[Reclutamiento] - Cuarteles en la Playa
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Un bote a la deriva y una joven con un cartel de auxilio escrito en un retazo de madera, el mar se veía apacible, era difícil de ver, y más para ese barco que poco a poco se aproximaba a su paradero. Unos marinos se prestaron al rescate, subiendo a la borda a quien parecía ser una joven mujer de pelo azulado. No tardaron en reconocerla, era toda una mujer, bien reconocida y con la mirada perdida, era Hozuki Nao.

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Los marinos no dudaron en atarla a una silla, privarla de comidas y agua y llamaron a su capitán a bordo, este, sin mayores preámbulos se acercó a ella con una mirada desafiante, era un joven marino, pero había sido reconocido por su habilidad en combate. Portaba las insignias del imperio, era un verdadero soldado de Kirigakure, se acercó a la mujer y dijo con voz altanera – vaya vaya, así que la famosa Nao se encuentra en mi barco, ¿eh camaradas? – dijo, burlándose y extendiendo sus brazos mientras se erguía y miraba para atrás, un sonido sordo se escuchaba en el barco, algunos movimientos, pero nada importante, varios se rieron en ese entonces – y dime preciosa, ¿qué te trae por aquí? – le dijo, apoyando su pie en el borde de la silla y acercando su rostro al de ella – a… agua... agua… por favor… - dijo la rebelde, mientras tosía y gemía. El capitán de la fragata sonrió, retrocedió un paso y, tras chasquear los dedos, uno de sus soldados vertió una cubeta de agua fría sobre la Hozuki, tras recibir la cubeta, esta movió el rostro de lado a lado, secándose del agua salada que le habían vertido y dijo, con un tono para nada fatigado, mientras los sonidos de golpes cada vez eran más cercanos, dijo con un tono molesto – esa agua no, idiota, cuando alguien te ruega por agua es para que le des un vaso de agua y se lo arrojes en la cara, ¿Qué aún no se lo enseñan al señorito? – su tono burlesco y su mueca en el rostro enervación al joven imperial, este de un movimiento rápido volvió a posar su pie sobre la silla, esta vez entre las piernas de la Hozuki y, con total rapidez, él puso el filo de su katana en el cuello de la mujer – insúltame una vez más y tus días de reb… - un escupitajo en su cara – tú lo pediste – diría, deslizando el filo de su katana por el cuello de Nao, pero esta, lejos de morir, simplemente hizo una mímica de moribunda muy mal fingida y entre risas decía – oh no, me estoy muriendo – moviendo sus manos en un exagerado ademan, mientras que se paraba de la silla y, con un movimiento rápido, arrojaba al imperial al suelo, posándose sobre este y amenazándolo con su propia espada tras un rápido movimiento. Su cuerpo estaba volviendo a materializarse, se había convertido en agua para esta hazaña, y con un simple desliz, acabo con la vida de aquel imperial – sayonara – dijo, mientras la ironía y el desconsuelo de ese capitán que, al caer, esperanzado de ver como su tropa intentaría hacer algo, solo pudo ver que era el último de sus hombres en cubierta que había logrado sobrevivir a ese ataque sorpresa.

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Quince minutos después, Hozuki Nao se encontraba llegando a las orillas de la playa, tras levantar el brazo y alzar la voz, esta diría – oookkaaaay chicos ya pueden cortar la niebla – sus palabras fueron una orden directa, algo irrespetuosa tal vez, pero muy eficaz, pues la niebla se disipaba en toda el área y el sol, ese brillante sol, empezó a bañar aquella hermosa playa que ocultaba una base rebelde improvisada. Aquel barco, inusualmente lejos de su lugar de origen, se encontraba apenas a apenas 100 metros hacia el mar, se notaba que su curso había sido adulterado. Aun se escuchaba el sonido de la batalla en el barco, pero eso no le interesaba a Nao, ella solo quería volver a recostarse en su silla de playa, tomar su vaso de wiski recién servido y relajarse un poco… claro, si no fuese por la interrupción de su asistente, quien con la mayor de las etiquetas y protocolo militar se aproximaría a su costado derecho para informarle mientras hacia una reverencia – Nao-dono, ha llegado un grupo de aspirantes a rebeldes, son 4 jóvenes de Kirigakure – diría respetuosamente – aaah… que molestia… diles que vengan, ya que… - decía, mientras bebía de su wiski y aquel barco, ahora en llamas, explotaba parte de la cabina.

