de egoísta no tenía nada, la cual era continuar creciendo en su pequeño pueblo, junto a su familia y amistades, aprender de la profesión de su padre y volverse un shinobi médico… Pero la desgracia no demoro en llegar a la puerta de su hogar, trayendo consigo enfermedad, enfermedad que logró arrancar hasta el último y débil suspiro de vitalidad del pecho de su madre, a quien solo ahora mantiene viva en sus recuerdos, los mejores recuerdos, y no sólo a ella, sino que estaba arrastrando a su pequeño hermano también hacia aquellos paramos que una vez son cruzados, ya no hay formas de regresar.
La enfermedad de su hermano y la deteriorada moral de su padre quien se veía incapaz de seguir trabajando siquiera empujó a Muphasa a continuar creciendo más rápido de lo que le hubiera gustado, y esa apremiante enfermedad de su hermano, lo inundaba de miedos y a su vez, un ardiente fuego resplandeciente dentro suyo que lo impulsaba a llegar a la conclusión de que no lo dejaría morir, y para ello, sin lugar a dudas, debería renunciar a todo, olvidarse de sí…
El tiempo fue pasando y el no dudo jamás cual era su objetivo, y comprendía además, que no lo iba a poder lograr en su hogar, en algún momento y más antes que después, debería irse en busca de mayores conocimientos y un entrenamiento apropiado para lograr superar aquel velo de muerte que amenazaba con terminar de cubrir con desgracia a su familia… Su padre no lo toleraria otra vez, es lo que pensaba a menudo cuando se sumergía en lo profundo de su mente con estas cuestiones.
Por eso, llegado el día, preparado solo con lo esencial y útil, esa mañana había tomado la determinación de que era el momento de partir hacia donde creía, por haber aprendido en viejos libros y demás rumores, que creía seria el mejor punto de partida en esta cruzada en busca de la habilidad y conocimiento necesario para poder vencer aquella enfermedad y volver el tiempo atrás en el lento tic tac que poco a poco se acercaba al último soplido de vida de su hermano.
Muphasa nunca había salido de su pueblo, más allá de las afueras, y todo aquello más lejano, resultaba nuevo para él y aún lado de las preocupaciones que latian en su corazón todos los días, no había nada más emocionante para el que el poder saciar esa vigorosa curiosidad de aventurarse a conocer el mundo con sus propios ojos. Por eso con mente y corazón abierto, lleno de esperanza partió de su casa, sin dar aviso alguno, ya que sabía que su partida sólo podría haber amargado al padre, pero entendía aún así que si quería llegar a poder salvar a Kifira, su hermano menor, lo que estaba haciendo, era lo correcto y único que podía hacer….
En el camino no dejo de maravillado mirar los paisajes, caminos, vibrando de emoción y llenando de brillo sus ojos, mientras pintaba en su mente cada trazo que sus ojos veían, para no olvidar nada. Se sentía entusiasmado encontrándose totalmente a la deriva camino a Kirigakure, en la cual esperaba poder llegar y entrar, para poder comenzar a estudiar y trabajar en su hospital, sin perder ni un solo segundo. Aunque aún así, no se mantenía ajeno a las preocupaciones tales del viaje como si al llegar lo dejarían entrar. O si al entrar, luego sería incapaz de poder obtener el permiso para poder estudiar o aprender en su hospital…
A medio camino si de algo estaba seguro, era de que a pesar de todo, nada podría detenerlo del viaje que ahora comenzaba y no se permitiría volver hasta ser capaz de poder salvar a su familia… eso era lo que mantenía una leve sonrisa bastante camuflada, pero real, sobre su rostro mientras adelante, en el firmamento desde el horizonte podía ver como empezaba a asomar una imagen inconfundible… Kirigakure…
—Llegamos…— dijo una profunda y suave voz saliendo de sus labios luego de un suspiro en un tono tranquilo y relajado, mientras sus ojos se adaptaban a mirar en distancia aquella aldea que le esperaba por delante.
La enfermedad de su hermano y la deteriorada moral de su padre quien se veía incapaz de seguir trabajando siquiera empujó a Muphasa a continuar creciendo más rápido de lo que le hubiera gustado, y esa apremiante enfermedad de su hermano, lo inundaba de miedos y a su vez, un ardiente fuego resplandeciente dentro suyo que lo impulsaba a llegar a la conclusión de que no lo dejaría morir, y para ello, sin lugar a dudas, debería renunciar a todo, olvidarse de sí…
El tiempo fue pasando y el no dudo jamás cual era su objetivo, y comprendía además, que no lo iba a poder lograr en su hogar, en algún momento y más antes que después, debería irse en busca de mayores conocimientos y un entrenamiento apropiado para lograr superar aquel velo de muerte que amenazaba con terminar de cubrir con desgracia a su familia… Su padre no lo toleraria otra vez, es lo que pensaba a menudo cuando se sumergía en lo profundo de su mente con estas cuestiones.
Por eso, llegado el día, preparado solo con lo esencial y útil, esa mañana había tomado la determinación de que era el momento de partir hacia donde creía, por haber aprendido en viejos libros y demás rumores, que creía seria el mejor punto de partida en esta cruzada en busca de la habilidad y conocimiento necesario para poder vencer aquella enfermedad y volver el tiempo atrás en el lento tic tac que poco a poco se acercaba al último soplido de vida de su hermano.
Muphasa nunca había salido de su pueblo, más allá de las afueras, y todo aquello más lejano, resultaba nuevo para él y aún lado de las preocupaciones que latian en su corazón todos los días, no había nada más emocionante para el que el poder saciar esa vigorosa curiosidad de aventurarse a conocer el mundo con sus propios ojos. Por eso con mente y corazón abierto, lleno de esperanza partió de su casa, sin dar aviso alguno, ya que sabía que su partida sólo podría haber amargado al padre, pero entendía aún así que si quería llegar a poder salvar a Kifira, su hermano menor, lo que estaba haciendo, era lo correcto y único que podía hacer….
En el camino no dejo de maravillado mirar los paisajes, caminos, vibrando de emoción y llenando de brillo sus ojos, mientras pintaba en su mente cada trazo que sus ojos veían, para no olvidar nada. Se sentía entusiasmado encontrándose totalmente a la deriva camino a Kirigakure, en la cual esperaba poder llegar y entrar, para poder comenzar a estudiar y trabajar en su hospital, sin perder ni un solo segundo. Aunque aún así, no se mantenía ajeno a las preocupaciones tales del viaje como si al llegar lo dejarían entrar. O si al entrar, luego sería incapaz de poder obtener el permiso para poder estudiar o aprender en su hospital…
A medio camino si de algo estaba seguro, era de que a pesar de todo, nada podría detenerlo del viaje que ahora comenzaba y no se permitiría volver hasta ser capaz de poder salvar a su familia… eso era lo que mantenía una leve sonrisa bastante camuflada, pero real, sobre su rostro mientras adelante, en el firmamento desde el horizonte podía ver como empezaba a asomar una imagen inconfundible… Kirigakure…
—Llegamos…— dijo una profunda y suave voz saliendo de sus labios luego de un suspiro en un tono tranquilo y relajado, mientras sus ojos se adaptaban a mirar en distancia aquella aldea que le esperaba por delante.