Por norma general aquel chico de mirada carmesí no rehuía de unas cuantas gotas de lluvia inesperada. De hecho, y si somos minuciosos, podríamos decir que incluso podía llegar a disfrutar de aquel refrescar de la naturaleza. Aquel día, sin embargo, era diferente. Su familia había armado toda una especie de celebración por algún motivo que él, francamente, desconocía y debía llegar a tiempo. O, lo que es más; debía llegar impoluto. Al menos tanto como su descuidada y desaliñada personalidad se lo permitiese.
En horas anteriores había estado prestando servicio a algún destacamento para preparar a los ninjas novicios ante situaciones inesperadas. Los métodos de aquellos gobernantes que habían tomado el turno al bate eran un misterio para él, pero no se cuestionaba mucho seguirlos siempre que no requiriesen demasiada deshumanización.
Vestía entonces sus típicos ropajes de pieles silvestres, anchos y desgastados, el pelo recogido y acumulado en la coronilla con algunos mechones más rebeldes que otros escapando del agarre del nudo, y, probablemente, oliera terriblemente mal después de haberse empapado con la lluvia tras estar expuesto a esta por escasos minutos. Al encontrar refugio para evitarse peores destinos al volver a casa, y buscando tener tiempo suficiente para secarse, se recostó sobre la fría pared de uno de los edificios del área mientras maldecía para sus adentros, solo para verse, eventualmente, incordiado por un alma igual de desafortunada que la de él.
Un chico, un tanto más joven, había entrado al callejón y se disponía a jugar con rocas y charcos. El ojicarmesí esperó en silencio a distancia suficiente para no tener que interactuar, esperando que el otro se aburriese y se moviese de sitio, pero aquel desenlace no ocurría. En algún punto cuando la paciencia se colmó, hizo un típico sonido para aclararse la garganta y alzó la voz lo suficiente para anunciarse.
— Eh, trata de no salpicar. — Haciendo referencia a las rocas, los charcos y todo aquello. — Ya estoy lo suficientemente empapado como para apestar por varios días. — Agregó, con una minúscula carcajada al final. — Eso, o busca otro sitio. — Bromeó al final. Estaba genuinamente en una situación desagradable pero no por ello pretendía ser grosero. Después de todo, no tenía nada más interesante que hacer.