El campamento era un montón de tiendas ubicadas de manera algo desordenada, había rebeldes preparando sus armas, un campamento medico donde atendian a unos pocos ninjas y civiles que se encontraban mal de salud, pero sorprendentemente, no había ningún herido entre ellos. No tenían un lugar especifico para guardar rehenes, de hecho, tenían una especie de jaula improvisada de madera donde, al interior, se guardaba personal con traje imperial, presumiblemente gente del mismo barco que acababan de asaltar. En medio de todo el caos y observando la destrucción de aquel barco, Hozuki Nao se veía tranquila y feliz, aguardando por los nuevos reclutas de esta hermosa rebelión.

OFF
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Última modificación: 28-03-2024, 02:31 AM por Sayuri.
Ambiente
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Desde el instante en que mis pies cruzaron el umbral de la academia de Kirigakure, el propósito que había tejido para mi existencia se delineó con una claridad inquebrantable. No era solo el deseo de forjar una fortaleza inamovible en mi ser para, en un futuro, ser capaz de instigar un cambio radical desde las entrañas mismas del sistema. Más allá de esa ambición, ardía en mí una necesidad visceral de desentrañar el misterio que había ensombrecido mi vida: el paradero de mis padres. Vivos o muertos, era imperativo descubrir qué les había acontecido. Sí, me había integrado a las filas de un régimen que desplegaba su vasto poder económico y militar con una determinación férrea, asegurándose de que ni el más mínimo desvío perturbara el orden meticulosamente establecido. Sin embargo, la sombra de las atrocidades cometidas bajo este mandato se extendía larga y oscura, manchando tanto el pasado como el presente. A lo largo de mi servicio, me había encontrado, en más de una ocasión, siendo testigo de actos despiadados perpetrados por sus funcionarios contra aquellos que osaban desafiar sus ideales o, incluso, aquellos que se desviaban ligeramente del camino dictado por el Imperio Boshuku.

Con cada día que transcurría en este lugar, mi convicción se fortalecía. No había lealtad en mi corazón hacia aquellos que gobernaban con mano de hierro, hacia aquellos que no dudaban en aplastar cualquier atisbo de disidencia con una crueldad implacable. Mi espíritu se rebelaba contra la idea de servir a un sistema tan despiadado. En lo más profundo de mi ser, sabía que, cuando se presentara la oportunidad, estaría lista para asestar el golpe decisivo. No por venganza, sino por justicia. Por un futuro en el que las sombras del pasado no determinaran el destino de nadie más. Por la verdad sobre mis padres, y por todos aquellos que, como yo, anhelaban un cambio. La llama de la rebelión ardía en mi interior, guiándome hacia el día en que finalmente podría actuar.

A pesar de las adversidades y las presiones que me rodeaban, aún lograba mantener mi compostura y la firmeza en los ideales que, en tiempos pasados, mis padres me habían inculcado con amor y determinación. Me enseñaron que debía ser una más entre la gente, solidarizarme con los de abajo, y resistir con todas mis fuerzas la tentación de dejarme seducir por aquellos en el poder, para no convertirme en un peón más en su juego de dominación.

Durante años, mi voz se mantuvo en un silencio estratégico. Y aún ahora, continuaba en ese estado de cautela perpetua. Cada paso que daba, cada palabra que pronunciaba, estaba medido con una precisión quirúrgica. Nada se dejaba al azar; todo era extremadamente calculado para evitar cualquier atisbo de sospecha que pudiera recaer sobre mí. Vivía en un constante juego de ajedrez mental, anticipando movimientos y contramovimientos, siempre con el objetivo de permanecer invisible a los ojos de aquellos que buscarían usar mis acciones en mi contra.


Ambiente
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Después de años de arduo estudio, de fortalecer mi cuerpo y mente, de dominar una amplia gama de jutsus y estrategias de combate e infiltración, parecía que finalmente mis esfuerzos estaban dando frutos. Era plenamente consciente de la existencia de células rebeldes diseminadas a lo largo y ancho del continente, aunque unirse a ellas representaba un desafío monumental. Estas células debían permanecer en constante movimiento para evadir la vigilancia de las fuerzas de Kirigakure, que inspeccionaban incansablemente cada rincón de las islas en busca de aquellos que osaban desafiar la opresiva y supuesta paz impuesta por el tiránico gobierno.

