La piedra de los caídos [Priv. Kurosame]
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20 de Febrero, año 14 D.Y
Interior de la Aldea
11.00 horas


Katsuki se encontraba parado en un mismo sitio desde hace ya algunos minutos, su mirada descansaba sobre un gran monumento de piedra donde se encontraban registrados los nombres de todos aquellos shinobis que habían perdido la vida brindando sus servicios por el beneficio y desarrollo de la aldea. Sus ojos iban de un lado a otro de la pizarra y bajaban lentamente conforme leía en mente los nombres de los anotados. Finalmente, se detendría en un nombre en específico, Sōsuke Aizen, su padre.
  
¿Realmente vale la pena? — Se cuestionó en voz baja. Todos ellos habían muerto y no había manera de devolverlos a la vida, dejaron atrás sueños, ambiciones, amigos y familia, y su única recompensa había sido lograr plasmar su nombre en dicho sitio. "Un reconocimiento póstumo no sirve de nada" pensó mientras cerraba con fuerza su puño derecho y apretaba los dientes, claramente estaba molesto.
 
La temporada actual estaba acompañada de constantes brisas y vientos frescos. Estos hacían que el ambiente fuera agradable y también servían para alborotar la caballera rubia del genin, así como el llavero de tiburón negro que colgaba de su cintura...
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20 de Febrero, año 14 D.Y
Interior de la Aldea
11.00 horas



La brisa de aquella mañana levantaba el uniforme imperial de Kurosame, quién ya acostumbraba a visitar aquel monumento todos los meses, desde hacía ya un incontable tiempo. El tiburón detestaba rendir tributo a las vidas perdidas en servicio de la aldea, aunque esto era un sentimiento reciente. Antes, casi religiosamente, Kurosame visitaba los monumentos a sus familiares Hoshigaki, sus seis hermanos y su padre, Shirosame Hoshigaki. Todos, sin excepción, fueron guerreros que habrían hecho el último sacrificio por su aldea y Kurosame se encontraba plenamente orgulloso de ellos. No solo eso, el tiburón muchos años atrás aspiraba seguir el ejemplo de sus familiares, pero su tiempo todavía no habría llegado, quizás nunca llegaría.

Sin embargo, este monumento particular no mostraba el nombre de su padre ni mucho menos el de sus hermanos. Apenas habría empezado a visitarlo desde hace un par de años, porque bien albergaba el nombre de un shinobi a quien le había tenido mucho cariño y aprecio en vida. Aquel shinobi era Blazell Kenju, jounin de la Niebla.

¿Hace ya cuánto tiempo, Blazell? Sabía exactamente cuánto tiempo ya que lo recordaba todos los días, era imposible borrarlo de su memoria todo lo que habría acaecido en los últimos quince años.

Suspiró resignado. A su lado, un chico rubio. Lo vale, al menos, vale que su sacrificio no haya sido en vano. Iniciaría sin siquiera bajar la mirada quien estaba a su lado, todavía con la mirada recta en el nombre de Blazell Kenju, shinobi perteneciente al equipo Shio de la Aldea Oculta en la Niebla.
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La pregunta al aire que Katsuki tiró, sería respondida por alguien más. No es como si él estuviera esperando una respuesta, al menos no de un tercero, pero lo que el chico rubio escuchó, era algo que también le decían mucho en casa. El rubio nunca había estado satisfecho con esa oración y escucharla tanto hacía que su humor se tornase irritante de inmediato. Su semblante se frunció casi en automático y torció un poco sus labios- en señal de molestia- antes de girarse en dirección hacia el sujeto que recién se había pronunciado. 
 
¡¿Cómo puedes estar tan seguro de ...?! —. El genin ni siquiera pudo terminar de increpar a su contra parte, porque cuando dirigió la mirada a la altura de su rostro, le reconoció por completo. Era Kurosame Hoshigaki, el tiburón negro de la niebla asesina, jounin de Kirigakure, líder del antiguo equipo de Kurosame, su salvador en algún momento de antaño y, por supuesto, su máximo ídolo. 
 
