Copos de Nieve (Sayuri)
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El Clan Yuki de Kirigakure, un clan conocido por haber estado “extinto” hasta hace muchos años cuando la villa oculta del País del Agua logró recuperar el Kekkei Genkai que se consideraba perdido luego de muchas investigaciones, logrando de esa forma, restaurar el Kekkei Genkai y con el tiempo, como todo, fue creciendo hasta ser un grupo extenso de personas, restaurando por completo el Clan. En la actualidad, muchos de sus integrantes surgen fielmente a Kirigakure haciendo uso del elemento Hyōton, el resultado de solidificar el agua en el ambiente para crear hielo.

Miku, integrante de los Yuki, se encontraba muy tranquilamente paseando por las calles de la Villa, nada anormal en ella, pues disfrutaba mucho de recorrer las calles de su pueblo y sentirse orgullosa de haber nacido allí. Mientras recorría aquellas calles llenas de una niebla casi a ras de suelo, no muy opaca, pensaba en aquello que su padre le había enseñado a dominar, el Hyōton. Si bien no era una maestra del Elemento como su mismo padre, su madre u otros Yuki, sí que sabía las cosas básicas y la base pata realizar técnicas relacionadas con el hielo.

Aquel entrenamiento le había costado semanas, incluso meses de un duro sacrificio, aveces entrenaba hasta casi desmayar por el esfuerzo, pero eso solo era parte del enorme camino que tenía que recorrer para cumplir sus metas y convertirse en una ninja reconocida, aunque su único sueño sea simplemente el ser reconocida por todos como la mejor Ninja Médico que la historia haya visto.
Su andar la llevo hasta la enorme plaza en el centro de la villa, un lugar aveces bastante concurrido por los aldeanos.

 Ahí, ella decidió que era tiempo de tomar un pequeño descanso antes de continuar con su pequeño paseo diario, así que se dirigió hasta una pequeña banca de madera, lo suficientemente grande como para que hasta cuatro personas descansaran sus cansados traseros ahí, y se sentó… a descansar su trasero…

Su mirada se fijó en los aldeanos que transitaban la plaza, la cabeza de Miku era inundada por los pensamientos de querer saber a que se dedican o a que quisieran dedicarse el resto de personas y si sus servicios como Kunoichi pudieran ayudarles de algo y aunque solo estaba pasando el raro, ella sentía que comenzaba a aburrirse, aún no quería levantarse de la banca pero tenia que hacer algo mientras descansaba un poco.

Rápidamente sus pensamientos cambiaron, ahora estaba en un dilema de que podía hacer para distraerse en lo que descansaba, pasaron los minutos y no se le ocurría nada, todo hasta que recordó a su clan, los usuarios del Hielo, claro… en ese momento, supo que podía hacer para distraerse. Su mano se estiró levemente frente a ella y con la palma “mirando” al cielo, comenzó a canalizar un poco de su chakra para después expulsarlo en forma de pequeños copitos de nieve, figuras talladas en hielo de forma maestra que solían caer cuando el invierno se hace presente y la lluvia era reemplazada por nieve…
Pasivas


Hablo / Pienso / Narro
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'¿Cómo es posible?' La incredulidad se apoderó de mi ser al presenciar a alguien ejecutando jutsus de hielo. Había vivido bajo la firme convicción de ser la única en estas latitudes capaz de semejante hazaña, y sin embargo, ahí estaba, ante mis ojos, la prueba viviente de que no estaba sola en este arte ancestral. Mi mente se sumergió en un torbellino de pensamientos y emociones, intentando asimilar la magnitud de lo que estaba presenciando justo frente a mí. 'Entonces no soy la unica de mi clan'

Aunque me encontraba a una distancia prudente, cada detalle de la escena que se desplegaba en aquel parque, por el que deambulaba por mera casualidad, se grababa con nitidez en mi memoria. El parque, usualmente un oasis de tranquilidad en medio del bullicio de la ciudad, se había transformado en el escenario de un espectáculo que desafiaba toda lógica y entendimiento, por lo menos para mi. 

Era un día inusualmente tranquilo, un respiro en mi ajetreada vida como kunoichi. Una brisa suave me invitaba a disfrutar del aire libre, a sumergirme en un merecido ejercicio que revitalizara mi cuerpo y espíritu. Sin embargo, el destino tenía otros planes para mí, planes que cambiarían el curso de mi día de una manera inesperada y dulce.