Allí estaba yo, de pie, junto a otras tres almas cuyas edades parecían resonar con la mía. Algunos quizás fueran un poco mayores, otros un poco menores, pero indudablemente compartíamos el mismo espíritu de rebeldía. Se nos había convocado con la promesa de integrarnos a las filas de una de estas células rebeldes, o al menos eso fue lo que se me había informado antes de mi arribo a esta isla occidental. A mi llegada, fui recibida por un grupo ciertamente peculiar de individuos, lo cual no era sorprendente considerando que debían operar con cautela y desde las sombras, lejos del esplendor y la riqueza del Imperio Boshuku. 'Será una lucha ardua y prolongada', pensé, mientras los miembros de lo que se suponía era la célula rebelde me examinaban meticulosamente, al igual que a mis compañeros.

¿Pero podía realmente confiar en estas personas? No estaba segura, pero lo que sí sabía era que no podía permanecer inactiva, esperando ser el próximo hilo suelto que el imperio decidiera cortar en su meticulosamente tejida red de control.

Nos hicieron caminar extensamente por la isla, sin lograr ver mucho más allá debido a la densa niebla que saturaba el ambiente. Era, por supuesto, el famoso jutsu de Kirigakure, esa niebla perpetua a la que ya me había acostumbrado. 

En un instante, el guía que nos lideraba se detuvo abruptamente, y pude observar cómo la densa niebla que nos envolvía comenzaba a disiparse lentamente. Ya intuíamos que nos acercábamos a nuestro destino, pues los sonidos del entorno se hacían cada vez más claros y distintivos. El murmullo constante de las olas rompiendo contra la orilla de una playa se mezclaba con lo que parecía ser el bullicio de un campamento: voces diversas, el eco de actividades y gritos que se entrelazaban en el aire. Sin embargo, lo que realmente capturó mi atención fue un sonido más alarmante en la distancia, el estruendo de lo que parecía ser un combate, seguido por una explosión que resonó a través del paisaje, enviando un escalofrío por mi espina dorsal.

-¡Bienvenidos a Playa Concha Negra!- anunció nuestro guía con un tono que intentaba ser acogedor, justo cuando el velo de niebla se levantaba por completo, revelando el panorama que nos rodeaba. Y sí, ante nosotros se extendía un campamento, pero mi mirada fue atraída de inmediato hacia un imponente buque situado mar adentro, el epicentro de todo el tumulto. 'Están manos a la obra, eso me gusta', pensé para mí, sintiendo una mezcla de anticipación y nerviosismo mientras seguía las instrucciones de nuestro guía. Nos condujo, uno tras otro, hacia una tienda de campaña que sobresalía por su tamaño en comparación con las demás. -Es la señora Nao, comportense y no les pasara nada- Reia entre medias el sujeto.

Frente a la entrada, una mujer se encontraba sentada, con un vaso de alguna bebida refrescante a su lado, absorta en la contemplación del horizonte donde se desarrollaba la acción más intrigante. Su presencia imponía una sensación de calma y autoridad, contrastando con el caos que se desataba más allá en el mar. Era evidente que ella era alguien de importancia dentro de este enclave de resistencia, y mientras me acercaba, no podía evitar preguntarme qué papel jugaría yo en este escenario lleno de incertidumbres y desafíos.
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La Concha Negra era una playa que, aunque en cierta época fue turística y con un pueblo rico en artesanías y la buena comida, hoy en día yacía en la pobreza y la destrucción, ya nadie vivía en este lugar excepto un par de lugareños que fueron evacuados previamente por los rebeldes, era una buena base de operaciones para quienes podían hacerse del lugar… o al menos, era una base decente.

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Hozuki Nao se encontraba sonriente, con esa sonrisa macabra de oreja a oreja observando la destrucción que se daba frente a ella, celebrando con su copa de wiski la destrucción de una fragata imperial y la obtención de recursos robados – se me ocurrió que la próxima vez capturaremos una de esas fragatas, podríamos llenarla de explosivos y mandarla a puertos imperiales, luego la dejamos a la deriva y, cuando algún incauto la revise, boom – dijo, mientras el fuego de las explosiones se reflejaban en sus lentes – su asistente o segunda al mando simplemente se limitaría a bajar la cabeza en correcta postura y decir a su superior – eso sería considerado terrorismo, aunque no es distinto de lo que hacemos, quien ingrese al barco podría bien ser un civil o un simpatizante rebelde – diría, para continuar – los aspirantes llegaron, debería atenderlos, Nao-dono – fueron sus palabras, mientras retrocedía unos pasos y se encargaba del papeleo.