¿Era esto real o se trataba de un sueño?.
 
Katsuki casi siempre mantenía una actitud de mecha corta, teniendo arrebatos de ira con mucha facilidad, pero ahora, enfrente de la persona por la que más respeto sentía, se sentía como una fangirl que acababa de conocer a su ídolo.
 
Oh por Dios, ¿eres... Kurosame-sama, cierto? —. Conforme pudo, trató de calmar sus nervios. Quería decir cientos de cosas, había repasado esta escena en su cabeza una y otra vez, pero, al final, las únicas palabras que lograron salir de su boca fueron esas. Aún estaba incrédulo.
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El chico le exclamaría de inmediato, pero frenaría en seco casi al instante, por alguna extraña razón. Los chiquillos de la Niebla siempre eran un poco rarillos en el sentido gallego de la palabra, así que ninguna expresión lo sorprendería. Sí, soy Kurosame, Hoshigaki Kurosame. Le respondería, extrañado. Aunque claramente tenía cierta reputación en la Niebla (en teoría más de 5 :v), no esperaba que la juventud de la Niebla lo reconociera de simple vista.

¿Nos conocemos de antes? ¿Cómo te llamas, chico? Preguntaría, interesado en la reacción del joven. El cabello rubio ceniza y el color de los ojos se le hacían vagamente familiar, pero no conseguía despertar el recuerdo en aquel momento, al menos, no todavía.
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"Sí, soy Kurosame, Hoshigaki Kurosame" "Sí, soy Kurosame, Hoshigaki Kurosame" "Sí, soy Kurosame, Hoshigaki Kurosame" "Sí, soy Kurosame, Hoshigaki Kurosame" "Sí, soy Kurosame, Hoshigaki Kurosame"...
 
A pesar de que las palabras fueron emitidas una sola vez, en la cabeza del joven genin de la niebla resonaban ocasión tras ocasión como si de un bucle infinito se tratase. Seguramente quedó pasmado, en shock, durante un segundo o dos, pero de alguna manera logró recomponerse y regresar a la normalidad.
 
Katsuki erguió la espalda tanto como pudo, no era una persona alta, ni le interesaba verse más alto, simplemente quería verse como una persona recta. Antes de responder, tragó saliva y finalmente dejó salir las palabras de su boca.
 
¡S-SÍ! —. Al parecer, alguien no estaba lo suficientemente mesurado todavía y sus ansias se reflejaron en la respuesta. Dándose cuenta de ello, toció un poco para aclarar su garganta y trató de completar su oración. — M-mi nombre es Katsuki. Quizás no me recuerde, pero hace algunos años, 6 años, 5 meses y 17 días para ser exactos, usted me salvó en la isla del norte de un grupo de rebeldes de ultra izquierda —. "Y desde entonces usted es mí gran ídolo"... el rubio no se atrevió a decir las últimas palabras, pero estaba gravado en su semblante la admiración que le tenía al tiburón negro.
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El chico, quien cada vez le parecía más extraño al tiburón, se presentaría como Katsuki. Lo extraño era su reacción, de un principio pasaría de un estado de ira al exclamar, a uno de shock donde se pararía por un segundo eterno. Qué le enseñarán a los chicos imperiales de hoy, están raritos todos. 

Contenido Oculto


Por suerte, el chico reaccionaría eventualmente como alguien más normal, más o menos. ¿6 años… 5 meses… y 17 días? Respondería un tiburón incrédulo, no sabía si era posta o troleo, pero decidió confiar. Katsuki no parecía un mal chico, si acaso un poco especial como primera impresión, pero no lo juzgaría por aquello. 

Lo siento. Honestamente no me acuerdo de ese día, Katsuki. Le respondería el tiburón, un poco apenado. Si de verdad le habría salvado la vida, deseaba recordarlo, pero Kurosame no podía recordar todas las instancias frecuentes en las que había salvado a niños de grupo rebeldes de ultra izquierda. Después de todo, él era un héroe en el Imperio de la Niebla y una influencia importante en el Consejo Imperial Shinobi.

