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El camino no había sido fácil, nada fácil pero ya estábamos cerca del País de la Lluvia, un paraje mucho mas compasivo con los viajeros y sus habitantes, si el agua caía incesante del cielo, pero eso era más difícil que te matara que escorpiones del desierto o piratas, que duda cabe. Debido al cansancio y las inclemencias del tiempo decididos apostarnos por un día en un pequeño pueblecillo cerca de la frontera, dormiríamos allí y lavaríamos nuestras vestiduras, por suerte para ambos allí habría una pequeña iglesia que nos acogería con unos cuantos sin techo, nos alimentarían y darían cobijo, la bondad humana no tenía límites, lo comprobé con la propia Akami años atrás, era ese el principal motivo por el que decidí que sería la indicada para venir conmigo y ayudarnos a Ryth y a mi en nuestro proyecto, y sería también el motor por el que nos embarcaríamos en tal viaje y aventura.
Mientras mi querida descansaba en nuestros aposentos yo decidí caminar un rato, visitar el pueblo y su cultura, quizás caminar por sus zonas colindantes para maravillarme de los regalos que la propia naturaleza nos daba, en los últimos años las cinco grandes aldeas habían evolucionado tecnológicamente de una forma absurdamente rápido, eso trajo ventajas si, pero también volvió mas caótica la vida allí, la inmediatez les había obnubilado. Caminaría tranquilo y sin miedo alguno, con mis ropas habituales, vistiendo mis ropajes habituales, aunque solo se vería mi manto de un color arcilloso que cubría mi cuerpo desde el nacimiento del cuello hasta los tobillos, también mi cabeza esta coronada con un sombrero redondo y bastante plano para protegerme del sol, mas o menos de la misma anchura que mis hombros, pareciendo en conjunto una especie de seta, sabía que no era un ropaje habitual, ya me lo habían recalcado mas de una vez, sin embargo, su comodidad era incuestionable. Mientras paseaba, observando los árboles y los pájaros que volaban de rama en rama, bailando en el aire y buscando frutos de los árboles perennes, cantando melódicamente para ofrecer una hermosa orquesta en conjunto con el viento y el movimiento de las hojas. Allí desde la lejanía podía apreciar una joven enmascarada que iba en la dirección contraría hacia mi. "Si que aprovecha la mañana para viajar" Pensé mientras la observaba algo disimulado analizando su vestimenta, no tan rara como la mía, pero si vistosa, y aquella máscara, ¿de donde la habría sacado? Quién sabe, pero desde luego era un aspecto casi tan peculiar como el mío. Tal fue mi interés que el mundo me castigo por cotilla, sin darme cuenta había virado ligeramente mi rumbo, caminando sin darme cuenta hasta estamparme contra un árbol. El sonido fue bastante notorio, al igual que el dolor que comenzó a nacer en mi frente, tal fue el testarazo que caí de culo al suelo. -Me cachis, soy imbécil.- Dije mientras me llevaba la mano a la espalda y a la frente.
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-Te lo agradezco enormemente.- Dije mientras me dejaba ayudar, cogiéndole de la mano, mostrando los tatuajes de mi antebrazo y el del envés de mi mano mientras me levantaba. -Menudo golpe mas tonto eeh.- Comencé a sacudirme la ropa para limpiarla un poco, para mi desgracia me había embarrado la parte trasera del manto, bueno, al menos el color del propio manto lo ocultaría un poco y, a fin de cuentas era tierra, cuando secase podría sacudirla. -Discúlpame, iba sin prestar atención al camino.- Me agaché un momento para recoger el sombrero y limpiármelo, poniéndomelo después en la cabeza. -Jeje, listo.- Dije una vez me había recuperado. Miré a aquella chiquilla, no parecía demasiado mayor la verdad, ahora que me fijaba mas de cerca su aspecto era bastante mas vistoso de lo que creía. Agradecido por haberme ayudado saqueé un pequeño tarro lleno de dulce y dorada miel, el cual le ofrecería a la mujer. -Permite que te lo agradezca con esta miel, posee propiedades medicinales y esta deliciosa.- Tras darle aquel tarro le sonreiría amistoso.
Últimamente no paraba de tener este tipo de encuentros, ya había conocido a aquel shinobi de Kirigakure, a decir verdad... Casi todas las personas que había conocido, había sido de formas algo ridículas... Me preguntó que pensarían de mi aquellas personas. No podía evitar fijarme en aquella máscara ¿Sería algún accesorio típico de la Lluvia? -Interesante máscara, nunca había visto una sí.- Dije educado y amable, pretendía iniciar una conversación, no un problema.