Con una mirada despectiva y borrando toda risa de su rostro, Nao observo a los reclutas, eran jóvenes, escuálidos, una muchacha de fea cara entre medio, se notaba que eran una sarta de pendejos. No sabía bien porque siempre le llegaban esta clase de niños a enlistarse, pero no le importaba mucho.

En la mente de uno de los jóvenes, al ver a Nao, solo pasaron imágenes de sus padres, una vida sin remordimientos junto a ellos, despidiéndose de su padre por las mañanas y recibiéndolo en las noches, una escena familiar cotidiana, hasta que el padre empezaba a salir más a menudo y por intervalos más grandes, era una escena enriquecedora, el joven niño siempre aguardaba con su traje de marinerito, su madre con un embarazo de 7 meses le observaba desde una mecedora, era una escena familiar hermosa, pero el vidrio roto de esa foto se ensuciaba de sangre, pues aquel hombre nunca más pudo regresar… una carta entregada a su madre y unas condolencias tras un día lluvioso, nadie se preocupó de aquel niño, todos guiaban su atención a su madre, desconsolada y enviudada…

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Otras personas revelaban tras sus ojos historias similares, todos tenían una razón para estar aquí, pero ese niño era diferente… Nao se paró de su silla de playa, bebió un sorbo grande de su wiski, arrojo el vaso vacío a un lado sin importar que el vidrio se rompiese en mil pedazos y dijo, mientras que con su otra mano se hurgaba algo de cera en el oído – okay… niños… tsk, pinta de soldados no tienen… y tú eres la peor – dijo, señalando a Sayuri – te ves escuálida y frágil, no pareces una guerrera – diría, acercándose y arrojando un manojo de cera a los pies. Su paso era soso, un bostezo apagado con el dorso de su mano y sus dedos rascando la parte superior de su muslo, parecía simplemente que tenía sueño y no quería trabajar.

Ok… díganme – diría entonces, mientras que la mano que uso para bostezar ahora la examinaba de lado a lado, bajando totalmente la guardia – ¿qué es lo que los trae por aquí? – aquel niño de una familia destrozada por la guerra simplemente no aguantaría más, sacaría un kunai de entre su manga y se abalanzaría en contra de Nao, mientras gritaba a viva voz – POR EL IMPERIO – pero lejos de ser una amenaza, Nao lo golpearía con el dorso de su mano y lo mandaría a volar unos cuantos metros – díganme, ¿Por qué quieren servir a la rebelión? Cuál es su historia, niños. Quiero saberlo.

La conmoción generada por un infiltrado imperial duró poco, algunos soldados se pararon sorprendidos, pero al ver que el niño yacía inconsciente en el suelo, simplemente se relajaron, algunos volvieron a sus asuntos, otros a descansar, un par tomo al niño y lo llevo en dirección a las jaulas improvisadas donde encarcelaban a los imperiales.
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OST

La silueta de Nao emergía entre las sombras, encarnando con sorprendente precisión la figura que uno podría imaginar al pensar en un reclutador de la resistencia, aquellos valientes almas que desafían día tras día el yugo opresor del imperio. Sin embargo, lejos de la estampa heroica que tales guerreros suelen evocar en las leyendas y los cantares, Nao se desmarcaba de cualquier idealización. Su presencia no inspiraba admiración ni desprendía aquel aura de valentía inquebrantable que se esperaría de alguien en su posición. De hecho, su andar, carente de cualquier atisbo de entusiasmo, casi sugería una reluctancia a estar allí, como si cada paso hacia nosotros, los potenciales nuevos miembros de la resistencia, le costara un esfuerzo sobrehumano.

'Bueno... este será mi comienzo, supongo', murmuraba en el silencio de mi mente, mientras mis pasos me llevaban hacia lo que había imaginado como un nuevo capítulo en mi vida. Durante el trayecto, mi corazón latía con la emoción de unirse a un colectivo con el valor y la determinación de enfrentarse a los opresores, de ser parte de algo más grande que yo misma. Sin embargo, la presencia de esta mujer, con cada paso que daba hacia mí, parecía drenar poco a poco esa chispa de entusiasmo que había alimentado mi viaje hasta aquí. Pero sabía que debía superar cualquier obstáculo que se presentara, sin detenerme a contemplar los pequeños detalles que pudieran desviarme de mi camino. 'No veo la necesidad de quebrar un vaso de cristal', me repetía mientras veia los cristales desperdigados en la arena, intentando ahuyentar los pensamientos negativos que fluían hacia ella como un río turbulento.