Mientras caminaba por las calles serenas de la villa, mis ojos captaron una novedad entre las fachadas familiares: un nuevo local, cuya presencia era como un misterio a punto de ser desvelado. Mi curiosidad me impulsó a acercarme, a descubrir qué secretos guardaba este recién llegado a nuestro entorno. Fue entonces cuando un sujeto, cuya amabilidad irradiaba como el sol de la mañana, me tomó de la mano con una gentileza inesperada, guiándome hacia el interior del establecimiento. Su gesto, lejos de ser intrusivo, era una invitación a participar en un momento de celebración y alegría. Y así, sin apenas darme cuenta, me vi envuelta en la magia de la inauguración.

El local, un emporio de dulces, era un festín para los sentidos. Los colores vibrantes de los dulces variopintos se extendían ante mí como un tesoro recién descubierto, cada uno prometiendo una explosión de sabor y felicidad. En honor a este día especial, estaban obsequiando sus delicias a los visitantes, una generosa bienvenida a la comunidad.

Con una sonrisa, el amable sujeto me entregó una bolsa repleta de estas maravillas, un regalo inesperado que transformó mi día de ejercicio en una aventura de indulgencia y placer. 'Pues nada... hoy no se entrena, parece', murmuré para mí misma, una sonrisa juguetona adornando mis labios.

Agradecida y con el corazón ligero, me alejé del local, caminando por las calles con mi preciado botín. Los dulces, cada uno con su promesa de sabor, eran una tentación a la que no podía resistirme, y así, fui saboreándolos uno a uno, permitiéndome disfrutar de este inesperado giro en mi día. Era un recordatorio, dulce y simple, de que la vida, incluso para una kunoichi, está llena de sorpresas y placeres pequeños, esperando ser descubiertos en los momentos más inesperados.

Tal vez, en el gran tejido del destino, estaba escrito que este día se desviara de su curso habitual, llevándome por senderos inesperados. Mientras me adentraba en el corazón de la villa, mis pasos me guiaron hacia un descubrimiento que haría latir mi corazón con una mezcla de sorpresa y emoción. Allí, ante mis ojos, estaba una chica, una presencia solitaria en el vasto espacio, ejecutando con gracia y precisión jutsus que reconocí al instante. Eran técnicas ancestrales de mi propio clan, un linaje del cual creía ser la última representante en estas tierras. La revelación de que no estaba sola, de que había otro miembro de mi clan aquí, era tan inesperada como emocionante.

Y como si el destino quisiera endulzar aún más este encuentro, recordé los dulces que aún reposaban en mi bolsa, un regalo inesperado de la fortuna que ahora se convertía en el puente perfecto hacia una nueva amistad. Con el corazón palpitante por la anticipación y un propósito renovado, mis pies se movieron con determinación hacia ella.

Al acercarme, una sonrisa amable se dibujó en mi rostro, y con una voz cálida y acogedora, rompí el silencio que nos separaba.

-¡Hola! Parece que este banquito es lo suficientemente grande para ambos, ¿te importaría si me siento contigo?- dije, extendiendo mi brazo en un gesto de amistad, la bolsita de caramelos en mano como una ofrenda de paz y camaradería. -Toma un par, estos en particular son deliciosos.-
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Aquellos copos de nieve generados por Miku gracias a sus habilidades con el Hyōton, caían lentamente desde el aire hasta su mano y nuevamente volvían a subir, una sonrisa se dibujó en el rostro de la Yuki, su mirada estaba enfocada en los copitos que había creado y por alguna razón, le fascinaba admirarlos. Su concentración en su pequeño juego era tanta que no pudo percatarse de que alguien más se estaba acercando a su posición, para su suerte, no con malas intenciones.

Con un sobresalto, Miku reaccionó a las palabras de una voz femenina que se pronunciaban a uno de sus costados, ella se giró rápidamente para ver de quien se trataba mientras los copos caían desde su mano hasta el suelo, desintegrándose fácilmente apenas tocaban la piedra. Frente a la peli marrón, estaba una chica de más o menos el rango de su edad, con una sonrisa en su rostro y su mano estirada con una pequeña bolsita de caramelos, incitándola a tomar uno.