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Duró unos segundos en sus pensamientos, no demasiados, pero si los suficientes para imaginar su dolor y agonía, en parte me entristecía que una persona tan joven estuviese tan triste, pero la tristeza era uno de los síntomas del apego, es imposible poseer a alguien o algo para siempre. No había nada inmutable, todo cambia, todo evoluciona y todo lo vivo muere, es una constante que mantenía un infinito ciclo de almas y de vida, esa condición efímera era lo que le daba realmente sentido a la vida, pues sin ella no apreciaríamos nuestra existencia ni lo que nos rodea. No obstante, aferrarse a la gente y a los bienes materiales no era disfrutar de la belleza, solo era encerrarse en unos deseos egoístas para crear una falsa realidad de felicidad. Ella preguntó mi nombre de forma simpática y educada, parece que habíamos empezado a hacer buenas migas por mi accidente. -Encantado Kyoko, mi nombre es Karibachi.- Giré mi cuerpo y señalé con mi mano la dirección a la que iba. -¿Vas al pueblo? Permite que te acompañe, debo volver para limpiar mi manto, jeje.- No solo era esa mi intención, aquello solo era un mero pretexto para poder seguir hablando con ella y conocerla un poco, quién sabe, tal vez tuviésemos pensamientos afines, algo útil para el futuro, seguro. Comencé a caminar hacia el pueblo, con la esperanza de que la rubia me siguiese. -Dime Kyoko ¿Eres del País de la Lluvia?- Una pregunta inocente para intentar entablar una conversación interesante, quizás provenía de tierras desconocidas para mi, o tal vez fuera mi vecina sin saberlo. Las nubes parecían no tener intención de desaparecer del cielo, encapotándolo y manteniendo una eterna llovizna, al menos los pueblos y las aldeas del lugar adaptaban su arquitectura para ello.
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Por lo que mis propios abuelos me contaron hace años, mis padres eran hábiles y poderosos: Mi padre era un diestro espadachín de quien se decía que nada lograr atravesar su piel, mi madre, en cambio, se decía que era ducha en el ninjutsu, logrando atemorizar escuadrones enteros con sus técnicas, le llamaban la asesina de un solo golpe. Sin embargo, también me dijeron que hacía tiempo que había superado sus capacidades ¿Tan poderoso me había vuelto? Quizás no, puede que solo fueran los ojos de mis abuelos, que no eran capaz de verme en una mala posición, ellos, aunque estrictos, siempre pensaron que llegaría a lograr mis metas. Fue gracias a esos ojos que yo me esforcé en aprender y conocer el mundo, mi abuela siempre me dijo que el mundo era mucho mas grande de lo que nosotros podíamos imaginar y que conocer cuanto mas de él nos servía para comprender lo pequeños y nimios que somos, enseñándome que yo no era mas importante que los demás; mi abuelo me enseñó que la amabilidad abría mas puertas que la ira o la imposición, pues la bondad se requería en la confianza y amor, las armas mas poderosas que podía enlistar un shinobi. Aquellas dos lecciones fueron esenciales para ver el mundo de una manera amplia, con una perspectiva alejada de todo, con una mirada contemplativa y meditativa, fue cuanto hice, viaje como un peregrino por todo el continente, ayudé a la gente con sus problemas, fui un salvador para unos y un ladrón para otros, pero ninguno pudo negar que intentase comprenderlo.
Hablando de trivialidades comenzamos nuestro caminar juntos, hablando de nuestros orígenes, ella decía ser nómada, no teniendo un lugar al que llamar hogar como tal ¿Sería Nómada cuando su familia estaba viva? Desde luego conocía esa forma de vida, te enseñaba muchas cosas si prestabas atención, aunque no era fácil, igual que en el mundo existía amabilidad también existía la otra cara de la moneda, personas deshonestas e interesadas y saber distinguir sus intenciones eran cruciales. -Acertaste, no soy de aquí.- Sonreí mientras le miraba. -La verdad es que estoy de paso por aquí, un lugar intermedio antes de mi destino.- No era demasiado claro, pero tampoco podía revelar a donde iba, ese misterio tendría que llevármelo conmigo. -Antes has dicho que tu madre hizo una obra de arte ¿Tu madre era artista Kyoko?-
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Claro, loa Kamizuru no solo se encargaban de ello, también eran shinobi diestros y letales, expertos en venenos y el espionaje, aunque esa parte no era necesario desvelarlo, no necesitaba saberlo todo, sobre todo en el mundo actual, donde ser un ninja era algo tabú, prohibido por el mismo imperio. No conocía su posicionamiento sobre aquel tema, así que lo mejor era callar por el momento, si ella daba señas de ser una kunoichi o de apoyarlos sería el primero comentárselo a ella. -¿Y tu? ¿A que viniste a estos parajes? Debo decir que la Aldea de la Lluvia es preciosa y sus edificios genera un ambiente mágico y místico.- La muchacha parecía interesada en mantener la conversación conmigo, no obstante, parecía demasiado introvertida como para sacar algún tema de interés, tal vez no habíamos profundizado demasiado, a fin de cuentas tan solo hablábamos de banalidades triviales, poco nos faltaba para empezar a hablar del tiempo.