'Pasa de ella, pasa de ella', me susurraba a mí misma en el rincón más recóndito de mi mente, repitiendo el mantra una y otra vez, como un escudo contra su comentario despectivo hacia mi persona. El gesto de ella rascándose el oído y desechando lo que hubiera extraído de allí, en principio, no capturó mi atención; sin embargo, con el tiempo, empecé a pensar que quizás debería haberle prestado más importancia. Pero mi enfoque estaba tan fijado en la determinación de no dejar que sus palabras me afectaran, que simplemente lo dejé pasar.

Con un movimiento ágil, retrocedí mi pie para evitar que la desagradable sustancia me manchara, y luego, con un gesto casi ceremonial, lo cubrí esparciendo algo de arena sobre él. Era un acto simbólico, como si con ello pudiera enterrar su falta de respeto y seguir adelante.

-En Kirigakure forman soldados de todo tipo, deberías saberlo...-, le respondí sin titubear, mi voz firme y segura. Mi réplica no solo era una defensa ante su ataque verbal, sino también un recordatorio de la diversidad y la fortaleza que caracterizan a los guerreros de mi tierra. En Kirigakure, la aldea oculta entre la niebla, se forjan almas resilientes, capaces de enfrentar cualquier adversidad sin perder la compostura.

La secuencia de eventos que se desplegó ante mis ojos logró, por un momento, arrancarme de los oscuros pensamientos que albergaba hacia la mujer. Un giro inesperado en la trama de aquel día se reveló cuando uno de los jóvenes aspirantes a ser reclutado, con un movimiento ágil y decidido, extrajo un filo oculto entre sus ropas. La determinación en su mirada era inequívoca; estaba dispuesto a atacar a la mujer que se encontraba frente a nosotros. Su voz, cargada de fervor y desafío, resonó en el aire mientras proclamaba su fuerte firmeza como un miembro del imperio. Era evidente que estábamos ante un infiltrado, un joven reclutado por las sombras para sembrar el caos.

'Los reclutan tan jóvenes... una escoria, esa gente', no pude evitar pensar, sintiendo un amargo sabor en la boca, y quizas esto se notaria en mi rostro. Aquella escena me transportó de vuelta a mis días de entrenamiento en la academia, un lugar diseñado con el único propósito de moldearnos en soldados al servicio de la tiranía que gobernaba con puño de hierro nuestro mundo, pero por pura fuerza de voluntad me habia abstraido de ello. 

Fue entonces cuando Nao, con una destreza y fuerza que solo podían provenir de años de entrenamiento, asestó un golpe contundente al joven. El impacto fue tal, que el chico salió despedido, aterrizando a una distancia considerable. La eficacia y rapidez con la que Nao había neutralizado la amenaza era un testimonio de su habilidad y, a su vez, un recordatorio sombrío de la realidad en la que vivíamos.

-Es preocupante que hayan logrado llegar hasta aquí- reflexioné en voz alta, mientras observaba cómo la tensión del momento se disipaba sin escalar a mayores.

-Durante meses, he sido testigo de cómo la sombra de la opresión se cierne sobre los inocentes ciudadanos de nuestra ciudad, y me temo, de nuestro país entero.-Decia, con mi mirada fija en el joven que habia actuado antes, incluso algo de asco se apreciaria en mi rostro con solo mirarle. Mis ojos volvian a los de Nao. -Me resulta incomprensible, y francamente decepcionante que ustedes no hayan levantado aún un dedo para poner fin a esta injusticia. Es por eso que he decidido tomar cartas en el asunto por mí misma.- Mis ojos, impregnados de determinación, se clavaron en los de la reclutadora.

-Sí, es cierto, tengo más razones para enfrentarme a ellos, razones que me tocan de manera muy personal. Pero creo que sería demasiado prematuro revelar tales detalles en nuestro primera cita.- Con estas palabras, le regale una sonrisa sutil, apenas un esbozo, pero cargada de significado. Esperaba que este gesto, junto con mis palabras, fueran suficientes para capturar su interés, para hacerle desear profundizar en mi historia. Pero, por supuesto, para que eso sucediera, primero tendría que abrirme las puertas de su organización, aceptarme entre sus filas. La tensión del momento flotaba en el aire, un delicado hilo de esperanza y expectativa que solo él podía decidir si cortar o fortalecer.

