Aprendiendo a olvidar
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Ríase, ríase aquel que espacio le obligó buscar para no querer escuchar al que debe pedir perdón, pero deseando que realmente lo haga, no para que este consigo mismo encuentre paz y tranquilidad, además de aceptación, sino simplemente por la risa, la risa del que roto de orgullo está. Irónicamente unidos el burlista con el arrepentido en el mismo cuerpo, caminaban por escaleras de piedra, haciendo de cada paso un retumbar incómodo dentro del propio cuerpo; en principio por risa eterna que se otorga sin desistir ni un segundo, y también por la culpa del que no entiende el por qué del castigo.

Quebrado de entendimiento, sin capaz de reconocer la existencia del por qué, está allí caminando porque castigo le ha sido dado, y ahora dando paso por paso busca en un templo refugio, refugio no de lo ajeno, sino de sí mismo. Busca entender el por qué su propio ser se confunde, no con dilemas morales, sino con el actuar normal de cada día; pensamientos que no son extremos ni molestos, pero no parecen ser suyos, además de huecos vacíos que ni si quiera puede recordar si son reales o sólo es parte de una aún más grande confusión. No es la enfermedad, mucho menos el sufrir de adversidades poco controlables provenientes de corazones interiores de otros exteriores, ni tampoco el interior de sí mismo cambiando sus hábitos a unos poco saludables; es él mismo, el burlista y el arrepentido, o debería llamarse "confundido". quien ahora sufre de pérdida de memoria momentánea, aunque a veces esto incluso olvida, pero, siendo redundante, este ahora del ahora no era un momento en el que olvide.

Recordó por el suficiente tiempo un templo buscar, quizás no para sanar, porque poca esperanza de aquello tenía, pero sí para buscar entender, para comprender, para oír al origen de aquello que, de más tiempo pasar, lo iba a aterrar.

Escalones subió, templo admiró, entrada observó, sombrero blanco se quitó, camino dio dentro del bello y único lugar que con cariño lo abraza y le canta canciones de sueño para recordar que hay que dormir. Sí, una guía que no parece necesitarse para lo obvio, pero tanto el burlista como el confundido comprenden, que allí donde muchos dicen ser conocedores del camino, pocos saben caminarlo; muchos creen saber descansar, pero pocos lo hacen plenamente y con consciencia.

-Al menos siempre me creí creyente. Descarado, pero creyente a pesar de todo.-

Puertas afuera, un comerciante de poca moral, guiado sólo por la idea de cumplir concepto tras concepto sobre contratos, intercambios, plazos, pactos, acuerdos, y más. De puertas para dentro, un comerciante de poca moral, guiado sólo por la idea de cumplir concepto tras concepto sobre contratos, intercambios, plazos, pactos, acuerdos, y más, pero también confundido. Más confundido de lo normal, en especial porque este episodio no era de suceder tan a menudo, y aunque él no lo recordara con exactitud, al menos tenía presente en su memoria que el faltar de su memoria no era tan constante; recordaba no recordar, pero no recordaba qué no recordaba.

Pidió permiso, extendió sus respetos a los presentes del templo, "por favor" exclamó cuando su necesidad mostró de buscar compañía en un hogar de Dios. Dios es Dios, sin importar cómo se vista, ni que palabras utilice, mucho menos qué clase de poderes demuestre. Dios es Dios, sólo importa la comprensión que este otorga al resto sobre sí mismo y sobre el resto. Dios es Dios, no tiene tiempo ni lugar fijo de existencia, existe en todos lados a todo tiempo. Pero Dios es Dios, y cuando a él se lo busca, con amor y admiración se pide permiso para entrar a su hogar, incluso si se irrumpe sin ser proveniente del mismo, incluso si se irrumpe en un momento no acordado, incluso si se es o no creyente.

-Privilegiado yo, que ante ti tengo la oportunidad de hacer presencia. Perdóname en mis actos de desasosiego más profundos, carentes de buena moral, repletos a veces de interés propio sobre mí y nadie más. Perdóname por la nula capacidad de un hombre correcto de fe ser. Y también...Perdóname por sólo buscarte en momentos de necesidad.-

Sentado, de manos cruzadas, ojos cerrados, sombrero sobre las piernas, cabeza gacha. Sin muestras del burlista, sólo del hombre confundido. Sin muestras de risas, sólo de una lágrima desparramando confusión y temor al olvido. Sin muestras de fortaleza, sólo de debilidades apenas descubiertas.

-Quiéreme, señor. Quiéreme tanto como yo lo quiero a usted, incluso si sus reglas no sigo a lo detallado por el contrato invisible entre su amor y el mío. Quiéreme señor, porque yo no tengo fuerzas, quiéreme y no me quite lo que sufro...Sólo hágame entender por qué el de mi sufrir, y qué he de hacer antes de olvidar el olvidar.-
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