En lo profundo de los bosques que rodeaban la aldea oculta entre las hojas, donde la densidad de los árboles formaba una barrera natural, se encontraba el escondite secreto de Kaito. Un lugar oculto a ojos curiosos, cuya entrada estaba camuflada con jutsus de invisibilidad y protegida por sellos de ocultación. Kaito había construido su laboratorio personal en este rincón alejado, un santuario de arte ninja donde daba vida a sus marionetas y exploraba las fronteras entre la carne y la maquinaria.
En el corazón de este escondite, Kaito se encontraba junto a su fiel kasturyoku, una invocación con la que compartía una conexión única. El ambiente estaba impregnado con la esencia de madera y metal, con el susurro de las hojas y el crujir de mecanismos ingeniosos que ocupaban la sala. Estantes llenos de herramientas de precisión y piezas de repuesto decoraban las paredes, revelando la dedicación y pericia del chikamatsu.
Kaito, vestido con su atuendo característico, se encontraba frente a una mesa de trabajo, donde yacían planos detallados y herramientas especializadas. Sus ojos brillaban con la intensidad de la creatividad y la determinación mientras contemplaba el siguiente proyecto que tenía en mente. Su máscara, icónico rostro de parca yacía en la superficie de la mesa, revelando su verdadero porte oculto tras ella.
A su lado, el kasturyoku, con sus enromes dedos adaptaba con cuidado piezas para dar la forma a una marioneta excepcionalmente elaborada, con detalles intrincados y una presencia casi humana. Sus ojos fríos y carentes de mucha emoción para cualquiera que no supiera interpretarlos observaban a Kaito con complicidad, la conexión entre el Chikamatsu y su ajolote evidente en la forma en que compartían pensamientos sin necesidad de palabras.
— Kaito, este proyecto es arriesgado y desafiante. ¿Estás seguro de querer proceder con ello? No me interesa en absoluto matarte, pero si no sobrevives al proceso, será un lastima perder tu ingenio— la voz del Kasturyoku resonó en la sala, su tono mezclando la profundidad de la sabiduría antigua con la curiosidad de un ser fascinado por las posibilidades médicas.
Kaito, con su inconfundible mirada de pura curiosidad, reveló su rostro marcado por la determinación y la intensidad. Sus ojos oscuros brillaban con una luz única, reflejando la chispa de un genio creativo y la oscura fascinación que compartía con su compañero ajolote.
— Sí, Kasturyoku. Esta fusión de carne y máquina llevará mis habilidades como marionetista a niveles inexplorados, este es el primer paso para el benishikei. Mis creaciones no serán simplemente marionetas; serán seres mecánico-orgánicos, amalgamas perfectas de ingeniería y biología. — Kaito habló con convicción, su mente ya visualizando el resultado final de su ambicioso proyecto.
El ajolote asintió con su cabeza de ajolote, su cola sinuosa barriendo el suelo del laboratorio. La complicidad entre ambos era evidente, una conexión que trascendía las palabras y se basaba en una comprensión profunda de sus objetivos compartidos.
De nuevo el ajolote hablaba en dirección a su compañero. —Aunque odie admitirlo, ni siquiera juntos creo que podamos garantizar tu supervivencia, no posees las capacidades regenerativas de mi gente, si tan solo fueras menos necio y entrenaras el senjutsu po.... — El chikamatsu interrumpió a su compañero de experimentos — Sabes bien lo que pienso de comprometerme a ese camino, a demás no será necesario, he llamado a alguien para cooperar, probablemente el único a quien considero nuestro superior en temas médicos y de experimentación, no debería tardar en llegar. —
En el corazón de este escondite, Kaito se encontraba junto a su fiel kasturyoku, una invocación con la que compartía una conexión única. El ambiente estaba impregnado con la esencia de madera y metal, con el susurro de las hojas y el crujir de mecanismos ingeniosos que ocupaban la sala. Estantes llenos de herramientas de precisión y piezas de repuesto decoraban las paredes, revelando la dedicación y pericia del chikamatsu.
Kaito, vestido con su atuendo característico, se encontraba frente a una mesa de trabajo, donde yacían planos detallados y herramientas especializadas. Sus ojos brillaban con la intensidad de la creatividad y la determinación mientras contemplaba el siguiente proyecto que tenía en mente. Su máscara, icónico rostro de parca yacía en la superficie de la mesa, revelando su verdadero porte oculto tras ella.
A su lado, el kasturyoku, con sus enromes dedos adaptaba con cuidado piezas para dar la forma a una marioneta excepcionalmente elaborada, con detalles intrincados y una presencia casi humana. Sus ojos fríos y carentes de mucha emoción para cualquiera que no supiera interpretarlos observaban a Kaito con complicidad, la conexión entre el Chikamatsu y su ajolote evidente en la forma en que compartían pensamientos sin necesidad de palabras.
— Kaito, este proyecto es arriesgado y desafiante. ¿Estás seguro de querer proceder con ello? No me interesa en absoluto matarte, pero si no sobrevives al proceso, será un lastima perder tu ingenio— la voz del Kasturyoku resonó en la sala, su tono mezclando la profundidad de la sabiduría antigua con la curiosidad de un ser fascinado por las posibilidades médicas.
Kaito, con su inconfundible mirada de pura curiosidad, reveló su rostro marcado por la determinación y la intensidad. Sus ojos oscuros brillaban con una luz única, reflejando la chispa de un genio creativo y la oscura fascinación que compartía con su compañero ajolote.
— Sí, Kasturyoku. Esta fusión de carne y máquina llevará mis habilidades como marionetista a niveles inexplorados, este es el primer paso para el benishikei. Mis creaciones no serán simplemente marionetas; serán seres mecánico-orgánicos, amalgamas perfectas de ingeniería y biología. — Kaito habló con convicción, su mente ya visualizando el resultado final de su ambicioso proyecto.
El ajolote asintió con su cabeza de ajolote, su cola sinuosa barriendo el suelo del laboratorio. La complicidad entre ambos era evidente, una conexión que trascendía las palabras y se basaba en una comprensión profunda de sus objetivos compartidos.
De nuevo el ajolote hablaba en dirección a su compañero. —Aunque odie admitirlo, ni siquiera juntos creo que podamos garantizar tu supervivencia, no posees las capacidades regenerativas de mi gente, si tan solo fueras menos necio y entrenaras el senjutsu po.... — El chikamatsu interrumpió a su compañero de experimentos — Sabes bien lo que pienso de comprometerme a ese camino, a demás no será necesario, he llamado a alguien para cooperar, probablemente el único a quien considero nuestro superior en temas médicos y de experimentación, no debería tardar en llegar. —