-A todas estas, me llamo Sayuri, del clan Yuki.-
Pasivas
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Los jóvenes aspirantes observaban la escena e hicieron alguno que otro comentario, mientras que la joven más asertiva de todas hablo por encima de todos, indicando su preocupación por el ingreso de este seudo imperial y el protocolo que se había tomado hasta ahora, también indico su “justicia” de manera tan… estrepitosa… potente… desagradable… al terminar esta muchacha su mini-discurso, los otros muchachos tomaron palabra y partido – soy un joven proveniente de una familia rebelde… - empezó a uno, narrando sus historias y vivencias, todo para indicar como su familia peleaba en el frente y su padre le había encomendado unirse a la rebelión, el otro, deseoso de tomar su turno, empezaría luego a hablar sobre el deber de la familia y el bienestar, de que su hermano era rebelde y que él también quería serlo para seguir sus pasos.

Nao los observo a todos, uno a uno, escucho sus palabras y luego levanto una mano, señalo algo con sus dedos para luego indicar – ustedes dos, vayan con mi asistente – diría, señalando a los niños que tenía en frente – tu, no me has dicho aun nada – diría, acercándose a la patas flacas de Sayuri – no soy cualquier cosa como para que me respondas así, niñita – diría, mientras se acercaba y le tomaba el mentón… su cara demostraba algo de rabia y algo de impaciencia.

A sus espaldas, los jóvenes eran llevados frente a un campamento, dos de los presentes dejarían su puesto y se acercarían a la asistente de Nao, luego, se tomarían de las manos y formarían un triángulo con los dos niños entre medio, para luego desaparecer.

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Okay, supongo que deberé concederte una segunda cita – diría la joven de dientes afilados – pero antes de eso, sin mentiras y sin darte de rodeos, háblame claro y directo – diría, para soltar de manera desdeñada su rostro – cuál es tu motivo real para unirte a la rebelión – serían sus palabras, crudas y espesas, mientras se volteaba y le daba la espalda, Nao Hozuki, despectiva y arrogante, se acercaba a su asistente, como sin prestarle atención a la joven Sayuri, regresando con esa asistente quien regresaba tras ese momento de desaparición que hicieron en conjunto, junto a los otros dos soldados, pero sin los niños.

El barco que antes estaba siendo atacado ya era solo un montón de madera y llamas por sobre el mar, los botines y rehenes eran hartos como para contarlos, aquel niño que venía en representación del imperio había sido separado del resto de soldados y llevado a una tienda apartada… toda esta situación ocurría como en un fondo de pantalla ante las palabras resonantes de Nao, su real pregunta, su única consulta y lo único que le importaba era escucharla a ella decir el porqué es que ella quería ser una rebelde… ¿Por qué?
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Uno tras otro, los dos jóvenes restantes comenzaron a exponer sus razones para presentarse aquel día ante la facción rebelde, con la esperanza de ser aceptados en sus filas. Sus relatos, aunque teñidos de matices personales, compartían una esencia común: ambos provenían de familias profundamente entrelazadas con la causa rebelde. Padres, hermanos, parientes cercanos; todos ellos eran parte integral de la lucha contra el imperio opresor. Esto me llevó a reflexionar sobre la naturaleza de su compromiso: ¿estaban aquí impulsados por una verdadera convicción, o simplemente marcando una casilla más en la lista de expectativas familiares?

Sin embargo, ¿quién era yo para cuestionar sus motivaciones? Después de todo, mi propia razón para estar aquí no era tan diferente. Aunque ningún familiar me había invitado directamente, los ecos de mi pasado resonaban con la misma intensidad rebelde. Mis únicos parientes, desaparecidos desde hace años, habían sido también miembros fervientes de esta misma rebelión. Así que, al igual que estos jóvenes, un lazo familiar me unía a esta causa, aunque mis circunstancias fueran solitarias y mis motivaciones, quizás, más introspectivas.

En ese momento de reflexión, comprendí que más allá de cómo cada quien llegara a este punto, lo que verdaderamente importaba era la pasión y el compromiso que pudiéramos aportar a la lucha. La rebelión necesitaba de todos, independientemente de sus orígenes o las rutas que los habían traído aquí. Y en esa diversidad, quizás, residía nuestra mayor fortaleza.