Quizás el problema es que no había captado el suficiente interés por la mujer ¿Le estaría aburriendo? Quién sabe, solo ella podría decirlo ¿Tendría miedo? De ser así no me habría ayudado ¿O quizás si? La verdad es que los seres humanos eran lo bastante complejos como para no saber la respuesta a esa pregunta, creo que es lo único que aprendí durante todos mis viajes, que las personas son impredecibles y hermosas a su manera.
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De repente, escucho una pregunta respecto al motivo de su viaje, y, a decir verdad, empezó a tener algo más de confianza con él, así que se quedó en silencio por 2 segundos entrando en un pequeño debate si decirle o no, pero como solo estaban los dos, podría confiarle –bueno, te diré, pero con tal de que no reveles mi identidad- dijo la joven mientras que movía sus manos hacia atrás. Por lo que dice el del país de la lluvia podría confirmarlo por el pueblo a la cual casi habían llegado, maso menos para poder contarle, se quedó quieta esperando que también se detuviera el rumbo –la verdad es que estoy buscando información, o mejor dicho un lugar, aldea de la estrella- esa última frase la susurro.
La joven se quedó por unos momentos pensando en cómo iba a decirle, pero si él tenía información respecto a su habilidad o algo relacionada con esta, le serviría mucho y le ahorraría el viaje, pero, aun así, ser un nómada no estaba tan mal. Desde aquel suceso donde medito en plena lluvia de estrellas hizo cambiar no solo su chakra, sino también su aspecto físico, tenía que saber cómo era posible esto, tenía que saber si también hubo antecedentes, y aunque tuviera habilidades, quería saber sobre todo las consecuencias, ella no utilizo mucho su poder, pero podía notar esos cambios en su cuerpo; pero, en vez de hablar, decidió tomar una acción pasiva, mostrando así su peculiar chakra de tonos purpuras.
Se trata de la expresión ofensiva más rudimentaria de los especializados en el arte de la estrella. Desde el chakra materializado se creará, luego de una canalización de dos segundos, un proyectil de chakra concentrado que saldrá disparado desde las colas hacia el objetivo con la intención de dañarlo. El daño de este proyectil equivaldrá al nivel de poder que se le de.
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Ya cercanos a nuestro destino la mujer se detuvo, advirtiéndome de que no debía revelar quien era, sin embargo... No es que pudiera desvelar demasiado, solo conocía su nombre ¿Cuántas Kyoko podía haber en el mundo? Y eso si es que era su verdadero nombre, era muy común que las personas no dijesen quienes eran realmente a un desconocido. No obstante aquello despertó mi curiosidad, parecía estar envuelta en un halo de misterio, afirmé con un rostro de confusión a la par que detenía mi marcha, no sabía que esperarme de aquello, la verdad ¿Serían secretos de estado? Tal vez fuera una cruzada santa, tras tanto secretismo todo podía ser. Kyoko parecía estar en un largo viaje, uno absurdamente largo de hecho, pues se encontraba en la punta opuesta hacia donde se dirigía, mas aquello no fue lo más sorprendente, sino el extraño chakra que comenzó a emanar de su cuerpo, mostrándome una peculiaridad que hacía años que no veía.
Sorprendido miré atento a su chakra, de un color púrpura y una densidad especial, Ya habían sucedido muchas lunas desde que vi a ninjas utilizando una técnica similar, pero tenía sentido con el destino al que quería llegar. Llevé una mano a mi mentón, con un rostro reflexivo y meditabundo.-Yo he visto algo así antes...- Estuve unos segundos pensando en ello hasta que logré recordar uno de mis viajes al País de la Luna, allí donde había una aldea de shinobi con técnicas únicas y especiales, su chakra era especial, pues su chakra tenía propiedades de materialización por encima de las normales. Recuerdo aquel viaje en el que buscaba iluminación y conocer su secreto, mas no me fue revelado, al menos no de una forma que yo entendiera. -Claro supongo que irás a ver a algún familiar.- Dije señalándole mientras sonreía al haber dado con una idea de su procedencia. -Ahora comprendo que tengas ese chakra tan excepcional.- Me detuve en mi hablar un segundo para apreciar la energía que brotaba de su cuerpo con timidez. -Si, lo recuerdo... - Volví a mirarle a las hendiduras de la máscara donde estarían sus ojos, no lograba verlos con aquella careta de conejo puesta, la verdad. -Sin embargo te encuentras lejísimos de tu destino, esta en la punta opuesta a esta del continente, en el este.- Señalé en la dirección adecuada, dándole a entender que la dirección que tomaba podía no ser la más rápida, de hecho no lo era ni por casualidad.