Sin embargo, Kurosame haría su mayor esfuerzo para recordar aquél día. Alzaría su mano a su barbilla y pensaría brevemente todas las instancias en la que habría sido un héroe, ya que era innegable que aquel rubio ceniza se le hacía familiar, si acaso un vago recuerdo de un pasado que siempre intentaba olvidar.

Espera… ¿Has dicho 6 años… 5 meses y 17 días? Se daría cuenta del error. ¿Estás seguro? Yo no estaba en la Isla del Norte aquella vez. A menos que… Kurosame haría un cálculo matemático instantáneo. No, querrás decir 6 años 5 meses y 27 días. Recuerdo haber salvado a un chico rubio de unos cultistas rebeldes zurdos en la Isla del Norte. ¿Eras tú?

¿Quizás le habría atinado? Kurosame no gozaba de una memoria prístina, pero nunca olvidaría lo que habría ocurrido en la Isla del Norte hace 6 años, 5 meses y 27 días, no por Katsuki, sino por alguien que habría conocido aquella vez que jamás podría olvidar.
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El tiburón negro parecía extrañado con las palabras del chico, al parecer no daba mucho crédito a lo que estaba escuchando y no era para menos, los comentarios habían sido demasiado randoms, por no decir algo más.
 
Kurosame se disculpó con el joven genin, comentando que no recordaba lo sucedido ese día. «Bueno, supongo que es normal... él debe haber salvado a mucha gente y eso fue hace bastante tiempo...» pensaría un poco alicaído Katsuki.
 
Antes de que el rubio pudiera decir más, el Hoshigaki pareció acordarse de algo y retomó nuevamente el habla. Él, tras un gran esfuerzo mental, comentaría que quizás la fecha indicada era algo errónea y que probablemente la correcta era hace 6 años, 5 meses y 27 días, en vez de los 17 días sugeridos por el chico. Katsuki, tras escuchar las palabras del jounin, comenzaría a hacer sus propios cálculos mentales mientras se apoyaba usando los dedos de sus manos para precisar la fecha.
 
«¡¡¡MALDICIÓN!!!» Gritaría en lo más profundo de su mente.
 
«No puedo creer que cometiera tal error en frente de Kurosame-sama, me quiero morir!!. Debe pensar que soy un idiota que ni siquiera puede sumar bien» Katsuki parecía a punto de entrar en pánico, pero de alguna u otra forma logró recomponerse de nuevo, esto parecía estar volviéndose un hábito.
 
Sí, tiene razón —. Comentaría un poco apenado tras su pifia. — Fue hace 6 años, 5 meses y 27 días, tal y como dijo. Desde ese día he estado muy agradecido con usted, Kurosame-sama —. Al final logró hablar con normalidad y externarle aquello que siempre quiso decirle.
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El chico, aunque sus reacciones extrañas lograban superarse cada vez más, finalmente lograría volver a llegar a la normalidad con sus últimas palabras. Y ya tenía algo de sentido. Katsuki lo conocía de hacía 6 años, 5 meses y 27 días, no de 6 años, 5 meses y 17 días como había presupuesto antes, y de ser así tenía completo sentido. Kurosame se acordaba de él, pero no imaginaría el impacto que él tendría en el chico 6 años, 5 meses y 27 días después.

Aprecio mucho tu agradecimiento, y me alegra haberte ayudado para aquél entonces. Es un placer para mí. Le respondería Kurosame muy empático, no pudiendo evitar una sonrisa de orgullo. Quizás ese Katsuki no es tan mal chico, ni tan raro. Kurosame extendería la mano para estrechar la de su opuesto, en señal de reconocimiento mútuo.

