Un día aburrido. [Pasado]
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El joven Manabu se había despertado temprano. Eso no era muy normal en él, ya que no le gustaba madrugar bajo ningún tipo de concepto. De cualquier manera, ahí estaba, desayunando un par de piezas de fruta y un poco de leche, todo despeinado y vestido con una camiseta extremadamente grande y unos pantalones largos anchos. Su pelo despeinado y aún por la cara procuraba no entrar en la boca del muchacho mientras masticaba con la boca abierta aquella manzana que tanto le gustaba.

Tras terminar de desayunar, se aseó y vistió, para acto seguido salir a la calle para hacer los recados en su casa. No necesitaba mucho más que algún producto de limpieza y un par de cosas del supermercado. A pesar de que salía a hacer los recados, nunca le gustaba hacerlos, por lo que decidió tomar el camino más largo, tratando de encontrar a alguien con quien entretenerse o que le entretuviera. Normalmente solía encontrarse con algún amigo o compañero, así que esperaría correr aquella suerte también.

A pesar que hace unos minutos hacía un sol totalmente brillante y radiante, unas nubes interfirieron y casi de la nada, empezó a llover. Manabu, a quien le gustaba mojarse menos que un gato, salió corriendo en busca de cobijo, hasta toparse con un pequeño soportal que unía dos edificios. Aburrido, miraba como poco a poco se iba formando un charco. Eso si que era aburrido, ver la formación de un charco. El joven Hyuga agarró una piedra y la lanzó al charco. -Que día más aburrido se me presenta...- Dijo entre dientes mientras seguía viendo las gotas caer.
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Por norma general aquel chico de mirada carmesí no rehuía de unas cuantas gotas de lluvia inesperada. De hecho, y si somos minuciosos, podríamos decir que incluso podía llegar a disfrutar de aquel refrescar de la naturaleza. Aquel día, sin embargo, era diferente. Su familia había armado toda una especie de celebración por algún motivo que él, francamente, desconocía y debía llegar a tiempo. O, lo que es más; debía llegar impoluto. Al menos tanto como su descuidada y desaliñada personalidad se lo permitiese.

En horas anteriores había estado prestando servicio a algún destacamento para preparar a los ninjas novicios ante situaciones inesperadas. Los métodos de aquellos gobernantes que habían tomado el turno al bate eran un misterio para él, pero no se cuestionaba mucho seguirlos siempre que no requiriesen demasiada deshumanización.

Vestía entonces sus típicos ropajes de pieles silvestres, anchos y desgastados, el pelo recogido y acumulado en la coronilla con algunos mechones más rebeldes que otros escapando del agarre del nudo, y, probablemente, oliera terriblemente mal después de haberse empapado con la lluvia tras estar expuesto a esta por escasos minutos. Al encontrar refugio para evitarse peores destinos al volver a casa, y buscando tener tiempo suficiente para secarse, se recostó sobre la fría pared de uno de los edificios del área mientras maldecía para sus adentros, solo para verse, eventualmente, incordiado por un alma igual de desafortunada que la de él.

Un chico, un tanto más joven, había entrado al callejón y se disponía a jugar con rocas y charcos. El ojicarmesí esperó en silencio a distancia suficiente para no tener que interactuar, esperando que el otro se aburriese y se moviese de sitio, pero aquel desenlace no ocurría. En algún punto cuando la paciencia se colmó, hizo un típico sonido para aclararse la garganta y alzó la voz lo suficiente para anunciarse.

— Eh, trata de no salpicar. — Haciendo referencia a las rocas, los charcos y todo aquello. — Ya estoy lo suficientemente empapado como para apestar por varios días. — Agregó, con una minúscula carcajada al final. — Eso, o busca otro sitio. — Bromeó al final. Estaba genuinamente en una situación desagradable pero no por ello pretendía ser grosero. Después de todo, no tenía nada más interesante que hacer.
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El joven shinobi seguía jugueteando con las piedras y aquel charco, intentando no aburrirse, cuando de repente escuchó unos pasos tras de él. Miró hacia atrás disimuladamente, y con el rabillo del ojo. Vio a una persona que vestía con una ropa llena de pieles, lo cual le llamó la atención a Manabu. ¿Podría ser que llevara esa ropa porque había cazado los animales con sus manos y luego se había hecho esas pieles con ello? "Que guay sería que lo hubiera cazado todo con sus manos. Quizás deba preguntarle. Aunque quizás es de mala educación. ¿Debería hacerlo, o debería callarme?" 

Aún sumido en sus pensamientos, aquel tipo le habló, y el joven shinobi le miró, para darse cuenta que lo conocía de vista del clan, pero que era un Hyuga bastante raro, ya que tenía los ojos rojos. Manabu le dedicó una sonrisa, para acto seguido responderle. -Está lloviendo por mi culpa. He tirado una piedra tan grande que ha salpicado y ahora llueve en toda la aldea.- Dijo de broma. Se irguió y se dirigió a donde estaba el Hyuga "raro", para observarlo mejor. -Soy Manabu, Manabu Hyuga. Encantado.- Dijo el chico mientras hacía una leve reverencia.

