Manos a la obra
Año 9 D.Y.
Ryu intentó abrir la puerta de su nuevo hogar, pero esta no cedía aunque girara la llave y apretara el pomo con fuerza. Al final, no le quedó otra que retroceder unos pasos y tomar aire, para después correr directamente hacia ella y golpearla con su hombro. Gracias a eso consiguió entrar, pero a costa de reventar la cerradura; aunque cuando vio los trozos rotos y oxidados en el suelo, le quedó claro que igualmente habría tenido que cambiarla, así que solo había acelerado las cosas. Se encogió de hombros indiferente y levantó la mirada, echando un vistazo a la casa donde probablemente viviría durante bastantes años.
La casa en sí era bastante pequeña y con una estructura antigua, toda construida en madera que comenzaba a mostrar los primeros signos de estar en mal estado; al menos por ahora no parecía que se le fuera a caer encima, así que con eso la bastaba. Tan solo había una única habitación el piso de abajo, con una pequeña cocina que prácticamente había sido devorada por la grasa, un sofá que probablemente tenía más años que él, varias ventanas aunque la mayoría estaban rotas y una mesilla en el centro con un par de tazas de café encima que tenían toda la pinta de estar llenas de moho. Por último, también podían verse una escalera de palos que llevaba al piso de arriba.
El hombre dragón inspiró hondo por la nariz y sonrió de medio lado mientras caminaba por su pequeña cueva. Aunque Lady, que entró correteando por el suelo y nada más acercarse un poco a un mueble estornudó por el polvo; gruñió mientras miraba los alrededores con sus diminutos ojos, aunque no intimidaba mucho ya que era más pequeña que una mano─. Vamos Lady no te enfades, aún tengo que limpiar todo y cambiar los muebles. Verás que al final te encantará ─trató de calmar a su pequeña amiga mientras se agachaba y extendía su mano para que se subiera. La reptil le olfateó los dedos y le miró con cara de pocos amigos, pero al final acabó accediendo así que trepó por su brazo hasta su hombro.
─. Me he gastado los pocos ahorros que tenía en este sitio, así que voy a tener que buscarme la vida para encontrar los materiales para construir los muebles yo mismo. Creo que Udatachi es el jefe de una ferretería, capaz me hace el favor...
La casa en sí era bastante pequeña y con una estructura antigua, toda construida en madera que comenzaba a mostrar los primeros signos de estar en mal estado; al menos por ahora no parecía que se le fuera a caer encima, así que con eso la bastaba. Tan solo había una única habitación el piso de abajo, con una pequeña cocina que prácticamente había sido devorada por la grasa, un sofá que probablemente tenía más años que él, varias ventanas aunque la mayoría estaban rotas y una mesilla en el centro con un par de tazas de café encima que tenían toda la pinta de estar llenas de moho. Por último, también podían verse una escalera de palos que llevaba al piso de arriba.
El hombre dragón inspiró hondo por la nariz y sonrió de medio lado mientras caminaba por su pequeña cueva. Aunque Lady, que entró correteando por el suelo y nada más acercarse un poco a un mueble estornudó por el polvo; gruñió mientras miraba los alrededores con sus diminutos ojos, aunque no intimidaba mucho ya que era más pequeña que una mano─. Vamos Lady no te enfades, aún tengo que limpiar todo y cambiar los muebles. Verás que al final te encantará ─trató de calmar a su pequeña amiga mientras se agachaba y extendía su mano para que se subiera. La reptil le olfateó los dedos y le miró con cara de pocos amigos, pero al final acabó accediendo así que trepó por su brazo hasta su hombro.
─. Me he gastado los pocos ahorros que tenía en este sitio, así que voy a tener que buscarme la vida para encontrar los materiales para construir los muebles yo mismo. Creo que Udatachi es el jefe de una ferretería, capaz me hace el favor...