Ahora, era cierto que si aquel chico se encontraba enfrente a aquella piedra es porque tenía sus razones. Algún familiar, quizás, lo cual no era nada extraño para aquella época. Kurosame no se atrevería a increpar sobre la vida privada del chico ni de su pasado. Hay muchos nombres aquí. Diría, apuntando a la piedra. Justamente he venido por un shinobi, quién fue mi pupilo muchos años atrás, su nombre es Blazell Kenju. Pausaría y bajaría levemente la cabeza, en respeto a su pupilo difunto. ¿Eres un shinobi de casualidad, Katsuki?
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El sueño de su infancia estaba a punto de concretarse. El tiburón negro extendía la mano para estrecharla con Katsuki, este no se lo podía creer y por puro acto instintivo levantó su mano derecha para responder al saludo. — Es un honor conocerlo, Kurosame-sama —. Comentó sonriente. Si bien era cierto que lo había conocido hace 6 años, 5 meses y 27 días (y no hace 6 años, 5 meses y 17 días como originalmente recordaba), no había tenido la oportunidad de poder presentarse ante él, mucho menos de intercambiar palabras. 
 
Posteriormente el Hoshigaki haría mención de la piedra de los lamentos y comentaría el motivo de su visita, además de preguntar a Katsuki si él también era un shinobi.
 
— Sí, lo soy. Aunque no hace mucho tiempo que me gradué como genin —. Comentaría el rubio. De alguna manera su nerviosismo inicial se había ido, y ahora se sentía más cómodo para poder platicar. — He venido porque hoy se cumple un año más de la muerte de mi padre —. Completó. Sus palabras no denotaban tristeza, ni se sentía tan afligido como antes, probablemente el hecho de que su ídolo le dijera que su muerte sí que había valido la pena, le reconfortaba.
 
Por cierto, ¿escuché bien?. ¿Usted conocía al tío Blazell? —. Con sus palabras anteriores, casi pasaba por alto algo que le había llamado la atención. No creía que hubiera muchos Blazells en la aldea, de hecho, no había conocido a ninguno otro. ¿Sería probable que Kurosame tuviera algún tipo de conexión con el difunto hermano de su madre?.
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Ah, estás recién salido del cascarón. Entonces estás en el mejor momento para mostrar tu potencial. Respondería con respecto a su graduación como genin. Hablar con los pequeños de la Niebla lo llenaban de nostalgia, si bien los shinobis de antes eran mucho menos rarillos. Katsuki parecía buen chico y la curiosidad del tiburón aumentaba, hacía ya mucho años Kurosame no era responsable de ningún genin y aquellos eran tiempos pasados. Pero no podía adelantarse, era precisamente los recuerdos de sus pupilos de las cosas que más lo atormetaban de su pasado, no quería repetir el mismo destino.

La muerte de tu padre… Entiendo. Mi padre y mis hermanos murieron sirviendo a la Niebla, todos. Es el destino que todos en mi familia compartimos. Incluso para un pequeño que se había críado bajo el yugo del Imperio de la Niebla, perder a un familiar nunca era fácil pero era el caso de un mundo lleno de violencia.

Eh. ¿Cabello celeste y delineado azul en los ojos? A veces llevaba una especie de máscara de hueso, hasta el día de hoy no sé para qué servía la verdad. ¿Ese Blazell era tu tío? Preguntaría sorprendido, poco sabía de la familia de Blazell pero no esperaría encontrarse con su sobrino, mucho menos cuando justamente visitaba su nombre en la piedra de los caídos.
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Para el papá de los helados la cosa tampoco había sido fácil. Él mencionó haber perdido también a su padre, así como a sus hermanos, todos ellos sirviendo para el bien de la niebla. Probablemente esos acontecimientos habían influido mucho en su ideología fiel imperial, cualquier otra manera sería como si esas muertes hubiesen sido en vano.
 
No obstante, sería la mención de Blazell aquella que causaría sorpresa en el tiburón negro. Tal y como lo había mencionado el jounin, esas características lo hacía simplemente inconfundible. Una melena celeste tan salvaje como las olas del mar, un delineado de ojos tan facha que te cagas, tío, una especie de máscara de hueso que por alguna razón nadie se explicaba estaba ahí, un cuerpo esculpido por los mismos dioses del Olimpo, una personalidad que parece que fue forjada en la fragua más caliente del infierno, y un sentido del humor que ni el mejor humorista del mundo podría igualar, sí, tal y como lo describió Kurosame, ese era Blazell.
 