Si antes estaba curioso por sus ropas, ahora lo estaba por sus ojos y el porque de aquel color siendo un Hyuga. Tras la reverencia, dió un leve paso hacia atrás, y lo miró, esperando una presentación por su parte.
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No bastó mucho más que aquellas palabras para ganarse la atención de quien se declaraba culpable ante aquella catástrofe climática. El ojicarmesí frunció el ceño mientras dibujaba una media sonrisa ante la osadía del otro que, aún sabiendo la molestia que aquella luvia causaba en él, anunciaba su implicación a los cuatro vientos. Instantes más tarde, cuando el contrario se presentaba, dejó huir aquella expresión junto con la broma breve, y enfocó más fervientemente los rasgos del chico en la medida que el clan Hyuga era mencionado.

— ¡Ah! Si, si. Te he visto por ahí. — Dijo, mientras volvía a dibujar una sonrisa -esta vez completa- genuina. No acostumbraba a rozarse con gente de la aldea y mucho menos con miembros del mismo clan que él. De hecho, y por lo general, prefería no mencionar que una sangre medianamente especial recorría por sus venas. Y sus ojos le valían para, al menos, pasar desapercibido por esa parte.

No era el caso de Manabu, quien lucía y mostraba ojos con tonalidades más cercanas a las del clan. «Pobre de él…» fue lo que pensó Isshin. De cualquier forma, se sacudió -metafóricamente- cualquier pensamiento innecesario y con la sonrisa aún dibujada en el rostro anunció. — Mi nombre es Isshin, a secas. Casi Hyuga, eso sí. — Cambiando la sonrisa por un semblante un poco más serio durante las últimas palabras. El otro, probablemente, le había visto interactuando con miembros del clan y quizá incluso conociese a alguno de sus familiares, pero de ahí a tener que explicar su calidad de mestizo había un trecho.

— Entonces, Manabu Hyuga, ¿Esta lluvia es obra tuya? — Retomó aquella broma que el chico había iniciado. Lo que sea que pudiese usar para que el tiempo pasase más rápido y la lluvia desapareciese iba a ser útil.
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Sonrió ampliamente de manera cortés cuando escuchó que lo había visto por algún lado en la aldea. Claro que se habían visto, eran Hyuga, y entre todos ellos se conocían (en este caso de vista) por algunos eventos o porque simplemente casi todos los del clan vivían por la misma zona. -¡Claro que sí! Estoy en todas partes. ¡Shajajajajajaja!- Dijo, respondiendo a su primer comentario. 

Cuando escuchó su nombre y lo de "casi Hyuga", el chico alzó las cejas sorprendido, para acto seguido bajarlas y fruncir el ceño, intentando descifrar aquello del "casi Hyuga". -¿Como que "casi Hyuga"? ¿Que quiere decir "casi Hyuga"? ¿Es así como nos llaman a los que no hemos despertado el Byakugan?- Preguntó, ladeando levemente su cabeza hacia la derecha. -¡Porque nosotros somos igual de Hyuga que el resto! ¡JA! Se creen que somos menos por no despertar a tiempo los ojos, pero no saben que mis ojos están aún dormidos porque van a ser los mejores de todos.- Dijo, casi enrabietado como un niño pequeño, cruzándose de brazos y girando la cabeza completamente.

Luego, volvió a mirar a Isshin y le agarró de ambos brazos. -¡Pero escúchame, Isshin! ¡Que nadie te diga que eres menos Hyuga por no tener el Byakugan despierto! Vamos a demostrarle al mundo que somos mejores que todos ellos. ¡¿Verdad que sí?!- A medida que hablaba, se le dibujaba una sonrisa llena de seguridad en su rostro, para darse cuenta que se había emocionado demasiado. Lo soltó y dió otro paso hacia atrás. -Perdona, Isshin. Me dejo llevar por mis emociones a veces, y no debería haberte agarrado de los brazos.- Dijo. -¡Pero mantengo lo que te he dicho!- Dijo, levantando el dedo índice de su mano derecha.

Intentando cambiar de tema, Isshin le siguió la broma de que Manabu había sido el causante de aquella lluvia. -Pues claro que sí. Mira mis músculos.- Y tras decir aquello, se remangó la manga derecha de la chaqueta para enseñar su biceps, flaco y fino, pero totalmente definido. -¿A que podría levantar una piedra tan grande que pudiera causar tal lluvia si cae sobre un lago o mar? ¿A que sí?- Preguntó de broma, esperando que el Hyuga de ojos rojos se riera.
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La elección de palabras no era lo suyo a veces, y su consciencia lo martirizaba cada vez que él mismo se metía en enredos verbales innecesarios. Era tan sencillo como inventar alguna historia que incluyese lentillas o cualquier cosa distinta antes que aquello del “medio-Hyuga”. Pero ya la suerte estaba echada, y mientras el otro lanzaba al aire palabras de aliento y zarandeaba al ojicarmesí desde los brazos, no pudo sino aceptar su suerte y tener que seguir con la historia hasta el final. ¿Por qué no decir la verdad directamente? Porque no era tan divertido, a decir verdad.