Justo cuando los dos jóvenes terminaron de exponer sus motivos, la reclutadora hizo un gesto con su mano, señalando a los dos que siguieran a su asistente. Sin embargo, Nao aún tenía algo que decirme. Tal vez mi reciente intervención, en la que había compartido mis pensamientos más profundos, había sido demasiado audaz, y ahora me esperaba una reprimenda. Efectivamente, así fue. Nao se acercó a mí, invadiendo sutilmente mi espacio personal, y con una delicadeza que contrastaba con la severidad de su mirada, tomó mi mentón entre sus dedos, elevando ligeramente mi rostro. Mis ojos se encontraron con los suyos, que ahora brillaban con un atisbo de ira dirigida hacia mí. La tensión en el aire era palpable, y en ese momento, comprendí que mis palabras no solo habían resonado, sino que también habían provocado una chispa de desafío.

-Supongo que logré mi objetivo, esa segunda cita, jeje- comenté, dejando escapar una sonrisa ligeramente burlona. -Está bien, me disculpo. Pero no me gustó que arrojaras algo a mis pies. Quizás me puse un poco brusca, sí. ¿Entonces, ya estoy aceptada? ¿Por qué no voy con ellos?-

Justo en ese instante, mis ojos abandonaron los de la Hozuki para volver a posarse en los dos chicos, quienes ahora estaban siendo rodeados por más miembros rebeldes. En un abrir y cerrar de ojos, todos desaparecieron de la escena. '¿Eh?'. Mi mente luchaba por comprender lo que acababa de suceder; no entendía absolutamente nada de la situación. La confusión se apoderó de mí mientras trataba de descifrar el abrupto cambio de eventos, dejándome con más preguntas que respuestas.

-Que No son mentiras... ni tampoco rodeos. Pero tienes razón, no te estoy contando toda la verdad- admití justo cuando sus garras se desprendían de mi rostro, dejandolo libre. Nao se giró, marchándose sin esperar que respondiera a todas sus preguntas. -Verás...- comencé, siguiéndola mientras caminaba detrás de ella. En ese momento, el grupo de rebeldes reapareció en la escena, pero sin aquellos dos chicos, lo cual disparó mis alarmas.

Movida por un impulso, agarré del brazo a Nao para detener su paso y exigirle algunas explicaciones. -¡Eh, espera! ¿Qué pasó con los otros dos muchachos?- le pregunté con un tono serio y claramente alarmado. Sentía una preocupación genuina por la seguridad de aquellos desconocidos. Aunque sus motivos no fueran del todo motivacionales, intuía que podrían ser útiles en algún momento futuro. Mi mente trabajaba a toda velocidad, tratando de atar cabos y anticipar las consecuencias de su desaparición.
Pasivas
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Hozuki Nao no mostraba un rostro particularmente amable mientras se ponía a trabajar junto a su asistente, ignorando deliberadamente a la joven Sayuri. El campo de batalla estaba lleno de explosiones en la distancia, un caos que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. El barco en llamas, ya casi completamente destruido, había sido saqueado de manera sistemática. Las armas y provisiones fueron robadas y los marinos imperiales tomados como rehenes. Los ninjas de la rebelión, habiendo cumplido su misión, regresaban lentamente en un ambiente de júbilo y celebración. Cada paso que daban hacia la victoria los acercaba más a su ideal de un grupo de activistas felices, todos bajo el comando de Nao, la despiadada líder conocida por sus dientes afilados.

Sayuri, con una mezcla de temor y curiosidad, hizo su última pregunta a Nao. Sin embargo, esta fue respondida con indiferencia absoluta - No califican - murmuró Nao, sin siquiera dignarse a mirarla. La sonrisa burlona de algunos guerrilleros que presenciaron la escena sólo resaltaba la oscuridad y la tensión del momento. Sayuri se daba cuenta de que no estaba en un campo de rosas; formaba parte de un juego macabro que Nao había orquestado durante mucho tiempo.

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No te preocupes, niña - intervino la asistente de Nao, intentando calmar a Sayuri - Fueron devueltos a Kirigakure - La joven notó un tono de consuelo en sus palabras, pero también una verdad inquietante - La razón de que tú aún estés aquí es porque le generas algo de curiosidad - continuó la asistente. No obstante, la verdadera amenaza se manifestó cuando Nao, con una sonrisa maquiavélica y ojos retorcidos detrás de sus lentes redondos, intervino - Pero si sigues así y no me dices por qué quieres ser rebelde - dijo, observándola fijamente - perderé el interés en ti.