¡Sí! Ese mismo! —. Exclamaría Katsuki tras ver que, efectivamente, hablaban de la misma persona. — El tío Blaz era el hermano menor de mi mamá —. Complementaría el genin.
 
¿Lo conocía bien, Kurosame-sama? —. Preguntaría con tanta incredulidad como curiosidad. No tenía ni idea de que su difunto tío fuese conocido de su ídolo. Pensaba que, como también era un jounin, probablemente se habían encontrado en alguna reunión o topado en algún pasillo, o algo por el estilo.
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Lo conocía bien. Sí. Respondería, primero serio, luego nostálgico pero con una sonrisa que no podía borrarse de la cara. No sé si alguna vez escuchaste esto, pero existía en la Niebla el equipo shinobi más exitoso de la historia reciente. Los chicos de este equipo eran todos unos genios; estaba un pequeño Hoshigaki que a los nueve años ya era jounin y lo habían nominado parte del Consejo Shinobi, a Blazell también lo habrían nominado y bueno, Fatsuma era un genio del Genjutsu, supongo. Faltaba mucho contexto y muchas historias que terminaron trágicamente, pero Kurosame prefería sólo añadir las partes positivas de la historia. El líder de ese equipo, era yo, el equipo 4 de la Niebla.

Pausaría brevemente para dejar espacio al pequeño a reaccionar ante lo increíble que era su tío. Quizás esta es mi forma de redimirme… Diría por lo bajo para sí mismo, aunque Katsuki podría llegar a escuchar. Quizás era el destino que había juntado a Katsuki y Kurosame juntos en aquella mañana. A decir verdad, no pasaba ni un solo día que el tiburón no se sentía culpable de la muerte de Blazell, y finalmente tenía la oportunidad de hacer al respecto más allá de lamentarse. Si Katsuki compartía siquiera un ápice del talento de su tío, el chico podía llegar demasiado lejos, y esta vez Kurosame no permitiría que compartiera el mismo destino. 

Dime Katsuki, ¿tienes hambre? Conozco un puesto de Miso Ramen bastante bueno. Podría contarte un poco más sobre tu tío mientras comemos, yo invito esta vez. Y con esto, la invitación serviría como propuesta eventual para Kurosame hacerse responsable y forjar un nuevo vínculo con uno de los familiares de su antiguo pupilo, la nueva historia de Katsuki, el sobrino de Blazell Kenju.

Katsuki Shinden.
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Katsuki no esperaba que su tío en verdad formara parte del equipo de Kurosame, ¿cómo era posible que él no supiera nada de todo eso?. Su madre era consciente del nivel de fanatismo que tenía hacia el tiburón negro, un dato como ese simplemente no era algo que pudiera pasarse por alto.
 
No tenía idea — Comentaría a primera instancia mientras digería el asunto. — Seguro que fueron tiempos muy buenos — Añadiría. El rostro del Hoshigaki reflejaba cierta nostalgia y alegría cuando hablaba de sus ex pupilos. Lastimosamente, ninguno de ellos estaba más con él, y quizás eso era algo por lo cual el jounin de la niebla sentía remordimiento.
 
Kurosame murmuraría algo que no fue audible para el chico problemático, que hoy había actuado como fanboy, parecía estar atrapado en una especie de debate mental, hasta que finalmente se pronunció.
 
¡¡CLARO!! — Exclamaría Katsuki dejándose llevar por la emoción. ¿Comer con su ídolo? el mejor puto día de su vida. — También me gustaría escuchar más historias del antiguo equipo cuatro. Siento tanta envidia de que el tío Blaz haya podido combatir a su lado, Kurosame-same — Algunos intercambios de comentarios casuales e historias de antaño serían contadas en el trayecto y durante la hora de la comida.
 
Lo que más, este encuentro fortuito marcaría el inicio de la redención del escualo, una relación maestro-alumno sería forjada. ¿El destino sonreiría a favor esta vez?.
 

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