Una vez el otro le dejó ir del agarre, soltó un actuado y exagerado suspiro. — Ojalá tener esa seguridad que tienes, la verdad. — Con expresión derrotada y ojos cerrados, actuó como pudo para parecer convincente. — La vida de nosotros los “sin talento” es dura. Todo se trata de esfuerzo tras esfuerzo… — Aquel comentario iba en broma, si, aunque muy en el fondo él sí se considerase alguien “sin talento”. La diferencia, claro, era que no se quejaba por ello y simplemente se esforzaba el doble.

— ¿Desde cuando eres un ninja? Ya te has graduado, ¿no? — Preguntó, cuando el otro se arremangaba la camiseta para hacer una demostración extraña de físico. — Porque asumo que con tal fuerza y habilidad has de ser la estrella de tu generación. — Agregó a la broma mientras rebuscaba entre sus ropajes algo en particular.

— ¿Algun truco en tu arsenal que pueda detener la lluvia? Quizás puedas lanzarle piedras a las nubes hasta espantarlas. — Preguntaría, sin dejar de buscar entre sus bolsillos, y elevaba la mirada al poco cielo que se podía ver desde su posición.
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El chiquillo observó como el "casi Hyuga" suspiraba. ¿Quizás era de alivio al escuchar como alguien cómo él le apoyaba y le comprendía? -Cualquiera puede tener seguridad en uno mismo. Simplemente te tiene que importar absolutamente nada lo que digan de tí. ¡Shajajajajajaja!- Dijo Manabu. -¡Pero eso es lo más divertido! La satisfacción más grande es cuando supero con todo mi esfuerzo y mi "nula habilidad" a aquellos que lo tienen todo.- Comenzó contestando. -No sabes lo que me motivan para ser más fuerte.- Ni se había dado cuenta que había cerrado la mano en un puño y hablaba con una sonrisa llena de ganas y confianza. -¿Y a tí? ¿Que es lo que te motiva?-

-Pues soy un ninja desde hace apenas dos semanas.- Contestó, poniendo pose de super-héroe, colocando sus dos puños a ambos lados de la cadera. -No te creas que soy la estrella. Hay muchos otros estudiantes que fueron mejor que yo. Pero no me importa. Hay que mantenerse humildes.- Luego le miró a los ojos y le dedicó otra sonrisa. -¿Y tú? ¿Tu eres ninja?- Le miró de arriba a abajo. Sinceramente, no parecía un ninja, pero sí que parecía un guerrero imbatible. 

-No te creas. Sólo esperar a que deje de llover. Quizás son minutos, o quizás son horas. Depende de lo lleno que estuviera el lago.- Dijo Manabu, siguiendo la broma. -¿Cuántos años tienes, Isshin?- Preguntó el chiquillo mientras le miraba a aquellos rojos ojos. -No pareces mucho más mayor que yo. Yo tengo quince.- Dijo, sin que nadie le preguntara.
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El Hyuga ojicarmesí estaba acostumbrado a lidiar con todo tipo de personas y, francamente, no había un arquetipo -aún- que le resultase especialmente difícil de tratar. Sin embargo, y como mención honorífica, las personas excesivamente energéticas le parecían un completo misterio. Como antítesis de su forma de ser calmada y controlada, el chico que tenía en frente no dejaba de carcajearse y empujar el buen ánimo a su alrededor.

— La energía de la juventud, ¿Eh? — Comentaría Isshin de manera irónica en algún punto, más para sí mismo que para interrumpir al otro. Al momento preciso, sin embargo, sí respondería a sus interrogantes. — ¿Motivarme? Veamos… — Pensó por un segundo en lo que dejaba que la expectativa se acumulase. — No morir de hambre, quizás. — Diría mientras elevaba la mirada a modo de buscar ideas. — Ser más fuerte es el camino sencillo para conseguir cosas en este mundo, me parece a mí. — Aquello estaba tintado con medias verdades, pues no iba a soltar toda su manera de ver la vida ante un completo desconocido.

— Tengo 18. Y sí, soy un ninja hecho y derecho. Con lo bueno y lo malo. — Al confesar dejaría escapar un suspiro de resignación. — Aunque debo admitir que se me da bastante bien, preferiría un montón de profesiones antes que tener que andar de aquí para allá siendo máquinas de matar. — Terminaría.

Entre el viento, el sonido de la lluvia y algún que otro eventual trueno retumbando las paredes del edificio bajo el que se refugiaban los dos, la escena resultaba plácida. Al final, y tumbado en el muro, se resignó a que probablemente tuviese una montaña de problemas y quejas al volver a casa. No habría excusa que valiese.

— ¿Tienes aspiraciones, Manabu? ¿Razones para recorrer este camino? — Preguntó, por pura curiosidad y ganas de dejar que el tiempo pasase mientras su único deber fuese escuchar. En otro instante, cuando la conversación le regalase otro silencio, anunciaría alejado del tema en discusión. — Deberíamos entrenar en algún momento entre misiones. Suelo entrenar con mis hermanos pequeños y no me molestaría un cambio de aires. — Al terminar, quedaría expectante al comentario del contrario.
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