- Lo siento, no sentí cuando te acercaste, por supuesto que puedes sentarte y… ¡muchas gracias! - Expresó con gratitud mientras levantaba su brazo y acercaba su mano hasta la bolsita pata tomar un par de aquellos dulces, llevándolos inmediatamente a su boca.

Sus ojos se cerraron mientras sonreía, el sabor de los caramelos creaba una fiesta dentro de la boca de Miku, su sabor era increíble y la chica de cabellos morados no mentía, eran muy deliciosos.

- ¡Están deliciosos! Mi nombre es Miku, del Clan Yuki - Dijo mientras tomaba la mano de Sayuri entre las suyas y la agitaba levemente en el aire - ¿Cuál es tu nombre? -

Talvez estaba tomando demasiada confianza frente a una chica desconocida pero tampoco podía evitarlo, y más con esos caramelos tan deliciosos que había tenido la suerte de probar gracias a la repentina aparición de Sayuri. La chica peli morada parecía ser alguien amable y de confianza a simple vista por lo que la Yuki ya comenzaba a disfrutar el muy poco tiempo que estaba pasando junto a ella, claro, Miku aún desconocía que Sayuri también poseía la sangre del linaje Yuki corriendo por sus venas, pero, por alguna razón, se sentía “conectada” con ella, como si tuvieran un vínculo más allá del ser solo conocidas en ese momento.
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Era evidente que aún no me había acostumbrado por completo a mi papel como kunoichi, a pesar de poseer una habilidad notable. Tanto era así que podía deslizarme sin ser detectada junto a alguien, y este ni siquiera se daría cuenta de mi presencia. Estas habilidades que había desarrollado a lo largo de los años parecían haberse integrado completamente a mi ser, convirtiéndose en algo inseparable que llevaba conmigo a dondequiera que fuera. Era como si formaran parte de mi esencia misma, una extensión natural de mi ser que me acompañaba en cada paso, de aquí para allá, en cada situación que enfrentaba como una kunoichi.

En ese momento, no me encontraba en ninguna misión en las afueras ni nada por el estilo; simplemente me hallaba vagando por las amplias calles y parques de la majestuosa ciudad central de Kirigakure. Quizás era hora de readaptarme a ser una persona más dentro de la sociedad. ¿Habría perdido el tacto social durante estos largos años de entrenamiento? Era una posibilidad que consideraba mientras caminaba. Tal vez sería una buena idea retomar la construcción de relaciones amistosas, y qué mejor manera de empezar que con esta chica, afortunadamente, de mi mismo clan.

-Disculpa si te sorprendí... sabes, con el tiempo ser ninja se vuelve parte de uno- dije, esbozando una sonrisa mientras observaba cómo disfrutaba de unos caramelos. Con su permiso, me senté a su lado, ansiosa por compartir ese pequeño momento de placer cotidiano.

Tomé algunos caramelos y los coloqué todos en mi boca de una vez, deseando experimentar esa explosión de sabor, ese dulce exceso de azúcar mezclado con toques ácidos que solo una variedad tan grande como la de su bolsita podía ofrecer.

-Sí, supuse que también eras miembro de mi clan por los copitos de nieve que te vi haciendo.- No podía dejar que fuera la única en demostrar nuestras habilidades en el hyoton. Con una pequeña golosina en mi puño, lo acerqué a su rostro y, tras un momento de concentración, abrí mi mano para revelar el dulce completamente congelado. Lo dejé caer al suelo, donde se fragmentó en decenas de pequeños trozos. -Un placer, Miku. El mío es Sayuri, una Yuki como tú. Aun que eres la primera Yuki que veo...- Hice una pausa, ya que no era del todo verdadero, puesto que obvio, los primeros Yukis que vi habian sido mis padres. ¿Sus padres seguiran vivos, seguiran viviendo juntos? Eran cosas que pasaban por mi mente en ese momento.

En ese instante, más allá de las habilidades y los lazos de clan, se forjaba una conexión, un reconocimiento mutuo entre dos kunoichis que compartían no solo un linaje, sino también el deseo de encontrar su lugar en un mundo que iba más allá de las sombras y las misiones. Era el comienzo de una nueva amistad, un nuevo capítulo en nuestras vidas como ninjas y como personas. -¿Hace mucho que eres una ninja del clan y de la aldea?- 
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