Kirigakure no sato,
País del Agua.
A medida que me había ido adentrando en el País del Agua, la humedad y la falta de luz se había ido haciendo patente. Del mismo modo, la protagonista que daba nombre a la Aldea Oculta del País del Agua también iba ganando fuerza, presencia y poder. Desde luego no podía tener un nombre más identificativo y característico. Por simple y mera precaución había optado por ni siquiera llevar la bandana que me identificaba como kunoichi de la Hoja. A pesar de que desde hacía algunos años el mundo gozaba de cierta estabilidad, el ambiente volvía a estar enrareciéndose en los últimos tiempos.
Finalmente frente a mí tenía las murallas de la aldea. Las crucé hinchando los pulmones para impregnarlos de la humedad del lugar que años atrás había servido de hogar y protección a tan insignes espadachines. No pude evitar alzar la mirada y mirar a derecha e izquierda comparando la arquitectura con la de mi conocida Konohagakure no sato, la Aldea Oculta de la Hoja. Aunque muy distintas, se me antojaban muy similares también. Para quién me viera sería más que evidente que mi hogar no estaba entre aquellas murallas, pero que tampoco estaba perdida, ni desorientada. Decidí recorrer las calles sin un rumbo fijo, simplemente dejando que el propósito de mi viaje se cumpliera: visitar e impregnarme de la cultura y del ambiente del lugar.