La situación era sombría y Sayuri podría sentir la presión creciente. Si Sayuri era inteligente, entonces entendería fácilmente que su vida dependía de las respuestas que pudiera ofrecer y de la manera en que pudiera justificar su deseo de unirse a la rebelión. La figura de Nao era imponente, no solo por su aspecto feroz, sino también por la autoridad y la crueldad que emanaban de ella. Cada palabra y cada gesto parecían calculados para intimidar y controlar a quienes la rodeaban.
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Estaba claro que mi visión de un grupo de resistencia distaba enormemente de lo que mis ojos presenciaban en ese momento. Frente a mí no tenía valientes revolucionarios, sino una banda que asemejaba más a piratas y saqueadores, aprovechando su posición para cometer actos de pillaje sin temor a represalias. Me encontraba, evidentemente, ante la facción más baja de una organización que pretendía cambiar el mundo. Aún conservaba algo de fe en que los escalones superiores fueran más pulcros y ordenados, y no este desastre que tenía enfrente.

El caos reinante parecía tener su epicentro en su mejor soldado, una mujer que se erigía como la antítesis de lo que alguna vez aspiré ser. No obstante, era solo otra piedra en el arduo camino que había decidido recorrer.

El bullicio y las risas de los seguidores focas de Nao susurraban en el fondo, mientras yo apenas prestaba atención. ¿Qué podía esperar de gente que parecía cortada por la misma tijera? Ante ellos estaba yo, una potencial miembro de su desordenada célula rebelde, que podía serles de ayuda de aquí en adelante, y en lugar de evaluar mis aptitudes, no hacían más que reír con cada palabra altisonante que su líder lanzaba. Nao respondía, pero sus palabras eran vacías, evasivas, carentes de la sustancia que un verdadero líder debería poseer.

Un líder no debería representar a los suyos de esa manera, y menos aún cuando la situación demanda seriedad y compromiso. La respuesta que me había dado no era suficiente, ni remotamente.

-Aquellos chicos podrían servir para algo más, podrían ser útiles de cualquier modo. No todos tienen por qué ser unas bestias despiadadas carentes de humanidad...- respondí, aunque mi voz carecía de la esperanza de que mis palabras encontrarían eco en su mente. Había dejado de esperar que esa persona escuchara, pero aún conservaba la certeza de que había un propósito más grande y una verdad más noble que merecía ser perseguida.

Parecía que la certeza y la claridad que tanto necesitaba provenían de su asistente, una figura cuyas palabras más suaves y mejor estructuradas ofrecían una perspectiva más amplia de la situación. Nao mostraba interés genuino, decía, algo evidente, ya que me mantenía ahí, en contraste con el trato que habían recibido los otros chicos. 

Asentí con la cabeza, un gesto de aceptación ante sus disculpas improvisadas en nombre de su jefe. -Estoy tranquila, muchas gracias, igualmente-, le sonreí antes de volver a enfocar mi atención en Nao.

-Mis padres desaparecieron cuando yo era apenas una niña pequeña. Tengo pocas pistas sobre su desaparición, por no decir ninguna. La única pista posible la tengo aquí mismo, con ustedes-. Señalé con ambos brazos al grupo que tenía a mi alrededor. Sabía que eran la organización con la que mis padres habían forjado lazos en el pasado. Algo podían saber, algo debían saber. Si no eran ellos, serían los de más arriba, y yo debía llegar hasta ahí.

-No cuento con que ustedes sepan algo sobre ellos, claro. Pero quizás más arriba sí, o tal vez...- En ese momento, mis puños se cerraron con fuerza, y una chispa de furia relampagueó en mi rostro. Era un esfuerzo ocultar mis emociones, pero hablar de esto siempre me desbordaba y terminaba cediendo. -Algunos de esos malditos e infelices seres fieles al Boshuku sepan algo. Les daré caza a cada uno, y estoy segura de que tú y tus superiores saben dónde puedo encontrarlos.-

Respiré hondo, intentando relajarme, consciente de que mostrar demasiada emoción podría ser un arma de doble filo. -Todo lo que pido es una oportunidad, una posibilidad de encontrar algo que me acerque a la verdad. Tal vez no ahora, tal vez no hoy, pero en algún momento. Verás Nao, sé que mi apariencia es la una débil doncella, y quizás así sea. Posiblemente, nunca terminemos de entendernos, pero mi camino me obliga a acudir a ti, y creo que mis objetivos se amoldan a los tuyos.-
Pasivas
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