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Kyoko me dejó claro que era la primera vez que iba allí, no solo porque estuviese mas perdida que un pulpo en el desierto, sino porque ella misma decía que desconocía si ella tenía familia allí, mas con aquella aura que la rodeaba era más que evidente que así era. -Bueno, sea como fuere descubrirás si tienes familia cuando llegues, aunque no es que el destino sea mas importante que el camino.- Le diría ya mas calmado mientras miraba al frente y movía la mano hacia delante señalándole la senda que caminábamos como ejemplo de lo que decía. No es que fuese algo que la gente ignorase, al menos en su mayoría, pero de cuando en cuando era bueno que a uno le recordasen que no podíamos obsesionarnos con nuestros objetivos, eso solo nos llevaba a la desesperación y a no disfrutar de la vida, dejándolo todo por cumplir aquella meta.
El ambiente cambió cuando le expliqué que estaba en la punta opuesta de nuestro mundo para llegar a su destino, al parecer la pobre estaba yendo en sentido contrario, menos mal que le avisé para que no se recorriera todo el continente tontamente, cierto que el camino era mas importante que el destino, pero tampoco era cuestión de recorrerse medio mundo cuando podía acortar por el medio. Quería calmarle, parecía que su nerviosismo había aumentado de forma exponencial, pero no llegué a tiempo, antes de que ninguno de los dos nos diéramos cuenta, habíamos empezado a caminar de nuevo y a desviar el rumbo inconscientemente hacia un lateral, chocándose ella también con un árbol. El batacazo fue épico, tal fue el golpe que hasta los pájaros que había en las ramas salieron volando asustadas del temblor de la madera, incluso su apreciada máscara se había caído de su cara, mostrando un aspecto jovial y dulce, con rasgos circulares y sutiles, hermosos y canónicos, aunque sus ojos no pude verlos, rápidamente se los tapo con un brazo mientras buscaba con su otra mano la máscara que se había alejado un poco de su posición. Miré algo extrañado "¿Qué le pasa en los ojos? ¿Por qué no los muestra?" Sin duda suscitaba muchas preguntas, pero ahora mismo, para que ella se sintiera cómoda, me acerqué hasta su máscara, agachándome con calma para recogerla y poder acercarla frente a ella. -Toma, la estoy sujetando delante de ti.- Le dije tranquilizador y apacible, mi voz parecía tener pocas variaciones de tono y muchas menos de volumen, desprendiendo siempre calma, una vez se pusiera la máscara y volviese a ver, le preguntaría. -¿Tienes algún problema en los ojos? ¿Por eso llevas máscara?- Pregunté sin miramiento alguno, ya había suficiente confianza como para no tener que ir con pes de plomo en la conversación.
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Estaba claro que el mundo aún podía sorprenderme, pues el como logró tener un aspecto fantasioso era surrealista, meditando bajo una lluvia de estrellas decía que su cuerpo había cambiado y que sus ojos, antes cristalinos y puros como el mar, ahora se tornaban en una amalgama de colores, algo único y espectacular si alguien me lo hubiese preguntado. Tal vez los shinobi de Hoshigakure no me tomaban el pelo como pensaba, sino que sus poderes provenían literalmente de las estrellas ¿Acaso era eso posible? Bueno... Había conocido a una persona medio demonio, pero no pensé que las estrellas tuviesen un poder así, asombroso, sin duda alguna. Ella se sentía mas en confianza conmigo, tanto que me mostró su mayor secreto, quitándose la máscara en un manojo de nervios y vergüenza, me enseñó sus preciosos ojos, los cuales mostraban la vida de la tierra y el espíritu del cielo, en una conjunción de azules profundos y colores anaranjados, los ojos que podían unir los dos planos.
Los observé, mas no demasiado curioso, ella ya se sentía bastante juzgada por los demás y escudriñar su cara milímetro a milímetro solo hubiera empeorado al situación, en su lugar procuré observarlos sin prestar mas atención que la que se prestaría a cualquier persona cuando le mirabas a los ojos y sonreí amistoso mientras ladeaba la cabeza. -Qué puedo decir, a mi me parecen preciosos y únicos.- Puse mi mano en su hombro de forma tranquila y cercana. -No deberías tener miedo de enseñar tu cara, a mi me parece muy dulce y amistosa.- Proseguí nuestro camino, ya quedaba poco para llegar al pueblo, pero, al menos, ella se habría ido con un cumplido y una amistad nueva, además de conocer ahora la ruta correcta hacia su destino, por supuesto. La verdad es que era reconfortante que hubiera gente con el mismo sentido de la orientación que yo, no me sentía tan tonto, aunque no debiese consolarme con el mal de otros
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pensamiento//habla
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